Servicios funerarios trasladan el cadáver del domicilio de Parquesol donde ocurrió el crimen. J. S.

Todo listo en la Audiencia de Valladolid para juzgar al parricida de Parquesol, que se enfrenta a 20 años de prisión

La selección del jurado será el próximo jueves 12 de diciembre y está previsto que las sesiones se prolonguen hasta el 20

M. J. Pascual

Valladolid

Jueves, 5 de diciembre 2019, 14:01

Antes de irse de vacaciones navideñas, el magistrado presidente de la Sección Cuarta de la Audiencia de Valladolid tendrá que dirigir uno de los juicios más mediáticos con los que se cierra el año: el caso del crimen de Parquesol ocurrido el 30 de enero ... de 2018, que será juzgado por un tribunal popular entre los días 12 y el 20 de diciembre. El proceso arrancará el próximo jueves con la selección de los hombres y mujeres que integrarán el jurado que tendrá que emitir veredicto sobre un caso que conmocionó a la sociedad vallisoletana, al tratarse de un hombre que confesó haber asfixiado a su madre porque «no le aguantaba» y lo grabó en vídeo. El autor confeso, de 38 años y con antecedentes psiquiátricos, confirmó a la Policía que cometió el crimen con una almohada un día antes de su intento de suicidio en Benidorm.

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El relato de conclusiones provisionales del fiscal contextualiza el crimen y refiere que el acusado, César F. M. había vivido siempre en el domicilio familiar de sus padres, en la calle Federico Landrove Moiño. Su padre había estado enfermo durante años y necesitaba oxígeno domiciliario, utilizaba silla de ruedas y precisaba de ayuda constante. Falleció en mayo de 2017. Dos años antes de la muerte del padre, su madre sufrió un ictus que le afectó al lado derecho del cuerpo, de tal manera que permanecía a lo largo del día en cama o en silla de ruedas, pues no podía caminar sola. Además, el ictus le afectó al lenguaje y a su comprensión, solo respondía a órdenes sencillas y dependía completamente para las actividades básicas de la vida diaria. La medicación que necesitaba se la suministraba su hijo, que estuvo cuidando de sus padres, para lo que contaba con la ayuda de una empleada de hogar por horas.

El acusado estuvo en paro desde 2015 y vivía de la pensión de su padre y, tras la muerte de este, de la pensión de viudedad de su madre. Según la Fiscalía, empezó a idear la muerte de su progenitora en enero de 2018 «porque su cuidado diario suponía una carga para él, le desbordó la realidad cotidiana que vivía en el domicilio familiar» y por ello decidió «poner fin a esa situación, matando a su madre para, a continuación, intentar acabar con su propia vida».

Según la descripción de hechos de la acusación pública, el hombre decidió que la mataría la tarde del 29 de enero de 2018. Antes de esa fecha compró un diario, una cámara de video y un billete de tren a Alicante. Llamó a la empleada de hogar para que no fuera a trabajar ni esa tarde ni a la mañana siguiente. Sobre las 15:00 horas empezó a suministrar a su madre, que estaba en la cama, una dosis letal de barbitúricos (codeína y citalopram), además de otros medicamentos como aspirina, Lorazepam, morfina, paracetamol y pregabalina en dosis no mortales, «que su madre tomó sin sospechar ni conocer que el acusado le estaba haciendo ingerir fármacos distintos y en cantidades superiores a las que estaban pautados« y »sin conocer ni querer que el acusado acabara con su vida, no pudiendo oponerse dada su vulnerabilidad física«.

Algodones

Pero, como la noche pasaba y la mujer no se moría, «sino que dormía y roncaba», le colocó algodones en la boca y la nariz fijados con cinta adhesiva y le tapó la cara con la almohada para acelerar su muerte«. La mujer murió sobre las 14:00 horas del 30 de enero de 2018 por los efectos depresores del sistema nervioso central por dosis letales de codeína.

