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Lo llaman «pobreza heredada» y no es una cadena perpetua, una condena de por vida. En Cáritas prefieren hablar de «transmisión intergeneracional de la pobreza». En realidad es lo mismo. Un concepto para referirse a «las dificultades que tienen aquellos que viven su infancia y su juventud en un hogar en situación de pobreza y exclusión social, lo que les impide generar dinámicas de un cambio ascendente en el estatus socioeconómico con relación a la generación anterior. Es decir, la pobreza se convierte en una enfermedad hereditaria de funestas consecuencias si no se atacan las causas», asegura Carlos San Segundo, educador de Cáritas.
¿Qué causas? «La cronicidad de la dependencia, el fracaso escolar, las malas condiciones de la vivienda, la violencia intrafamiliar, el paro laboral o el empleo precario, la guetización de los barrios, la estigmatización social», añade Antonio Verdugo, sacerdote de Santo Toribio, la parroquia de la calle Hornija, junto a Las Viudas. Así, nacer en una familia con más o menos renta, con más o menos dinero y patrimonio, donde la educación se percibe como un bien, sí que influye en la economía posterior de los hijos que allí se criaron. Los vallisoletanos que han cumplido ahora 32 años tienen una diferencia de ingresos de hasta 4.000 euros al año en función de si sus padres estaban (en 1998) entre los hogares más ricos o se situaban entre los más empobrecidos de Valladolid.
Es la conclusión a la que ha llegado el Atlas de Oportunidades que acaban de publicar las fundaciones COTEC y Felipe González. El estudio ha rastreado la información tributaria de 2,7 millones de jóvenes de toda España (nacidos entre 1984 y 1990) para analizar su renta bruta anual y compararla con la que tenían los hogares en los que se criaron hace 22 años. Para ello, se han servido de los datos consignados en las declaraciones de la renta, con el objetivo de ver cómo las condiciones económicas de partida influyen en los ingresos posteriores. Y, a partir de ahí, evaluar las posibilidades de prosperar, de subir en un ascensor social que no funciona igual en todas las provincias.
De hecho, las oportunidades de mejora económica en Valladolid, de escapar de ese «círculo de pobreza», son superiores a la media nacional. En el conjunto del país, el 27% de los jóvenes que se criaron en los hogares con menos renta continúan inmersos en los segmentos más desfavorecidos de la sociedad. Sin embargo, ese porcentaje en Valladolid se reduce al 16,7%, ya que esos jóvenes han saltado a sectores con más ingresos. ¿Por qué? Los autores del estudio explican varios factores. El más importante es la educación.
Castilla y León tiene unas cifras de abandono escolar temprano (14,3%) inferiores a las de la media nacional (17,3%) y muy por debajo de las de comunidades como Baleares (24,2%), Murcia (22,6%) y Andalucía (21,6%). Además, la tasa neta de escolarización universitaria es ocho puntos superior en Castilla y León (el 40,5% de los jóvenes se han matriculado en estudios superiores) que en el conjunto del país (32,4%). La formación se concibe como uno de los factores clave para escalar socialmente, pero hay otros, como la cercanía a las grandes ciudades (Madrid o Barcelona), debido a las posibilidades de movilidad laboral que generan. Y también influye la tasa de estacionalidad en el empleo. Las comunidades cuyas economías dependen más de sectores vinculados con temporadas concretas, como el turismo (ahí está la Comunidad Valenciana), tienen peores indicadores de ascenso social.
Y esto influye. Así, hay regiones en las que la mayor parte de los hijos están en niveles de renta más altos que sus padres. Es el caso de Cataluña, Aragón, La Rioja, Madrid, Baleares, Castilla-La Mancha y también Castilla y León. Pero otras, en el otro extremo (son también las regiones con más paro), donde no es tan sencillo escapar de ese círculo. Aquí están Murcia, Extremadura, Canarias y Andalucía, donde la mayoría de los hijos han bajado varios peldaños respecto a sus padres. Por lo tanto, influye el hogar en el que se ha vivido, pero también la provincia de partida. Y el entorno.
«No solo hay que fijarse en los niveles de renta, sino en las dinámicas sociales y de la familia. Puede que en un hogar haya momentos, años en los que llegue más dinero. Porque los dos progenitores han encontrado trabajo, porque les han hecho indefinidos, un contrato a tiempo completo. Pero si no se cambia la organización doméstica, si no hay referentes que inviten a formarse, a avanzar, a prosperar, no se habrá conseguido mucho», indica Marta García, educadora de JuanSoñador.
Esta entidad, junto con al Casa de Juventud Aleste y Secretariado Gitano, trabaja desde hace cuatro años en un programa a largo plazo para romper con las cadenas de la pobreza heredada. Cada año acompañan a 54 familias –la red nació en Pajarillos– con la implicación de los colegios, los trabajadores sociales de los Ceas... No se trata de una intervención puntual, sino que se trabaja con los menores desde que están en Primaria hasta que son mayores de edad. «La clave del éxito está en crear un entorno positivo de estudio, de ocio saludable, con herramientas que les sirvan para el futuro», indica García. Y donde también es importante la creación de figuras referentes, de éxito educativo. «Hay familias cuyos progenitores abandonaron pronto los estudios, donde la gente de su entorno también lo hizo.Es importante enseñar a estos niños la importancia de seguir formándose, bien en la Universidad o con ciclos profesionales», añade.
Hay otras entidades que trabajan en esa línea. Acabar con esa «herencia maldita» de la pobreza es una de los objetivos de las becas que cada curso concede Red Íncola a más de cincuenta familias sin recursos.
