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Aquel 21 de julio de 1939 fue un día especial para Luis Funoll y Mauro, militar africanista ascendido a coronel de Estado Mayor por el dictador Primo de Rivera a quien, en mayo de 1937, en plena Guerra Civil, el gobernador civil de Valladolid, ... Emilio Aspe Baamonde, había designado alcalde de la ciudad. Fue ese día, en efecto, cuando recibió en sus manos la notificación oficial del decreto firmado por «Su Excelencia el Jefe del Estado», general Francisco Franco, que concedía a esta ciudad la Cruz Laureada de San Fernando por el «singularísimo relieve» de su intervención «en el Alzamiento Nacional».
La carta, con membrete del Ministerio de la Gobernación, se limitaba a informar de la publicación en el Boletín Oficial del Estado de 18 de julio de 1939, justamente en el tercer aniversario la sublevación militar, de la disposición que otorgaba la polémica distinción para grabarla en los escudos de la ciudad. Dicho decreto se justificaba por «la ejemplar conducta en la jornada del 18 de julio, en que la capital castellana dio resonancia guerrera al primer eco azul de las camisas falangistas y de los uniformes militares de las fuerzas de orden público, aplastando la resistencia del notable foco marxista que venía preponderando en la ciudad». este motivo, el artículo único disponía que «como recuerdo a las gestas heroicas de Valladolid en el Movimiento Nacional y homenaje a quien desplegó decisiva aportación a él en los primeros momentos de la guerra de liberación de España, concedo a aquella ciudad la Cruz Laureada de San Fernando que desde hoy debe grabar en sus escudos».
Ese mismo día, 21 de julio de 1939, en sesión ordinaria de la Corporación Municipal, una vez que el secretario hubo dado lectura al decreto, Funoll manifestaba que «esa disposición colma los anhelos del pueblo de Valladolid, y propone que conste en acta la profunda gratitud de nuestra ciudad por el alto honor recibido. Propone también por ello que den las gracias al Jefe del Estado y que se organice un concursillo con un premio único de 250 pesetas, para el más artístico escudo de Valladolid que se presente y que ha de ser adoptado como oficial». Un mes más tarde, «la secretaría del Generalísimo» enviaba al Consistorio la pertinente comunicación, agradeciendo «las frases de afecto y adhesión de este Ayuntamiento con motivo de la concesión de la laureada al escudo de Valladolid».
De inmediato, tanto el Ayuntamiento como las organizaciones del Régimen más relevantes –sindicatos, Frente de Juventudes…– se apresuraron a dibujar la Laureada en el escudo con motivo de los primeros actos oficiales. Por poner un ejemplo, en los campamentos organizados en Gorliz, provincia de Vizcaya, por la sección juvenil de Falange, se dispuso un escudo de Valladolid con la Laureada junto a las tiendas de campaña; incluso, como detalle curioso, el 25 de julio de 1939, esto es, cuatro días después de aquella sesión edilicia, una fiesta popular celebrada en el Campo Grande culminaba con una «vistosa traca» en la que «después de un recorrido entre bengalas y grandes detonaciones, aparecieron letreros patrióticos con bengalas de colores, y nota final de la traca fue la presentación luminosa del Escudo de Valladolid con la laureada que acaba de serle concedida».
Como solía ser habitual, instituciones locales y gobiernos vecinos no tardaron en felicitar al Ayuntamiento vallisoletano; la Diputación Provincial de Palencia, por ejemplo, acordó hacerlo «como si de cosa propia se tratara, por entender que en Valladolid ha sido premiado el símbolo y cabeza del falangismo castellano», podía leerse en la sesión celebrada el día 29.
Siguiendo el ejemplo de Navarra, localidad agraciada con esa misma distinción en 1937, la Corporación decidió consultar con expertos en heráldica y convocar el pertinente concurso para rodear el blasón con los ramos de laurel y las puntas de espada. Las bases se acordaron en sesión municipal de 7 de agosto de 1939: cada concursante habría de presentar dos dibujos, «uno en colores y otro en negro»; la forma del escudo sería rectangular «en la proporción de cinco anchos por seis altos y acaudado»; la superficie pintada sería de 44 centímetros por 32; el autor incorporaría la laureada al lado de «las armas actuales» y, alrededor, figuraría la leyenda: «Muy noble, muy leal, heroica y laureada». El premio al ganador sería de 500 pesetas.
La Comisión formada a tal efecto, presidida por el alcalde Luis Funoll, la componían el arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla, el pintor Elías González Manso, el cronista de Valladolid Francisco Mendizábal García, y el archivero Filemón Arribas Arranz. De inmediato, sin embargo, surgieron los primeros problemas, pues ninguno de los 12 proyectos presentados se ajustaba a las bases publicadas. Consecuentemente, el jurado decidió dejar la convocatoria desierta. Lo mismo ocurrió diez días después.
Ante tal eventualidad, la comisión decidió encargar a «artistas locales» la confección del escudo, presentado finalmente, de manera oficial, el 30 de septiembre de 1939. Los autores habían sido dos delineantes, informaba el decano de la prensa, entre quienes se repartió el premio de 500 pesetas. El Norte de Castilla reprodujo el boceto ese mismo día, en la página 3, acompañado de las normas aprobadas por el Ayuntamiento. Estas señalaban que todas las casas que desearan confeccionar el escudo laureado para insignias, esmaltes, etc. deberían solicitar antes el pertinente permiso, igualmente indispensable para reproducir o utilizar el escudo, e imponían el modelo oficial en todos los casos.
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