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Pues de ajos y calcetines en el mercadillo de la calle de la Salud. GABRIEL VILLAMIL

Los mercadillos vuelven a las calles de Valladolid: «Que se sepa, que se sepa que ya estamos listos»

Los puestos de venta ambulante retoman su actividad con rutas señalizadas y más separación entre puestos, después de tres meses largos de un parón que ha afectado a 2.500 personas

Víctor Vela

Valladolid

Miércoles, 24 de junio 2020, 08:20

El hilo musical de la venta ambulante –con sus ofertas voceadas, sus piropos generosos: «No me pases de largo, reina», «vaya bolsos traigo, rubia»– sonó este martes de nuevo a pie de asfalto, entre toldos negros y furgonetas abiertas, con la recuperación de los mercadillos, ... que después de tres meses largos han regresado del forzoso parón.

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«Han sido unas semanas horrorosas. Necesitábamos volver ya», reconoce Jaime Ferreruela junto a su tenderete de bolsos y playeros en este primer día de mercadillo. La temporada se ha estrenado en la calle de la Salud con más separación entre puestos, gel hidroalcohólico junto al género, mascarillas siempre y, en principio, unas rutas fijadas de entrada y salida para evitar que los clientes den marcha atrás y se crucen de frente con otros compradores. Muy difícil, por no decir imposible, fue cumplir esta medida.

En cualquier caso, de forma tímida en esta primera jornada, con promociones para liquidar «la colección de invierno», los comerciantes confían en que la semana remonte «según se corra la voz. Que se sepa, que se sepa, ya hemos vuelto».

El jueves en Delicias, el viernes en Las Moreras, el sábado en Prado de la Magdalena; el domingo, junto al estadio (el rastro, además, allí, desde el 5 de julio). «Lo que está claro es que necesitábamos volver ya», dice Fererruela, titular de una de las 290 licencias otorgadas por el Ayuntamiento para ejercer en Valladolid la venta ambulante, de la que viven en torno a 2.500 personas en la capital.

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Y con los mercadillos clausurados por la pandemia (prefirieron no abrir en fase 2, hasta garantizar más aforo y seguridad), muchas economías se han resentido. «Yo tenía un bote de ahorros en casa, lo he roto y con eso hemos ido tirando.Pero es que no entraba dinero y salía muy rápido. Solo del piso que tenemos en Arturo Eyries son 350 euros al mes», explica Jaime.

«Yo me podía echar a la cama con un vaso de leche y algo mojado. Pero, ¿cómo le dices a un chaval que no coma? Hay familias con niños pequeños que lo han pasado muy mal», reconoce Herminio Gimeno, 57 años, «trabajando desde los 17». «Y ahora nos hemos visto en la necesidad de medir la comida, de tener que pedir ayuda a CruzRoja», dice Herminio, con guantes, mascarilla, pantalla de protección, un cartel en su puesto de calzado que dice «prohibido tocar» y guardas de plástico para quien se quiera probar un zapato: «Hay que ser muy cuidadoso todavía».

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–Oye, cógete un bolso nuevo para ir de paseo con las amigas, que ahora ya se puede salir.

–Mira, qué cabeza y qué dientes tienen los ajos.

–Tenemos calcetines para elegir:los blancos, los negros, los colores.

–Calidad, calidad.

«Entre la familia nos hemos ayudado mucho. Vivimos cerca, en el mismo entorno, y siempre te echan una mano», asegura Saúl Borja, quien hace un año se instaló por su cuenta en el puesto y ha visto entorpercidas sus ansias de independencia: «Ha sido muy difícil. Acababa de empezar por mi cuenta, casi no tenía ahorros, y mira, al poco de ponerme tuvimos que parar».

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«Sea poco o mucho, siempre he tenido para vivir con mi esfuerzo, de mi trabajo», dice Antonio Jiménez, cientos de calcetines en el mostrador. «Pero esto del confinamiento nos ha destrozado. En mi casa, en la calle Embajadores, somos seis. La mujer y cuatro hijos (de 23, 21, 12 y 10 años). Hemos tenido que aprender a sobrevivir. Nunca había tenido que pedir ayuda a Cruz Roja. Porque la hipoteca seguía llegando. Y sin trabajo...».

«Hay más ofertas, todo más barato de lo normal», explican Daniel y José Escudero. El confinamiento pilló a los comerciantes con el género de invierno al que ahora tienen que dar salida. «No hemos podido renovar todo, porque no teníamos dinero para comprar lo de verano. Hay que hacerse ahora con ingresos para renovar el puesto», reconocen. Hay ofertas de mangas largas, de calcetines de montaña, de bolsos de invierno. Pero también hay ya camisetas de tirantes «y vestiditos, mira que monos, para el calor».

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