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Angélica Elena Lobete y Alba Orihuela, en la biblioteca de La Salle. L. N.

«Lo mejor que me ha pasado es que me adoptaran»

Angélica Elena Lobete narra su experiencia en centros de acogida con motivo del Día Internacional de los Derechos del Niño, que ha celebrado en el colegio La Salle

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 19 de noviembre 2021

Los primos Alberto Bajo y David Morales, de 11 y 10 años, se acostaron muy emocionados el jueves pasado. Dejaron todo preparado para ir al colegio al día siguiente. La mochila, el almuerzo y sus mejores pijamas. Sí. Sus pijamas. Y es que el viernes ... fueron a clase luciendo esta cómoda prenda. No fueron los únicos. Todos sus compañeros y profesores del colegio La Salle presumieron también de sus mejores galas de noche.

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Fue una lúdica, educativa y colorida actividad que sirvió para celebrar, por segundo año consecutivo en el cole, el Día Internacional de los Derechos del Niño, que se conmemora cada día 20 de noviembre. El objetivo de la comunidad educativa de La Salle era crear cultura de acogimiento y dar a conocer la realidad de muchos menores que anhelan un hogar. En España existen más casi 17.000 niños que crecen en centros institucionalizados. Por esta razón, ASEAF, la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar, ha convocado a los colegios de toda España a celebrar el Día del Pijama y reivindicar el derecho de todo menor a vivir en familia. Esta entidad denuncia que los menores que entran en el sistema van en un 73% a centros de acogida, frente al 27% que van a familias.

¿Por qué en pijama? Porque esta cómoda prenda simboliza el momento más hogareño del día, el de la conversación tranquila, el del cuento con los papás, el del beso de buenas noches. Angélica Elena Lobete lo sabe muy bien. Esta joven de 19 años estudia primero de Gestión Administrativa en este colegio vallisoletano y ha vivido en dos hogares de acogida. Ahora tiene una familia y lucha por que otros niños tengan la misma suerte. «Por problemas personales y económicos mis padres no podían cuidarnos a mis cinco hermanos y a mí. Cuando tenía 8 años, estando en el colegio, vinieron los Servicios Sociales a buscarnos. No sabíamos qué era lo que pasaba y porqué nos separaban de nuestro entorno. Nos llevaron a un centro de acogida en Ávila. A pesar de estar junto a mis hermanos, allí lo pasé muy mal. Era una sensación muy rara no poder estar con mi madre. Más tarde estuve en otro centro en Soria, donde estaba más tranquila, pero realmente no era donde quería estar», cuenta esta joven. «Una mujer apareció en mi vida. Quería tener un hijo y me acogió a mí. Me tuvo en acogida hasta los 12 años y entonces me propuso ser adoptada. Es lo mejor que me ha pasado. Es duro acordarse de mi familia, de mis hermanos y de todo lo que viví, pero ahora también tengo una familia y cosas que antes no tenía. Por eso es importante celebrar el Día del Pijama, para que todos sepan que hay niños que viven en estos centros, que no tienen familia y que deben ser acogidos», prosigue.

Su compañera Alba Orihuela, de 2º de Bachillerato, también vivió con especial ilusión esta jornada 'pijamera' en su colegio. Ella es hermana de acogida de una niña de tan solo un año de edad, con la que comparte casa, familia y cariño y que el próximo mes se irá a un nuevo hogar. «Ser familia de acogida consiste en dar apoyo y cariño a niños que no lo tienen y que lo necesitan para crecer. Cuando me propusieron mis padres ser familia de acogida, me pareció una idea estupenda. Es muy bonito ver como los niños cambian y aprenden durante el tiempo que están en casa. Cuando se van es duro, pero como se van contentos y felices con su nueva familia, nosotros estamos felices también y muy orgullosos de cumplir nuestra función», cuenta esta estudiante de 17 años. Para ella lo más difícil es el momento de la despedida. «La última semana siempre es muy difícil porque se tiene que adaptar a la otra familia, y hay que explicarles cómo es el niño, cuál es su comida favorita... Te da la sensación de que tú lo vas a hacer mejor, pero no es así. Las nuevas familias les crían fenomenal y aunque da miedo, es muy bonito. Mucha gente puede pensar que eso pasa en otros países y no es verdad. Aquí también pasa y no nos damos cuenta, por eso hay que visibilizarlo», dice con entereza. Ella fue la promotora de la idea. Le ayudó a ponerla en marcha su tutora, Elena Orejón. «El pijama es un símbolo de momentos muy especiales que se pasan en casa. Me parece algo precioso y que nos sirve para conocer a estas personas maravillosas que ayudan a otros niños de la mejor manera, estando con ellos y teniéndoles dentro de sus familias», dice esta docente.

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Los alumnos y profesores de todas las etapas pasaron un divertido y confortable día en las aulas en pijama y zapatillas. Manuela, una pequeña de 5 años, mostraba orgullosa su pijama preferido. «Tiene un oso con pajarita. Vengo en pijama porque todos los niños tienen derecho a tener una casa y un nombre. Además, es más divertido venir en pijama que en uniforme. Ojalá pudiéramos venir así todos los días», dice muy segura. «Yo traigo el mío de unicornios. Me he levantado de la cama y he venido sin vestirme. Así estoy más a gusto», añade su compañera de pupitre Marta.

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