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El vallisoletano Raúl Manrique Acero, de 46 años, está casado y tiene dos niños pequeños. Optimista por naturaleza y con ganas de comerse el mundo, sin embargo su cuerpo a veces no le responde como él quisiera y eso le ha acabado afectando a nivel ... psicológico. Tiene un oficio que le encanta. Es carpintero y le avalan 29 años de experiencia, aunque sabe que nunca más podrá dedicarse a ello. Lleva de baja médica desde enero de 2022 por serios problemas cervicales y está pendiente de una operación que le incapacitará para desempeñar ese oficio que tanto ama. A eso hay que sumarle una enfermedad crónica y autoinmune, Crohn y fuertes vértigos.
«Cuando tenía 13 años empecé a estudiar ebanistería. Muy pronto entré a trabajar en Puertas Cuéllar, una carpintería especializada en la fabricación de puertas y armarios a medida, en la que llevo toda la vida. El trabajo es muy duro, pero me encanta. Llevo años sufriendo dolores de espalda, que siempre he achacado a esa dureza del trabajo. En diciembre de 2021, los dolores aumentaron de forma considerable. Al principio me estuvieron tratando de vértigos y finalmente, tras una resonancia, vieron que tenía las vértebras cervicales aplastadas. Me vi obligado a coger la baja en enero de 2022 porque ya no podía más con los dolores», explica Raúl, quin dice que lo «más triste de todo» es que su situación no se considere como baja laboral, sino como baja por enfermedad común. «Me dedico a montar armarios. Yo solo traslado la herramienta y todo el material hasta la casa del cliente y luego lo monto. Durante 29 años, mi espalda ha estado cargando más de 2.000 kilos de peso diarios, hasta que llegó un momento en el que mi cuerpo dijo basta. Ahora mismo padezco la enfermedad de Crohn, diverticulitis, torsión en las vértebras cervicales y fuertes vértigos», completa este carpintero.
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Ana Santiago
La mañana de este miércoles se la ha pasado de especialista en especialista en el Hospital Clínico. Tuvo consulta con el traumatólogo, con el de digestivo y con el otorrinolaringólogo. «Me han dicho que, con mucha suerte, a finales de este año me operarán de la columna y me pondrán una placa. El 21 de julio cumpliré los 18 meses de baja, por lo que tendré que pasar el tribunal médico y se extinguirá mi contrato con la empresa. Todos estos problemas de salud me han obligado a aprender a adaptarme a las circunstancias, día a día y hora a hora. La situación me ha provocado, además, ansiedad y depresión, y también me estoy medicando por ello. Esto es una lucha muy grande en la que hay que armarse de paciencia, porque a veces hay que esperar más de medio año para que te vean en consulta y así no se puede vivir. Una persona en mi situación no debería tener que esperar tanto a que le atienda un especialista», opina.
Sus problemas de salud no solo le impiden trabajar, también le han obligado a cambiar su vivienda, un chalé con jardín en Fuensaldaña por un piso sin escaleras, ya que no las puede subir. «A pesar de haber cambiado mi vida por completo y de tener muchísimos dolores, soy feliz porque tengo el apoyo de toda mi familia», comenta Raúl, que en julio pasará el tribunal médico de la Seguridad Social, para que evalúe y revise sus dolencias y determine su derecho a cobrar una pensión de incapacidad permanente. «No tengo miedo al tribunal. Yo iré con mi verdad, mis dolores y mis informes. Estoy tomando morfina y no tengo que mendigar nada, porque entiendo que, ante todo, está la justicia. Ellos son los profesionales. Yo sé que llevo 14 años sufriendo una enfermedad que me obliga a ir hasta 10 veces al baño antes de empezar mi jornada laboral. En ocasiones, he ido a trabajar a rastras de los dolores que tenía. Con 46 años que tengo, tener cotizados 29 demuestra que soy muy responsable con mi trabajo y que si voy al tribunal es por necesidad, porque me veo incapaz de seguir desempeñándolo», prosigue.
Aunque asegura que es una persona mentalmente fuerte, todo este calvario médico le ha pasado factura. «No puedo hacer planes de nada y tuve que pedir ayuda psicológica para no hundirme. Mi mujer, mis padres y mis hijos son mi gran apoyo. Ahora que ya he asumido que me tienen que operar estoy más tranquilo. Sé que la intervención será complicada y también peligrosa, pero también sé que mejorará mi estado de salud y eso me hace mirar al futuro con esperanza e ilusión», dice este carpintero, consciente de que pronto dejará de serlo. Su propósito es pasar los meses que le quedan hasta la operación «con los menos dolores posibles» y pensar en un futuro que le haga sentirse realizado. «La carpintería me encanta, pero tengo que olvidarme de ella. Yo no busco la jubilación total. Soy joven y me gustaría poder ejercer otras profesiones que no requieran tanto esfuerzo físico, como la de decorador, para la que también tengo formación, o tal vez de comercial», concluye esperanzado.
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