Cáritas Diocesana de Valladolid tiene un programa específico, con trece proyectos en marcha desplegados desde las parroquias. En aquellos barrios más vulnerables (Caamaño-Las Viudas, Pajarillos Bajos, Belén-Pilarica, Barrio España) también trabajan desde la educación de calle, con el acompañamiento a 400 chicos y jóvenes y la implicación de 122 voluntarios, además de técnicos y párrocos. «Ofrecemos apoyo escolar, ocio y tiempo libre educativo, formación en habilidades parentales, teatro, deporte... Son acciones sostenidas en el tiempo y con un trabajo en procesos para proporcionar al joven instrumentos y recursos que les permitan romper con ese determinismo social que, como juez prevaricador, les quiere condenar a la pobreza de manera perpetua y heredada. Además, en estos tiempos de crisis, tenemos que, ante la inseguridad, ofrecer certezas; ante el aislamiento, ser puentes, y ante la incertidumbre, ofrecer perspectiva», indica San Segundo.
«Si optamos por la educación y el acompañamiento del joven en exclusión o en riesgo de exclusión social, apostando por el caballo de la pata rota, sembramos un futuro de justicia. Sin embargo, concierne a las instituciones públicas una importante responsabilidad en este asunto. Son ellas las que, en colaboración con todos los demás agentes, deben implementar medidas políticas y económicas que rompan con este lacerante e injusto círculo. Crear dependencias a cambio de ayudas económicas, desde luego no ayuda», asegura Verdugo. Y San Segundo tiene claro que «si se quieren cambiar las cosas de verdad hay que apostar por los programas de infancia, porque desde ese trabajo de prevención se atacan las causas que provocan los diferentes problemas sociales».
Como punto para el análisis, está este Atlas de Oportunidades, publicado hace unos días. Para elaborar el estudio, los datos se han expresado en centiles. Así, «un hijo está en el centil cien si se sitúa entre el 1% de los jóvenes con más rentas de toda España y está en el centil 1 si se encuentra dentro del 1% de los hogares más pobres». Para el estudio, se ha establecido como punto de partida de hogar pobre aquel que se encuentra entre el 20% de los que tienen menos ingresos (y cuyas declaraciones no superaban entonces, en el año 1998, los 10.000 euros anuales).
El 16,7 % de los jóvenes que se criaron en esos hogares continúan atrapados en esos bajos niveles de ingresos, pero el resto ha conseguido escalar posiciones. Y, de hecho, el 18,2% de los jóvenes que crecieron en esas familias con pocos recursos se han conseguido aupar ahora, al cumplir los 30 años, entre los que más ingresos perciben. Eso sí, la posibilidad de situarse en la cima es muy superior entre aquellos que nacieron en las familias con más recursos. El 33% de los hijos de familias ricas acaban entre los que tienen más ingresos. Así, tienen más posiblidades de disfrutar de rentas altas en la edad adulta (el 33% frente al 18,2%) aquellos que crecieron en una familia rica.
Todos estos porcentajes tienen traducción en euros. Los hijos de los hogares pobres ganan (renta mediana) en torno a los 18.997 euros anuales en Valladolid (en el año 2016 y para los que tienen hoy entre 26 y 32 años) y los de las familias de renta media se sitúan en los 21.991. El incremento de renta no es lineal, sino que se acelera a medida que se sube en la escala social. Así, los hijos de aquellos que se situaban entre el 20% más rico ya rondaban los 23.000 euros y los del 1% con más ingresos contaban, de media, con 32.000 euros.
El rastreo de datos permite llegar incluso al detalle local (aunque no están recogidos todos los municipios) y, en las grandes ciudades, apurar hasta los códigos postales. En la capital vallisoletana, los niveles de renta más importantes se sitúan en el entorno de La Antigua-Santa Cruz, donde los jóvenes con mayores ingresos perciben hasta 5.000 euros más que los nacidos en barrios como Hospital o San Pedro Regalado.
En el conjunto de la capital, la renta mediana de los jóvenes que nacieron en los hogares más pobres se sitúa en 18.997 euros y la de las familias con más ingresos está en 23.001 (una diferencia que ronda los 4.000 euros). Esta distancia se estrecha en los municipios más pequeños. Pero sigue siendo importante en localidades como Arroyo, Simancas, Tordesillas o Viana de Cega. En los pueblos habría que tener en cuenta otro elemento corrector. Los datos de partida se tomaron en 1998, cuando varias localidades aún no habían experimentado el salto demográfico vivido a principios del siglo XXI. Así, los indicadores de los municipios del alfoz (La Cistérniga o Arroyo) no son tan significativos, puesto que la realidad de estas localidades hace veinte años no es la que se vive ahora, que han multiplicado su población con un nuevo perfil de vecinos más joven.
La lupa por distritos censales permite comprobar cómo los barrios en los que más ha prosperado su población joven (al pasar de los niveles con menos renta de sus padres a otros con mayores ingresos) están en la zona de San Pablo (ha subido de escala el 29%) y La Victoria (21%). El ascensor social no ha sido tan relevante en barrios como Vadillos y Circular (solo el 13% han saltado hasta las rentas más altas desde los hogares más empobrecidos)o La Rondilla-Barrio España (14%). Los niveles de renta más altos se han mantenido en La Antigua-Santa Cruz (el 39% de los hijos de hogares ricos continúan enaltos niveles de ingresos) y no tanto en Pajarillos (donde ese porcentaje cae al 26%).
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El informe ofrece una matización a la hora de su elaboración, ya que reconoce que buena parte de los hogares con menos renta pueden haberse quedado fuera del proyecto, ya que el punto de partida es la declaración de la renta de 1998, que pudo no hacerse entre esos sectores con menos ingresos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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