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Para cuando Valladolid ejecutó su gran salto demográfico ya tenía conciencia medioambiental. En el siglo XVII se creó el Palacio de la Ribera, con un ... jardín cuadriculado y plantas traídas de El Escorial, como recuerda el director de la Escuela de Arquitectura, Darío Álvarez; a continuación, el Prado de la Magdalena tomó el relevo como paseo preferido de los vallisoletanos; en el XVIII se consolidó el Paseo del Espolón junto al Pisuerga; en el XIX es el turno del Campo Grande y sus sinuosas trazas de jardín romántico.
La segunda mitad del siglo XX es la que permite, sin embargo, que hoy Valladolid, adentrado ya el siglo XXI, sea una ciudad verde cuyo proyecto de futuro se articula en torno a los árboles, los espacios libres... El contexto es importante. Hasta 1950, Valladolid era una ciudad de provincias de apenas cien mil habitantes. Es entonces cuando se inicia el proceso industrializador que desplaza a los españoles desde el campo a la ciudad. El investigador José María Serrano explicaba en un artículo que entre 1950 y 1981 la población urbana española se incrementa desde los 14,1 millones hasta los 27,3. Y aquí, al pie del Pisuerga, eso se traduce en un crecimiento exponencial del padrón y en el surgimiento de nuevos barrios al calor de Renault y sus adyacentes, como Rondilla o Delicias. Zonas obreras, populosas, que enseguida reivindican que se cubran sus necesidades. Y que marcan así una pauta que se ha conservado hasta hoy.
«Desde los años 70 en adelante, crear zonas verdes es un propósito de ciudad que no se ha abandonado nunca», admite Manuel Saravia, concejal de Planeamiento Urbanístico. «En los 50 y 60 se reclaman nuevos espacios y dotaciones públicas en esos barrios.Escuelas, centros sanitarios... Y parques. La gran operación de los años 70 fue Canterac. Y con Bolaños, Ribera de Castilla, junto a Rondilla», recuerda Saravia. Con León de la Riva, Las Contiendas. Y ahora, en este segundo mandato en coalición PSOE-VTLP, aparecen como grandes proyectos medioambientales Soto de la Medinilla (donde se plantaron 18.000 árboles) y los anillos verdes que pretenden mejorar la conexión entre las zonas verdes de la ciudad y las que la circundan, con los corredores del Esgueva y del Duero como aliados del corredor del Pisuerga.
Darío Álvarez describía en un libro cómo Madoz había recontado, allá por 1852, los árboles de Valladolid. «El paseo [del Espolón] es uno de los más frecuentados y el que posee el mayor número de árboles de toda la ciudad, 2.089 de un total de 3.850». El Campo Grande apenas era un retoño con esquejes, con 426 árboles, apenas un esbozo hasta que el alcalde Miguel Íscar decidió sembrar lo que es hoy.
Es cierto que aquel Valladolid tampoco era mucho más que una insinuación del actual. Una ciudad recoleta que orillaba a su río grande, el Pisuerga, y que contaba con unos 42.000 vecinos. Sin embargo, un cálculo sencillo y sin pretensiones arroja que disponían de 0,09 árboles por cada uno. Los 90.000 que declara la Concejalía de Medio Ambiente hoy, con 300.000 vecinos, sitúan la media en 0,3 por habitante. En grandes cifras, el Plan General de Ordenación Urbana de 1984 estimaba que las superficies dedicadas a parques y jardines a comienzos de los 80 apenas sumaban 42 hectáreas. Proponía una ampliación hasta un total de 200 hectáreas para el «suelo urbano interior» y 115 hectáreas en los nuevos planes parciales en proyecto. Actualmente hay 565 hectáreas, excluido el Pinar de Antequera, que tiene otra función distinta a la de las zonas verdes propiamente urbanas.
El estándar legal fijaba 5 metros cuadrados de espacios libres por habitante, cifra que Valladolid se empeñó en superar en cada plan parcial que se diseñaba. Así, al de Huerta del Rey de 1963 se le añadieron, en la revisión de 1970, 120.000 metros cuadrados de zonas verdes, parques y lugares de recreo. En el de Parque Alameda, de 1991, se establecían «48.780 metros de espacios libres, de ellos 32.135 de parques y jardines», que superaban «el 10% de la superficie ordenada, que son 47.836». El Reglamento de la Ley de Suelo fijaba 44.289 metros cuadrados de espacios libres.
manuel saravia
En 1986, en el Plan Parcial Covaresa, se añadía una frase que después se copiaba y pegaba en cada uno de los siguientes:«Se establecen las siguientes determinaciones: respeto máximo del arbolado existente». A tal efecto, incluso se llevó a cabo un recuento de todos los árboles existentes en las 89 parcelas que conformaban el futuro barrio de Covaresa. Un conteo exhaustivo. «Nogales aislados, morales en mal estado, frutales (manzano, peral, higuera y falsa acacia, plantas envejecidas por la falta de podas y otros cuidados)», describía en una de ellas.
