Dos meses cumple en Valladolid el nuevo hospital de neurorrehabilitación Casaverde. Y sus dos primeros pacientes ya reciben el alta tras una recuperación «magnífica. Bien es cierto que ambos son jóvenes, menores de 45 años y ello ayuda mucho; pero se van con muy ... buenos resultados. Uno fue un daño cerebral y el otro un ictus. Ambos pacientes de Sacyl», repasa el director del nuevo centro asistencial, José Antonio Villa.
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En la actualidad, este hospital de rehabilitación neurológica para cuidados intermedios, tras el alta en un complejo de agudos, atiende a 18 pacientes ingresados, hay además varios pendientes de valoración y otras 13 personas acuden de manera ambulatoria para continuar con sus tratamientos.
Y ¿cómo es ese recorrido hasta el alta? Pues siempre duro, de mucho esfuerzo y trabajo físico, intelectual y emocional y con interrogantes. Eso sí, de la mano de un equipo multidisciplinar que diseñan, y rediseñan, el camino a seguir por cada paciente.
Imprescindible es iniciar la rehabilitación cuanto antes. En cuanto la intervención quirúrgica, en su caso, o la asistencia y la UCI de los complejos asistenciales sacan al paciente del agujero en el que le ha sumido un traumatismo o un accidente cerebrovascular.
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Luego, la media es de 88 a 90 jornadas, llegan días intensos que permiten recuperar habla, posturas, actividad, el deambular, deglutir, leer... en mayor o menor medida, según el daño provocado.
«En la fase aguda hay más capacidad de recuperación. Hay que empezar cuanto antes, después los músculos se agarrotan, hay más rigidez, espasticidad muscular, atrofias....», explica la doctora Carmen Nieto Cuartero, médico rehabilitador.
Y el paciente número 9, así se autodenomina él mismo por su orden de ocupación, es Antonio. Antonio Lambás (Medina del Campo, 1952) es secretario de Organización de la Unión de Jubilados y Pensionistas de UGT en Valladolid y fue concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Aldeamamayor de San Martín. Todo un conocido veterano de Valladolid al que una mañana un ictus le provocó toda una ruptura en su vida y contra el que aún lucha cada día, desde la mayor voluntariedad y esfuerzo.
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Cuenta un agradecido Antonio a la oportunidad de recuperarse y al equipo que lo guía y ampara cada día, que aquella mañana «era poco antes de las ocho y tenía cita con mi médica de cabecera, en Casa del Barco. Empecé a hablar raro, mal y mi mujer me decía que dejara de hacer el tonto. Yo balbuceaba, era consciente de que algo me pasaba y fui a la médico que en principio era para una revisión, un electrocardiograma, nada que ver. Fuimos andando el centro de salud. En cuanto me llamó la doctora y me escuchó hablar llamó al 112 y pidió una ambulancia porque a un paciente le estaba dando un ictus». Y así llegó este vallisoletano, apasionado de su Medina delCampo a donde va a menudo, al Hospital RíoHortega donde fue intervenido de urgencia y donde pasó días en UCI y unos veinte días ingresado.
Una cirugía que incluyó un tramo en la carótida interna y cerebral media;pero «el trombo de la carótida volvió a formarse, a repetirse y tuvo su complicación», la ayuda con su historia clínica la doctora Nieto. Así que tras su intenso ingreso en el Río Hortega, Sacyl lo derivó a Casaverde y el 9 de noviembre ingresó. «Asustado al principio, desconcertado, sin saber bien qué iba a ser de mí. En camilla», recuerda Antonio.
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Explica el paciente número 9 que «estoy muy, pero muy contento aquí. No sólo por la atención profesional que es excelente, es un equipo tremendo, pero maravilloso, sino por el cariño. El trato humano es tanto o más importante», valora este hombre de 71 años y todas las ganas por recuperar su vida y su actividad sindical, lo lleva en la sangre.
«Por la mañana te despiertan llamándote por tu nombre, una caricia en la cara se agradece tanto... me miman muchísimo. Si te ven decaer, porque a veces no puedes con todo esto, te abrazan».
