![Las mediadoras vecinales reciben 32 solicitudes en los últimos ocho meses](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202202/22/media/cortadas/mediadoras-kcHG-U1601072665318js-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Desde hace poco más de un año, un equipo de tres mediadoras vecinales trabajan en Valladolid para intervenir en los posibles conflictos vecinales que surjan debido a la multiculturalidad existente en la ciudad. María Jesús Matia, Miriam Lorenzo y Esther Villazán son las tres mujeres que componen el equipo de mediación del Ayuntamiento de Valladolid, que cuenta con el apoyo de Rafaela Romero, concejala de Servicios Sociales y Mediación Comunitaria y la concejala de Convivencia y Mediación Comunitaria, Carmen Jiménez.
Las ideas con las que partieron han dado paso a nuevas perspectivas y puntos de vista tras la resolución de parte de los 32 casos que han llegado a sus manos este último año. Del total de conflictos, 21 han podido ser gestionados por el equipo y los otros once fueron desestimados por estar fuera de su margen de actuación. Dentro de los gestionados, ocho de ellos han sido solucionados con éxito por las mediadoras, mientras que otros ocho no llegaron a buen puerto porque «alguna de las partes no quería colaborar». Los otros cinco restantes son casos que no están solucionados todavía.
«A medida que los vallisoletanos conocen el servicio son más los que lo solicitan», reconoce Rafaela Romero. Entre los conflictos que han solucionado con éxito, recuerdan uno en el que una señora mayor no dejaba que el fontanero accediese a su domicilio para arreglar una gotera porque era gitano. «Ella nos lo dijo tal cual: que era gitano y que no le iba a dejar entrar en su casa. Al final, accedió y quedó encantada con el resultado», explica Chus Matia. Carmen Jiménez añade que «todo parte de los prejuicios y, cuando estos caen por su propio peso, la convivencia es mucho mejor».
También relacionado con la multiculturalidad existente en la ciudad, las mediadoras fueron capaces de solucionar otro malentendido entre una comunidad evangelista y los vecinos próximos al culto. «Los residentes se quejaban de la insalubridad y los fuertes ruidos en su calle, pero los evangelistas explicaban que recibían insultos racistas. Tuvimos que intervenir y se llevó a cabo el proceso de mediación porque ambas partes querían solucionarlo», precisan. En ese caso, existía la voluntad «pero no el puente de unión necesario para su resolución», apostilla Miriam Lorenzo. Para las componentes del equipo, lo más importante es el boca a boca. «Es fundamental que los vallisoletanos conozcan el servicio y sepan que existimos, que podemos ayudarles a solucionar problemas sin necesidad de llegar al enfrentamiento», explica. En sentido contrario, hay conflictos que no llegan a solucionar por el rechazo de alguna de las partes. «Hay casos en los que no quieren mediar porque, de una manera u otra, se está cometiendo un delito, como cuando nos dicen que reciben insultos racistas. Eso es un delito de odio y si no quieren la mediación hay una cosa preciosa que se llama justicia», señala María Jesús Matia. Además, Matia está convencida de que el trabajo de las mediadoras es «hacer de puentes, de unión, para solucionar los conflictos entre los habitantes de Valladolid».
Ante la existencia de un conflicto entre dos personas o comunidades incapaces de llegar a un acuerdo, las mediadoras ofrecen este servicio de forma gratuita, voluntaria y completamente confidencial. «En ningún caso se proporcionará la identidad de las personas participantes y, si una de ellas no lo desea, tampoco se le comunicará a la otra», precisan. Lo vivido en este último año ha llevado al equipo a conocer cuándo los casos van a llegar a buen puerto. «Negociar es lo mínimo, pero lo que mayor esfuerzo supone es esa mediación preventiva, en la que los ciudadanos conocen la multiculturalidad que existe a su alrededor.
Para el equipo de mediadoras el futuro está «cada vez más claro» y aseguran que continuarán solucionando conflictos en los barrios de Valladolid «porque la sociedad así lo requiere». En este sentido, Rafaela Romero explica que «los casos se multiplicarán porque es un trabajo muy importante; hay muchas cosas que no se solucionan en los juzgados pero sí en la calle, que es donde conviven ambas partes del conflicto». Su plan está ahora enfocado en la mediación transversal para que la bola de odio no se haga más grande.
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