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Muerta su madre, cogió el tren a Alicante de las 18:30 horas y allí tomó un taxi que le llevó a Benidorm y sobre las 00:10 horas se alojó en el hotel Bali. Desde su llegada, «fue dejando por recepción y otros lugares visibles notas en las que anunciaba su intención de suicidarse, aunque no consumó el suicidio ni ingirió medicamento alguno para tal fin».

Sobre las 12:20 horas del 30 de enero empleados del hotel vieron esas notas y entraron en la habitación donde dormía el acusado y llamaron a la Policía, que lo trasladó al hospital. Tras su examen «no se le apreció sintomatología afectiva mayor ni descompensación clínica a nivel psicótico».

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La Fiscalía considera que cuando confesó el crimen, el acusado era «plenamente consciente de que su madre no tenía capacidad para comprender ni tomar decisiones sobre su persona y su vida porque el ictus se lo impedía, así como de su vulnerabilidad y absoluta dependencia de terceros». Se reconoce, no obstante, que el encausado presenta un trastorno obsesivo compulsivo, tiene una capacidad intelectual límite y un trastorno depresivo recurrente, «pero es perfectamente capaz de comprender el bien y el mal y de acomodar sus actuaciones a ello, de modo que cuando hace algo incorrecto entiende lo que ello comporta y sus consecuencias».

Lástima

Respecto de su personalidad, el informe del ministerio público precisa que «se trata de una persona preocupada por la aprobación y la admiración, que quiere que se le tenga lástima, se queja de sus problemas en lugar de buscar soluciones y desea ser amado habiendo establecido relaciones de dependencia».

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La acusación solicita, por el delito de asesinato que le atribuye, una pena de 20 años de prisión con la accesoria de inhabilitación absoluta y libertad vigilada durante 10 años, así como indemnizaciones parta cada uno de sus dos hermanos de 20.100 euros, además de 15.075 euros para la hermana de su madre. Considera la fiscal que en este caso concurre la circunstancia agravante de parentesco y la atenuante de confesión.

El autor confeso de la muerte de su madre en Parquesol ofreció a los agentes que le interrogaron en el mismo hotel de Benidorm en el que fue detenido todo lujo de detalles sobre lo ocurrido el día anterior, presumiblemente en torno al mediodía, en el domicilio familiar de la calle Federico Landrove Moiño. Allí, según su propio testimonio, asfixió con una almohada a su progenitora e, incluso, grabó el crimen en vídeo. Y lo hizo, justificó, porque ella «estaba cansada de aguantarle» debido a los «muchos problemas» que él mismo tenía y que, al parecer, eran tanto laborales como personales y psiquiátricos, ya que César F. M. había recibido meses antes atención por este último motivo. La víctima, Sacramento M. T., de 71 años no habría tenido posibilidad alguna de defenderse, ya que su estado de salud era delicado y era asistida habitualmente en su domicilio en sus labores cotidianas.

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Los agentes, de entrada, se encontraron con un domicilio en el que no había indicio alguno de lucha. Todo estaba bien, en apariencia. Tampoco el cuerpo de la víctima presentada signos aparentes de violencia –hematomas, rasguños, cortes...–, aunque sí de una posible muerte por asfixia. Y a esta causa señaló también la autopsia. «La muerte, en cualquier caso, fue violenta», confirmaron en su día las fuentes consultadas.

Una nota en el hotel

La investigación surgió a raíz de que una empleada del hotel Bali de Benidorm (Alicante), una torre de 53 pisos, se encontrara a primera hora de la tarde del miércoles en el vestíbulo una nota manuscrita en la que figuraba la palabra «Valladolid» y en la que el autor dejó escrito: «Por favor, no me ayuden, me quiero morir». Así que comenzaron a buscar inquilinos vallisoletanos y encontraron a uno, César F. M., que se había registrado allí la madrugada anterior en la planta catorce. Los trabajadores subieron a la habitación, lograron que abriera y le convencieron para que bajara y explicara lo que ocurría a la Policía.

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Y así lo hizo. Allí mismo confesó que había matado a su madre, les dio la dirección de su casa –en el cuarto piso del número 15 de la calle Federico Landrove Moiño– y condujo menos de una hora después a los agentes a encontrar el cadáver.

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