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Cuenta Rocío López Muñoz (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1961), que la conciencia feminista, las reivindicaciones de igualdad, arraigaron muy pronto en ella, desde pequeñita, en ... la niñez. «Mi familia ha sido siempre muy progresista. Mi padre, Claudio López Serrano, fue concejal en Valladolid, y en mi casa iempre ha habido un ambiente de diálogo y debate, de discusiones, también sobre el feminismo». Pero... «Pero yo veía desigualdades. Todos éramos muy progresistas, pero eran ellas las que hacían la tortilla de patata cuando salíamos al campo. Eran iguales, muy compañeros, un ambiente liberal y progresista, pero más para los hombres que para las mujeres. Ellos, revolucionarios de calle. Ellas, se quedaban más en casa». Y ahí descubrió Rocío que todavía quedaba camino, que había labor por delante para alcanzar la igualdad. Comenzó en 1988 como abogada en el centro de información del Instituto de la Mujer en Palencia, «el único que existía en Castilla y León». En el año 2000, pasó a la Dirección General de la Mujer, «cuando la Junta asumió como propias las competencias». Ahora es coordinadora de las unidades contra la violencia de género de las nueve subdelegaciones del Gobierno. Y todo este trabajo será reconocido este 8 de Marzo en el acto institucional con motivo del Día de la Mujer.
–¿Qué se ha conseguido en este tiempo?
–Yo tengo una visión muy positiva. Cuando comencé a trabajar, muchas mujeres no conocían sus derechos. En aquella época, a la violencia de género se la llamaba malos tratos. Ya solo la denominación decía mucho.
–¿Por qué?
–Porque la palabra maltrato no refleja todo el problema. Puede haber malos tratos a la infancia, a la juventud, a los animales. Cuando hablamos de violencia de género, la denominación está mucho más clara, porque se refiere a un trato discriminatorio y violento a una persona solo por el hecho de ser mujer.
–Una violencia en varias líneas.
–Sí, sí. No solo física, porque está además la violencia psicológica, social, estructural. Y una violencia de la imagen. La imagen que ahora mismo ofrecen muchos medios de comunicación sobre la mujer impone una ficción que hace que la mayoría sean infelices, porque no pueden alcanzar ese nivel que se nos exige. Desde nuestra propia imagen, comportamiento, la forma de hablar o de vestir, siempre estamos cuestionadas.
–Y frente a esto...
–Educación. Ya hay muchos programas que trabajan con adolescentes, hay charlas en institutos. Pero todavía falta camino hacia la igualdad. Las chicas son mucho más feministas. Por ejemplo, no aguantan los celos tanto como antes. Ya saben que eso no es un símbolo de amor. Pero ojo, porque se están lanzando mensajes contradictorios. Porque, por un lado, les enseñamos eso, que los celos no son amor, pero luego muchísimas canciones, series o películas dicen lo contrario, presentan comportamientos machistas como si fueran amor. Los chicos están muy perdidos. Sobre todo ellos. Porque algunos piensan que en la lucha por la igualdad, ellos saldrán perdiendo. Y no es así, la igualdad será buena para toda la sociedad.
–Así que...
–El camino que nos queda es, sobre todo, ese, que los hombres consideren que la igualdad nos va a enriquecer a todos. ¡Claro que hay hombres feministas! He vivido con ellos, trabajado con ellos, los he conocido. En el momento en el que nos demos cuenta de que la igualdad es lo mejor para todos y todas, no pondremos tantas trabas. Ahora mismo, cuando ha pasado lo de 'la manada', ejemplos de agresiones sexuales en grupo, muchos hombres se han sensibilizado muchísimo, porque se han dado cuenta de que esas situaciones violentas o de desigualdad y discriminación la pueden sufrir sus hijas. Las mujeres están muy preparadas y las propias familias no quieren que sus hijas sean discriminadas solo por el hecho de ser mujer.
–¿Hoy hay más conciencia, más recursos que cuando comenzó a trabajar en este ámbito?
–En 1988 no había protocolos sobre cómo dar una respuesta a situaciones de violencia por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad. No se les explicaba cómo atender a las mujeres, como escucharlas. Empezamos a trabajar en ello de una manera muy artesanal, a través de grupos de mujeres y religiosos, intentando sacar a las mujeres que no tenían dónde ir hacia casas de acogida de otras provincias. Pero lo hacíamos de una forma muy poco institucional, porque era un trabajo muy de voluntariado. Desde el año 2004 hay una ley contra la violencia de género, las fuerzas de seguridad ya están perfectamente formadas y preparadas, están las fiscalías específicas para los delitos de violencia de género y hay una serie de recursos en todas las comunidades autónomas al servicio de las mujeres. El cambio es enorme. El problema son las mentalidades, porque es mucho más difícil cambiar las mentalidades que la normativa.
–El Consejo Municipal de la Mujer le hará un reconocimiento el 8M por su trabajo estos años.
–Y lo recibo con mucho orgullo. Cualquier reconocimiento, a cualquier mujer, es importante, porque todas hemos pasado muy desapercibidas a lo largo de la historia. Y, en muchos ámbitos lo seguimos siendo, a pesar de que nuestras capacidades. Pero es que, además, en Valladolid, el movimiento feminista, del que me considero parte, tiene mucha fuerza, mucha historia, y un reconocimiento suyo es especialmente importante.
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