Fiestas de San Pedro Regalado
'Maestro Lera', el libro póstumo que resucita el alma del cronista taurino de El Norte de CastillaFiestas de San Pedro Regalado
'Maestro Lera', el libro póstumo que resucita el alma del cronista taurino de El Norte de CastillaNo, por allí no estaba Lera. Imposible. No sé si hubiera hecho el esfuerzo si de una faena de David Luguillano, el torero de sus entrañas, se tratara. Pero era impensable que Lera, más allá de su muerte, hubiera asistido a un acto tan multitudinario. ... Y en su memoria, como homenaje postrero. Que no, que no, por mucho que me entretuve en mirar él no estaba allí. Era tan tímido. Eso sí, un tímido universal y, desde que no está, un tímido eterno. Muy a su pesar, qué le vamos a hacer. Qué le va a hacer.
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El caso es que la convocatoria era muy clara: Maestro Lera, Círculo de Recreo de Valladolid, sábado 11 de mayo de 2024. Convocan: Amigos del Maestro Lera. La cita era ineludible, y lo fue para las alrededor de 250 personas que acudieron. Quedada que, en su solemnidad, todo hay que decirlo, contrastaba con la exigente naturalidad del homenajeado. Además, sin ser causalidad (quizá causalidad), era el cumpleaños de José Luis, pues cuando el recuerdo prorroga la existencia de las personas, de las que se lo merecen, como él, se siguen cumpliendo años. 93 tacazos, 93.
Lera fue redactor de Nacional e Internacional en esta casa, El Norte de Castilla, entrañable maestro de periodistas de sucesivas generaciones que se iban sumando en su dilatada trayectoria. Pero el Lera definitivo, triunfal desde su irreparable humildad, fue el que ejerció la crítica taurina con un análisis tan profundo que a veces pasaba desapercibido para los neófitos, pues su ironía –una muestra más de su afilada inteligencia- podría parecer frivolidad. Y no. Y no porque Lera no supiera desdramatizar algunas escenas de la realidad. No, no era eso.
La relación de Lera con la tauromaquia fue de exquisita galantería. Con un punto de seducción, a veces entre el desdén y la indiferencia impostada. Una tensión emocional no siempre resuelta. La conversación era una de las disciplinas que más y mejor manejó, y por eso el juego nobilísmo de la palabra emergía con especial potencia en las tertulias. Como la del Corinto, a la que aludió uno de los múltiples oradores del acto, el crítico taurino Fernando Fernández Román.
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Por cierto, una visita a la antigua redacción a El Norte de Castilla, hace casi 40 años, y aquellas tertulias del Corinto fueron mis primeros contados con Lera, que sabía acoger con cariño, y sin ñoñerías. Como ese tío cercano y empático al que te atreves a confesar lo que nunca dirías a tus padres ni ante la Guardia Civil.
La convocatoria, promovida por Paz Altés, Henar Sastre y Nieves Caballero como triunvirato más visible, era la ocasión de presentar el libro Maestro Lera, 27 crónicas 27, en el que los textos de Roberto Jiménez, amigo íntimo de Lera, y las fotografías de Patricio Cacho, Fran Jiménez, Henar Sastre, Ramón Gómez y Gabriel Villamil, ofrecen una panorámica holística de una persona cabal, buena y poliédrica. Se puede leer de Lera, lo dice Jiménez, que fue un hombre de palabra. Y lo fue, sin duda. Por el verbo y por la lealtad. Ajeno a las estridencias, su legitimidad existencial estribó en la coherencia y la congruencia.
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Durante cerca de una hora fue Santos García Catalán, quien durante muchos años ha ejercido también en Valladolid la crítica taurina, quien condujo un acto que abrió el matador de toros David Luguillano. Quien brindó a Lera su primer becerro en Medina del Campo y el toro de su alternativa en Las Ventas. Lera, se puede leer en el libro en su integridad, le dedicó aquella mítica crítica titulada El Concierto de Aranjuez. Cierto que Bergamín escribió aquello de la Música callada del toreo, pero es que el homenajeado nada tenía que envidiar a éste. Y, además, es evidente, tenía mejor oído.
Henar Sastre y Nieves Caballero dialogaron, mano a mano, sobre ese Lera que fue maestro y amigo, consejero y acompañante de la aventura periodística. Y de aquellos cafés, quizá no tan taurinos, antes de comenzar la jornada de tarde en la redacción. Con un pequeño lapsus (taurino, dijo Caballero) que llevó a Sastre a decir Domínguez en vez de Jiménez. No era descabellado.
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Palabras de amistad de Vicente Garrido, de agradecimiento de su hijo José Luis, de Juan Urrea… No se quiso perder la cita el alcalde de la ciudad, Jesús Julio Carnero. Y sonó, como cierre, el pasodoble 'José Luis Lera', compuesto por Eugenio Gómez. Quien, en pie, señalaba con su dedo índice al cielo. Aunque, en ese momento, Lera éramos todos.
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