Mientras aguarda impaciente el sonido de la campanilla que anticipe que un cliente está a punto de entrar en su tienda, la propietaria de Frutos Secos Carlos, Ana María Frutos, mantiene a punto el interior del establecimiento. Sabe que esta circunstancia se antoja misión imposible –cuenta que las ventas se han desplomado «casi un 80 o 90%» durante los últimos quince días– y, por ello, admite que le resulta «muy difícil pensar que esto va a cambiar». «Hay muchísimo miedo, la gente casi no viene y se afronta cada vez peor; vamos a empezar mes, los gastos vienen y no hay ingresos. Para los autónomos no hay mucho que hacer», subraya.
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Revela que si no han bajado ya la persiana de su negocio familiar es porque tienen «unos hijos a los que mantener y alimentar». «Si esto sigue así habrá que plantearse de todo; vamos a aguantar lo que sea, pero la gente tiene que darse cuenta de que, por el bien de todos, hay que comprar en el pequeño comercio», insiste.
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