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A María Lourdes Real Ferrero (Valladolid, 1959) le encantaba escuchar a los misioneros que de vez en cuando se acercaban a su colegio para explicar ... lo que hacían a miles de kilómetros de allí. «Me gustaban mucho esas visitas, cuando nos mostraban imágenes de sus misiones». Fotos de su labor en países de África, en aldeas de América… Lourdes se imaginaba a sí misma allí, tan lejos de su casa, tan cerca de los más necesitados. «A los 15 o 16 años tenía una gran inquietud por aprender, por ayudar». Y esa turbación le ha llevado ahora hasta su destino actual, en Yaoundé, la capital política de Camerún, la segunda ciudad más poblada del país. Allí, colabora con dos parroquias, con grupos de jóvenes, con un centro formativo para mujeres que no han completado sus estudios, con familias que atraviesan duras dificultades para sobrevivir.
«Fue mi hermano (sacerdote) quien me habló de los misioneros identes», cuenta Lourdes, quien tiene otra hermana (médico en Madrid). Estudió en el colegio de las hermanas Carmelitas de la caridad de Santa Joaquina de Vedruna. «Primero en el colegio de la calle Mantería, hasta que lo tiraron, y luego en el de la plaza de Santa Cruz». Cursó después Químicas en la Universidad e hizo el doctorado. Pero aquella revelación misionera le indicó un camino fuera de Valladolid. Cuando su hermano le habló de esa comunidad, Lourdes se reunió con una misionera idente. «Aprendí mucho. Dios me hizo ver que la religión es más que la moral, es vivir una relación personal de amor con las personas divinas. Descubrí que la santidad es vivir esa historia de amor personal y que implica un estado de oración continua: vigilar, transformar, ofrecer también los pensamientos, sentimientos… Eso daba un impulso, una fuerza, un sentido a mi vida», cuenta.
A los 22 años ingresó en la vida común, «lo que significa vivir el celibato en comunidad y la posibilidad para ser trasladada a cualquier parte del mundo». Eso, dentro del Instituto Id de Cristo Redentor, misioneros y misioneras identes. «Es una nueva forma de vida consagrada de derecho pontificio, fundada en 1959 por Fernando Rielo Pardal (1923-2024), un pensador, poeta y humanista. Nuestro carisma consiste en identificarnos con Cristo, viviendo una santidad filial en común». Explica que hay dos ámbitos específicos de trabajo: «El diálogo con los intelectuales para propagar y defender la verdad revelada y el apostolado con los jóvenes que perdieron su fe católica o no la alcanzaron nunca. Esta labor evangelizadora se realiza de diferentes maneras, según las solicitudes de las iglesias locales. Y siempre según el deseo de nuestro fundador de hacer el bien».
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Su primer destino fue Estambul y luego recaló en Bébédjia, una localidad de casi 30.000 habitantes en el sur de Chad que se vio gravemente afectada por el tornado que sacudió la región en mayo de 2007, y en el que murieron catorce personas. «Recuerdo mi primer despertar en África. El color de la luz era diferente al que yo conocía, las plantas y el paisaje tan distintos. Me sentí muy lejos de todo, pero recibí una idea que me reconfortó: 'Dios está aquí también'».
Su siguiente destino, donde se encuentra en la actualidad, fue Yaoundé, donde la comunidad ya estaba presente desde 1988. «Allí nos ocupamos de dos parroquias, La Sainte Famille d'Elig-Assiga y, desde 2009, Saints Pierre et Paul de Soa, parroquia universitaria, dirigida a los estudiantes, profesores y personal administrativo de la Universidad de Yaundé (II) Soa. Allí trabajamos en el 'parlamento universal de la juventud', un hermoso proyecto de nuestro fundador para convocar a los jóvenes de todo país y religión a reflexionar y comprometerse ante los diferentes problemas y situaciones de la sociedad, ofreciendo como modelo a Jesucristo, humanista por excelencia». Además, cuentan con un centro de corte y confección para muchachas (cristianas y musulmanas) que no continúan sus estudios de Secundaria o que ni siquiera han concluido Primaria.
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La comunidad en la que asiste Lourdes está formada por cinco misioneras: la superiora, que es francesa, además de una ecuatoriana y dos camerunesas. «También hay misioneras casadas (miembros asociados) que viven con sus familias, pero con el mismo espíritu. Nuestra fundación se va consolidando. Este año, en julio, dos hermanos cameruneses han sido ordenados sacerdotes. Uno de ellos ha sido traslado a una de nuestras misiones en Bolivia y una misionera camerunesa ha sido trasladada a Italia».
Sus desvelos actuales pasan por la construcción de la nueva iglesia para la parroquia universitaria. «La actual es de planchas de madera» y sufre el ataque de las termitas. «Nos han ayudado desde diferentes organismos, además de donantes privados, pero seguimos necesitando ayuda para completar la construcción».
En la otra parroquia, la de Sainte Famille d'Elig-Assiga, vivieron hace unas semanas una casualidad casi milagrosa. «Hasta nosotros llegó una madre, sin recursos económicos, para pedir ayuda porque tiene un bebé con hidrocefalia. Los médicos le habían dicho que debía ser operada con urgencia para extraer el líquido. Cáritas hizo el anuncio en la misa del domingo, para que entre todos se pudiera pagar la operación». «La providencia nos dio una bella sorpresa», explica Lourdes. Al final de la misa, se acercó a ellas un hombre. Era un neurocirujano infantil, un camerunés que trabajaba en Rusia y que se encontraba en Yaundé de vacaciones. «Nos dijo que podía ocuparse del caso. Y así fue. Él mismo la operó gratuitamente en la clínica de un médico amigo suyo. El precio total fue de más de 450.000 fcfa (francos de la comunidad financiera africana). Al cambio, unos 680 euros. Las colectas de la parroquia pudieron recoger gran parte de esta suma y nosotros lo completamos con ayudas que recibimos de nuestros amigos y familiares».
Y eso que nunca hay fondos suficientes para todas las necesidades. «Desde Cáritas asistimos sobre todo en tres campos. El primero es la salud, porque la mayoría carece de seguro médico. El segundo, los estudios. Y el tercero es la puesta en marcha de pequeños créditos para que, sobre todo las familias monoparentales (madres con hijos), puedan desarrollar una pequeña actividad comercial para salir adelante (en general, preparar comida para luego venderla en la calle)». Además, viven de cerca uno de los grandes dramas, el de la emigración de los jóvenes. «Aquí no encuentran trabajo». Los más afortunados, los universitarios, se marchan a Europa, Estados Unidos o Canadá, lo que merma talento para el desarrollo del país.
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