En 1997 se establecían en el Plan General de Valladolid las llamadas «cuñas verdes». «Entre los nuevos desarrollos se dejaban ámbitos en los que el campo penetrase en la ciudad», explica Saravia. Algunas de ellas eran Fuente Amarga, el Esgueva o Villa de Prado, en la que al final se incrustó el auditorio Miguel Delibes, con lo que la cuña verde cedió algo de protagonismo a lo urbano. Ahora que muchos de esos espacios son una realidad consolidada, lo que se necesita es conectarlos. Un plan complejo en algunas zonas y más sencillo en otras (Contiendas-Villa de Prado-Parquesol, por ejemplo), pero necesario para la creación de los dos anillos verdes que se proponen en el nuevo Plan General de la ciudad. Uno está conformado por la unión de esas zonas ya existentes, en algunos casos con la creación de otras. Y el segundo anillo comprende a otros municipios del alfoz que cuentan con sus propios entornos fluviales, como Arroyo (que tiene el parque del Socayo) o las localidades próximas al Esgueva o al Duero. «Las dos esferas que se están planteando hay que construirlas, aunque es complicado. Hay que enlazar los parques. Que haya caminos, senderos, cuñas, que las unan y te permitan recorrerlos», alienta Manuel Saravia.
La segunda parte del plan verde, que sigue la senda que se marcó la ciudad hace décadas, sino siglos, es «arborizar» los espacios urbanos más allá de los parques. «Todo esto va parejo a la arborización de algunas calles de la ciudad. Se han puesto árboles en Duque de la Victoria, en Doctrinos, en las medianas de Parquesol... Es ir arborizando la ciudad. Hay incluso algún proyecto de la Escuela de Arquitectura con Argales», señala el concejal.
Pueden parecer tareas a largo plazo. La naturaleza es lenta. Sin embargo, Valladolid tiene ese propósito imbricado en sus raíces. Y lo demuestra continuamente. ¿Ejemplos? «Al lado del Pisuerga, donde está ahora la Electra, había una escombrera y un vertedero», recuerda Saravia. En el campus Miguel Delibes, en lo que era un solar sin uso, la Universidad de Valladolid creó un arboreto didáctico hace ahora dos años. Aún en fase de crecimiento, los plantones, todos de especies autóctonas, empiezan a cobrar forma. En la carretera de Madrid, en los pisos que ocupan el antiguo solar de Enertec, la fachada industrial aparece recubierta de hiedra mientras sirve de resguardo a un frondoso jardín. El aparcamiento de Usos Múltiples es ahora una zona verde conectada con el río, con árboles que cobijan columpios infantiles.
Por eso hoy, si sale usted a la calle, al levantar la vista es posible que el paisaje le devuelva una bocanada verde. Está en el carácter de Valladolid como ciudad.
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El nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Valladolid recoge las ideas verdes que ya se plasmaron en los anteriores y profundiza en ellas. Las cuñas verdes que se proponían, elementos cuya función era «introducir el campo en la ciudad», han ido implantándose poco a poco. Un ejemplo es el parque que rodea al auditorio Miguel Delibes. «Se basa en intentar un modelo urbanístico en el que el campo entre en la ciudad y se vaya haciendo parque. Fuente Amarga, acceso del Esgueva, Villa de Prado...», relata Manuel Saravia, concejal de Planeamiento Urbanístico.
El plan actual añade, por ejemplo, la necesidad de intentar cerrar dos anillos verdes. El primero de ellos, mediante la conexión de los diferentes espacios ya existentes en el contorno de la ciudad: Soto de la Medinilla, Ribera de Castilla, Las Contiendas, Parquesol, Canterac... El segundo tendría en cuenta las localidades del alfoz y los corredores del Pisuerga, el Esgueva y el Duero.
También se sigue un proceso de «arborización» paulatina, plantando árboles en aquellos espacios urbanos en los que se puede hacer. «Se plantaron árboles en Duque de la Victoria o Doctrinos», recuerda Saravia, que más recientemente repobló las medianas de Parquesol.
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