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Es jueves y una docena de inmigrantes recién llegados a Valladolid se reúnen en la sede de la Red Incola (barrio de La Rondilla) para ... recibir la bienvenida y una primera charla sobre todos los recursos que pueden mitigar una llegada siempre precaria y llena de dudas, carencias y temores. «Desde enero hemos aumentado el espacio de recibimiento y apoyo. Antes lo hacíamos de uno en uno. Ahora son tantos que lo hacemos de forma colectiva para 'desatascar' la agenda», resume el coordinador de Red Incola, Eduardo Menchaca.
Los números corroboran estas percepción. Entre enero y marzo de 2022, la 'telaraña' de entidades sociales que forman Incola han recibido a 425 migrantes, casi el triple que en el mismo periodo del año anterior (162). Solo en estos tres meses han llamado a sus puertas casi la mitad de los que lo hacían en todo un año hasta ahora (939 personas en 2020; 913 en 2021).
No resulta fácil establecer las causas de este nuevo flujo migratorio. Parece claro que la superación de la covid está abriendo el tráfico, en especial aéreo. De hecho, casi todos los que llegan desde países de habla hispana acceden con un visado turístico (90 días de estancia legal). Por contra, la crisis mundial que está generando la guerra de Ucrania no disuade a estas personas. Ellos tienen sus propias urgencias: buscar una vida mejor.
«Nuestra percepción es que Madrid como destino está colapsado -reflexiona Menchaca-. Y que muchos buscan alternativas cercanas a la capital en las que tengan algún contacto o arraigo y que además la vida sea un poco menos cara».
Los nuevos vecinos de Valladolid son en su mayoría colombianos (155 en lo que va de año), marroquíes (62), venezolanos (54) y peruanos (39). Algunos llegan con sus familias al completo. De hecho, 60 de estas 425 personas son niños que ya acuden a clase en centros públicos.
Los expertos del sector social que tratan de ayudarles han percibido un cambio de tendencia. «Antes llegaban aquí después de meses e incluso años de estancia en otros lugares de España. Ahora llegan directamente», confirma Eduardo Menchaca.
Por eso y dos jueves al mes, en Incola se reúne una buena remesa de los últimos que han llegado. «El objetivo es que se conozcan y ayuden entre ellos y vayan haciendo una red humana», resume Mari Luz, la técnico que les da este primer 'catecismo' de la supervivencia básica.
Se trata de una charla en la que se les explica los cinco pilares en los que pueden apoyar sus necesidades. No hay preguntas más allá de un nombre de pila, un lugar de origen y una forma de contacto. Esos pilares son: acogimiento; cursos de formación y búsqueda de empleo; atención a la infancia y la juventud; programas de voluntariado y vida pastoral (Red Incola está integrada en la orden jesuita).
El acogimiento les permite los recursos disponibles, desde el banco de alimentos, ropero, orientación sobre servicios que ofrece el Ayuntamiento e incluso asistencia letrada para que puedan avanzar en la regulación de su situación legal. Para los que ya tienen esa cobertura legal, los cursos y la formación les ayudan a buscar sus primeros empleos.
«Tenemos cursos desde manipulador de alimentos (4 horas), ayuda a domicilio (40), limpieza de hogar (16) o informática básica (12 horas). Todas las semanas llega gente nueva y todos desean hacer formación. Siempre hay lista de espera», les informa la mediadora Mari Luz.
Algunas de estas sesiones incluyen un certificado de asistencia para incluir en su expediente de Arraigo Social. Los equipos de letrados y de psicólogos completan la oferta que se puede ofrecer en esta primera fase.
La búsqueda de ingresos marca siempre la diferencia entre que Valladolid pueda ser un lugar de estancia o una etapa más en el complejo itinerario de la estabilidad en España. Y ese proceso de regularización de permisos de residencia y estancia legalizada suele durar tres años.
«Antes nunca animábamos a nadie a trabajar en 'negro'. Pero no les queda más remedio que sobrevivir -admite Eduardo Menchaca-. Y eso pueden ser tres años 'trampeando' para vivir. Hay gente que pasa hambre para poder enviar dinero a su familia».
Desde el Ayuntamiento de Valladolid, su concejala de Servicios Sociales, Rafi Romero, asegura que su departamento «no tiene constancia de un especial incremento de la llegada de inmigración a la ciudad». Servicios Sociales sí confirma un mayor aumento de las personas que «tramitan su estancia bajo el amparo de la normativa de Protección Internacional, que antes tramitaban en Madrid y ahora llegan a Valladolid de forma directa». La bajada del riesgo por la pandemia podría estar relacionada con este cambio.
Otro efecto de la crisis sanitaria es la pérdida de las redes de apoyo que generaban entre ellos. «Las asociaciones de inmigrantes están muy débiles. Muchas han desaparecido con la pandemia y esto provoca desconcierto», lamenta Rafi Romero.
Muchos migrantes se acogen a los programas de Protección Internacional, versión más amable del antiguo sistema de asilo (en este último se rechazaban el 98% de las peticiones). Protección Internacional garantiza una estancia regular de seis meses sin sobresaltos legales y mientras se gestionan todos los papeles que permitan construirse un itinerario con trabajo, residencia y futuro.
Accem dispone de un centro de primera acogida con 90 plazas distribuidas en siete pisos, además de un octavo para personas con especial vulnerabilidad. «Tenemos todos los recursos llenos desde principios de año», confirma Irene Sánchez, técnico de Accem. En esta ONG han notado ese ascenso de personas, pero sobre todo los que llegan de Marruecos y países latinos como Perú. «Intentamos coordinarnos con el Ayuntamiento para que nadie se quede en la calle».
Desde Servicios Sociales reconocen que cada vez «hay más dificultades para acoger a familias en las pensiones y alojamientos concertados, sobre todo si se trata de familias con niños pequeños».
Las instituciones consultadas muestra su temor a que la llegada de refugiados ucranios, que aún no ha alcanzado cifras elevadas «pero llegarán», complique la gestión de toda esta población flotante. «Casi nos tocaría crear otras ONGs nuevas para responder a las necesidades», advierte Menchaca.
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