Es de color blanco, con el emblema azul de la ONG a la espalda, el chaleco –más salvavidas que nunca– que Médicos del Mundo ha desplegado estos meses por las residencias de ancianos de la comunidad. Hasta allí, hasta el principal foco de la pandemia, ... hasta los espacios más golpeados por la covid, donde han fallecido 2.037 castellanos y leoneses dede el mes de marzo (una media de 52 personas cada semana), se han acercado médicas, enfermeros, profesionales y voluntarios de la entidad para ofrecer claves, para compartir su experiencia en otras pandemias, y atajar así el avance del coronavirus en unos espacios que se han demostrado «especialmente vulnerables».
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«Las residencias han sido los lugares más golpeados por el virus», evidencia Pedro Campuzano, coordinador de Médicos del Mundo en Castilla y León. ¿Por qué? «Se han juntado varios factores. El primero es por las propias características de los residentes: personas mayores, de edad elevada y con patologías previas». Y también por el diseño y concepción de las residencias:son espacios de convivencia.
«Si hay un caso y no se toman a tiempo medidas de contención, los contagios se extienden de una forma muy rápida», apunta Campuzano, quien añade a la lista otras consideraciones vinculadas con el «asesoramiento técnico, la provisión de material, los recursos humanos con los que se ha contado para afrontar un brote». O decisiones respecto a la derivación hospitalaria de los casos positivos. «El hecho de vivir en una residencia no tiene que influir para recibir tratamientos hospitalarios», recuerdan desde Médicos del Mundo. Y añaden:«Nuestros mayores se han llevado la peor parte en todas las fases de esta crisis: desde la falta de recursos al inicio de la pandemia, la saturación de los servicios sanitarios y la desatención en centros no medicalizados hasta el aplazamiento de su atención cuando las UCI estaban desbordadas».
En junio, en plena desescalada, a través de la consejería de Familia, desplegaron la primera fase del proyecto, con la formación de 400 personas, directores y gerentes de residencias de las nueve provincias de la comunidad. Durante esas clases, se les explicó la forma adecuada de utilizar los equipos de protección, cómo gestionar las visitas de familiares, cómo hacer controles eficaces a la entrada de sus instalaciones, cómo almacenar el material y, fundamentalmente, cómo dividir el centro en secciones, para aislar los casos positivos y sospechosos, generar grupos estables de convivencia y crear así barreras de contención dentro de la residencia. Esta ha sido, a su juicio, la gran carencia, un error «bastante común» replicado en varias instalaciones.
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Desde el mes de septiembre, ya inmersos en la segunda ola, voluntarios de la entidad han visitado 15 residencias (serán 22 antes de finales de año)integradas en la fundación Lares:instituciones privadas sin ánimo de lucro, como fundaciones. Con ellos –tanto en Castilla y León como en Castilla-La Mancha– han trabajado en la formación no solo de los equipos directivos, sino también de todos los trabajadores, con la elaboración de planes de contingencia y la actuación a pie del terreno, en las propias residencias.
Allí, han contribuido, en función de las características de cada centro, al diseño de circuitos seguros, a la sectorización de las instalaciones para generar esos grupos burbuja. «Cada residencia tiene sus propias características, pero esto es especialmente importante en las que son muy grandes. Lo mejor es crear grupos estables de convivencia, de entre 10 y 15 personas, que tengan asignados unos espacios y unos trabajadores concretos. Así, si se da un caso, será más fácil hacer el seguimiento, aislar a ese grupo específico y evitar que el virus se exporte a todos los residentes», indica Campuzano. Y todas estas claves nacen de la amplia experiencia de Médicos del Mundo en la gestión de pandemias, como la del cólera o el ébola (con una letalidad mucho mayor), donde la sectorización y control de los contagiados ha sido clave para evitar su propagación.
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Una de sus intervenciones ha tenido lugar en la residencia NuestraSeñora del Carmen, que gestiona Asvai en Valladolid. «Fue muy caótico. Muy caótico, porque de repente un día vinieron, hicieron las pruebas y dijeron, no me acuerdo... había muchísimos positivos», explica Raquel, auxiliar de geriatría en la residencia de Asvai, en un vídeo grabado por Médicos del Mundo. «Tuvimos que vaciar una planta entera, sacar a los residentes.Creo que en estos ocho meses les habremos cambiado unas siete veces de habitación, con todo lo que ello supone, porque los que están bien lo entienden, pero otros, si les cambias de habitación, se desorientan, te dejan de comer, pierden control de esfínteres. Es un caos», añade.
«A las residencias se les ha pedido en los últimos años un esfuerzo cada vez mayor para parecerse a una vivienda, para que los mayores se sientan como en su casa (pueden decorar sus habitaciones, tener espacios de ocio). Pero ahora, con la pandemia, parece que se quiere que sean hospitales, cuando no tienen los medios para ello», asegura Campuzano.
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Médicos del Mundo es rotunda cuando afirma que «la desconexión entre los servicios sociales y los sanitarios y la raquítica financiación de los cuidados a personas dependientes ha dejado a la vista en esta pandemia que las personas mayores no importan lo suficiente, que se ha abandonado a este colectivo». Por eso, reclaman un mayor esfuerzo de inversión pública en programas de atención domiciliaria y de ayuda a la dependencia, «porque hay muchas personas que, con apoyos, podrían vivir en sus casas sin necesidad de terminar en una residencia».
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