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Ángeles Cerezo, a la izquierda, junto a su hija, María Ángeles Alonso. El Norte

«Mi madre volvió a revivir el terror de la Guerra Civil»

Coronavirus en Valladolid ·

En marzo se cumplirá un año de la muerte de Ángeles Cerezo en el brote de covid de la residencia DomusVi de Arroyo y su hija María Ángeles trata de superar su pérdida

Marco Alonso

Valladolid

Sábado, 27 de febrero 2021, 07:55

Las heridas tardan más o menos en cicatrizar dependiendo de lo profundas que sean, y las que está dejando la pandemia no son precisamente superficiales. Eso lo sabe bien María Ángeles Alonso, que perdió a su madre, Ángeles Cerezo García –de 97 años–, el 28 de marzo de 2020 en el brote de covid que se declaró en la residencia DomusVi de Arroyo. Ha pasado casi un año de aquel día y María Ángeles reconoce que no se ha recuperado del trauma que vivió aquellos días. «Tuve la amarga experiencia de oír cómo me decía por teléfono todo lo que estaba pasando dentro de la residencia. Mi madre volvió a revivir el terror de la Guerra Civil. Ella veía esto como una guerra. Lo hablamos muchas veces y sabía lo que era una guerra bacteriológica. Nos lo decía por teléfono y oír eso sin poder hacer nada es horroroso. No se lo deseo a nadie», rememora.

Ángeles Cerezo García nació en la localidad palentina de Barruelo de Santullán el 10 de octubre de 1922. Durante la guerra estuvo trabajando en la localidad guipuzcoana de Zumárraga, en la que conoció al hombre que posteriormente pasó a ser su marido, Mariano Alonso. En aquellos tiempos convulsos el matrimonio decidió asentarse en la localidad palentina de Barruelo de Santullán, donde Mariano trabajó como minero y también como zapatero hasta que se cerraron las minas y le dieron la baja por silicosis. Al ver que su vida laboral había tocado a su fin, la pareja decidió mudarse a tierras vallisoletanas para estar más cerca de su hija, María Ángeles. Primero recalaron en Laguna de Duero, municipio del que pronto se mudarían para acabar viviendo en Parquesol, barrio en el que reside toda la familia.

El engranaje que hacía girar el motor de la vida de Ángeles Cerezo era su familia. Su hija María Ángeles, su yerno Félis, sus nietos Merche, Christian, Juan Carlos y Laura y sus bisnietas Alba y Alicia lo fueron todo para ella tras el fallecimiento de su esposo. Por eso mismo dio un importante paso en su vida hace unos dos años, tal y como relata María Ángeles. «Decidió ir a una residencia en contra de mi voluntad. Era muy generosa y tomó esta determinación. Tenía un problema en las rodillas, iba en silla de ruedas y no quería ser una carga. Para nosotros no lo era, pero no se dejó convencer y pasó por dos residencias hasta que sucedió este triste final», explica María Ángeles.

El triste final tuvo su origen en un brote de covid en la residencia de mayores en la que vivía. «El brote arrasó. Mi madre fue de las primeras en morir y ahora, después de pasar un año, siento que tuvimos suerte porque el sufrimiento fue corto. Ni ella ni nosotros hubiéramos superado que una situación así se prolongase mucho tiempo», reconoce María Ángeles.

La forma en la que murió Ángeles es lo que más duele a su hija. «Oí agonizar a mi madre. Todos nos tenemos que morir y yo era consciente de que su vida tenía que acabar algún día, pero la forma en la que das ese paso es muy importante. Mi madre murió sola», incide esta instructora de yoga retirada, que sintió una enorme impotencia por no poder ayudar a Ángeles en ese crítico momento. «La experiencia de ella dentro de la residencia en esos días fue horrorosa. Lo que oía y lo que veía en ese aislamiento obligado que tenían en esos días fue horrible», sentencia.

Tras el fallecimiento, llegó el amargo trago de decir adiós a su madre en unas circunstancias muy difíciles. «La despedida a un ser querido, el duelo, no se le debe negar a nadie y no lo tuvimos», explica para detallar después cómo fue la discreta incineración de esta mujer, que vivió siempre arropada por los suyos y en su marcha no pudo tener cerca a muchas de las personas que la querían. «Solo asistimos a la incineración mi hijo Christian y yo. Eran los peores momentos de la pandemia. Nos paró tres veces la Policía para preguntarnos dónde íbamos. Mi hija Merche y su marido estaban aislados con covid», apunta.

Pronto se cumplirá un año de aquellos difíciles días para la familia de Ángeles Cerezo y su hija asegura que la profunda herida que ha dejado su muerte cicatriza lentamente. «Para superar este mal trago tienes que sacar fuerzas a través del tiempo, que es el que hace que este dolor se vaya suavizando. La disciplina de mi mente ha sido muy importante. No me he dejado caer en el derrotismo. Lo he pasado muy mal, pero me he ido sobreponiendo porque he llegado a pensar que mi madre ya no sigue sufriendo. Llevo mucho mejor sufrir yo sola que ver sufrir a mi madre», apostilla.

María Ángeles asegura ser una mujer muy activa y ahora ayuda a otras personas en el centro de mayores La Victoria, lo que le está permitiendo vivir su duelo de una forma constructiva: ayudando a los demás en diferentes ámbitos. «No te puedes quedar con los brazos cruzados lamiéndote las heridas. Poco tiempo después de la muerte de mi madre comencé a llamar a personas del centro de mayores para hacerles más llevadero el confinamiento», explica María Ángeles que, pese a todo el dolor que le ha producido el fallecimiento de su madre en estas circunstancias, prefiere quedarse con los buenos recuerdos. «La vida ha sido generosa con nosotros porque mi madre ha tenido una dedicación total hacia nuestra familia y nosotros hacia ella. Esto ha sido algo que nos tenía que pasar. Dicen que no hay rosa sin espinas y nuestra espina ha sido la muerte de madre en estas circunstancias. Nos lo tomamos así porque es la única forma de seguir adelante», concluye.

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