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Confinado en su casa como los más de 11.000 empleados de Renault con el empleo suspendido o reducido y con tiempo libre para, en teoría, dedicarlo a su vida personal, Mario Caviedes es uno de los casi dos centenares de trabajadores del fabricante de automoción que han encontrado una manera de llenar las horas con una ocupación que también merece un aplauso. En el futuro cada cual podrá construirse su propio chalet y su propio coche con una impresora 3D. Ahora, algunos tienen estas máquinas funcionando hasta echar humo para fabricar máscaras de protección que se envían a hospitales y residencias de ancianos.
«Es increíble la cantidad de gente que se ha unido a la iniciativa –explica–. Al principio solo éramos los que disponíamos de una impresora en casa y ahora hay un montón de voluntarios que se encargan también de buscar financiación, conseguir suministros, organizarlo todo y darle salida. Creamos un pequeño grupo de WhatsApp y ya vamos por más de 180 contactos».
En su caso, la historia deja boquiabierto desde antes de empezar. La impresora es de fabricación artesanal, montada por su hermano pieza a pieza. Con piezas, por cierto, fabricadas en otra impresora 3D. Mario trabaja en Renault desde 2003, en la sección de ingeniería de embutición de la factoría de Carrocería y Montaje, y su ERTE es de reducción de jornada a la mitad;el resto teletrabaja desde casa, donde mantiene contacto a distancia... a tanta como la que le separa de los proveedores asiáticos con los que mantiene el contacto. La actual crisis sanitaria, el estado de alarma y el confinamiento pasarán y Renault tiene que estar preparado para reiniciar la actividad sin dilación.
El grupo de trabajadores con el que arrancó la iniciativa puso la primera piedra buscando modelos de soporte para las máscaras y viseras de protección. En cuanto se corrió la voz, comenzaron las adhesiones. «Ahora ya estamos bastante organizados, con una hoja de Excel comunitaria donde incluimos los progresos de cada uno. Diría que estamos fabricando unas 15 o 17 diarias por persona, pero hay gente que tiene más de una impresora, hasta cuatro algunos, y sacan más».
Antes de sumarse al grupo de 'Renault al Rescate', Mario utilizaba el aparato para múltiples aplicaciones caseras, sobre todo para aficiones como el modelismo, el bricolaje doméstico o la fabricación de juguetes y moldes de repostería personalizados. Quién iba a decirle que iba a acabar utilizándose para salvar vidas.
A nivel profesional, en Renault se utilizan cada vez con más frecuencia para construir utensilios de montaje sencillos, patrones de verificación geométrica, etc. De hecho, la empresa ha puesto hasta una veintena de aparatos, algunos con capacidad industrial, a disposición de los voluntarios.
Éste consta ahora de una capacidad organizativa de alto nivel. Hay quienes se encargan de que no falten suministros –bobinas de filamento–, otros de canalizar las donaciones –que llegan a través de cuentas de Amazon (pinchando en la pestaña de cheques-regalo) y Paypal–, algunos más de la logística de distribución, en la que participa desde la Guardia Civil hasta empresas de paquetería. También colaboran instituciones como Cidaut y cuentan con la participación de Sacyl, que se ha encargado de la validación de la fiabilidad médica de las máscaras. La lista es larga y no para de crecer: Ader, Clonewords, Cristo Rey, Servical, @resistencia, papelerías que están haciendo donaciones...
Las bobinas tienen un coste de 20 euros y dan para 30 máscaras, cada una de las cuales tarda en fabricarse una hora y cuarto. Después hay que colocarle la lámina de acetato y las gomas, una labor en la que Mario cuenta con la colaboración de su familia, incluida su hija Claudia, de ocho años. «Cuando suena la alarma, corre a sacar la pieza de la impresora».
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