Son 20 sesiones de 45 minutos a la semana, unas cuatro diarias de casi dos horas en un gimnasio con aparatos, fisios o piscina terapéutica y los fines de semana libres; pero «siguen haciendo los ejercicios que se les ha indicado. También si salen a su casa, porque pueden hacerlo», añade la médico rehabilitadora. Pero «yo no quiero ir a casa todavía –interviene– tengo miedo, me siento más seguro aquí y no quiero dejar esa responsabilidad a mi familia. Y ¿si me caigo?», teme Antonio. Ni siquiera quiere salir en estas fechas de celebraciones: «Navidades hay muchas y ahora sólo quiero sentirme seguro y recuperarme. He bajado 17 kilos en este tiempo, eso ha sido bueno», concede. Y de pronto recuerda que «me acababa de comprar el coche, de estrenarlo cuando me dio el ictus», y lo perdido vuelve a golpear sus emociones; aunque admite ser consciente «de que tengo que resetearme, aprender a vivir con lo que tengo. Fuerza de voluntad mucha y cumplo a rajatalabla con lo que me mandan. Hasta en la cama. Hubo una época en la que por la cadera no me podía levantar y ahí hacía los ejercicios. Ah... repasa, y entran por la noche cuando estás dormido a cambiarte de postura, se agradece mucho».
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Y sigue recordando, y se emociona a menudo cuando recuerda las malas horas superadas pero muy presentes. El cambio tan brusco en su vida.
«Yo además soy diabético, hipertenso, con el colesterol alto y ellos están ahí pendientes de todo esto». El día a día es una rutina anunciada mediante una hoja semanal de sesiones que indica qué taller o fisioterapia o logopedia... le toca y con qué profesional. Repasa así su rutina: «Te despiertas, te duchan y preparan. Te visten y a desayunar y luego llegan las terapias. Tienes la hoja pero no tienes que preocuparte te vienen a buscar y te llevan a cada una. Las más duras son las físicas, más que las mentales, la lucha por moverte. Hay que darle mucha caña al cuerpo y te hacen hacer mucho. Es duro pero sé que es la única forma», apunta. Antonio llegó con un cuerpo dolido, caído, incapaz de sentarse enderezado, sin hablar bien, con problemas de deglución.... ahora todavía tiene su lado izquierdo inerte, pero defiende perfectamente una conversación; aunque los recuerdos del accidente y estas horas lo asolan. De ahí, que el equipo también cuente con neuropsicóloga. También terapeutas ocupaciones, logopedas, fisioterapeutas... «nos reunimos cada día para ver resultados, cosas a corregir o cambiar, reajustes... en función de la evolución del paciente», añade la doctora Nieto.
Y cada día su hijo, sus dos nietos y su mujer o amigos lo visitan. «Se agradece mucho porque te ayudan a pasar unas horas que se hacen muy largas».
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«¡Ay! cómo valoras ahora la independencia. La de las cosas más sencillas, lo más básico como comer o leer un periódico. Yo lo leo a diario, en papel»; pero ahora, apunta la doctora Estíbaliz González, neuróloga, «sólo puede leer la mitad de cada línea, el resto no lo ve, como si no existiera».
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También tiene disfagia y para mejorar sus problemas de glutición se le ajusta la textura. «Es raro que empiecen con sólidos, vamos poco a poco y es algo , el tragar, que también trabaja la logopeda», apunta la doctora González que señala, ante las lágrimas incipientes y contenidas de Antonio que «soportan mal las emociones, es otro rasgo de estos problemas».
Antonio repite su objetivo: «Quiero volver a la normalidad», a guisar– «soy muy cocinillas»–, al sindicato a organizar viajes y excursiones para pensionistas y jubilados, a disfrutar de los nietos «que aunque los habían preparado se asustaron cuando me vieron la primera vez», a «tomar unos vinitos en el pueblo».
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«Es un cambio muy brusco, ahora hay que andar por otros caminos», insiste.
Y sobre sus pasos, la respuesta «de un centro pionero en Castilla y León, con una respuesta multidisciplinar, antes tenían que ir a Madrid o Barcelona y lamentablemente cada vez hay más casos», concluye Laura Pérez, la trabajadora social del centro.
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