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¡No ha quedado ni para arrebañar la cazuela! En torno a unas 5.000 raciones de la ya tradicional carne de toro con patatas se repartieron este sábado en el área recreativa de Los Valles para celebrar el Día de las Peñas ... , toda una fiesta intergeneracional porque allí podían verse personas de absolutamente todas las edades, aunque cada uno ocupando su espacio: los jóvenes y adolescentes junto a la cabina de la discomovida, las familias jóvenes con niños pequeños sentados en el suelo por todo el pinar y los más mayores aposentados en las mesas del área recreativa o en sus propias mesas y sillas que se llevaron de casa para estar más cómodos.
Peñas, peñas de todos los colores. No queda un color del espectro del arcoíris que no se lo haya apropiado una peña. Y peñas, las hay de todo tipo y condición: desde las más veteranas y numerosas del pueblo, como El Fregao, Los Incas o La Capa, hasta los grupos de amigos que se unen, se compran la camiseta del mismo color, la serigrafían con un nombre... ¡y a correr!
A este último tipo pertenece Peña, Peñita, Peña, un grupo de familias jóvenes que se han conocido porque sus hijos acuden al mismo colegio (El Abrojo). «Cuando tienes niños pequeños descuidas a los amigos de toda la vida y conoces a los padres de los compañeros de tus hijos. Venimos a Los Valles a comer la carne de toro con patatas y otras cosas que nos hemos traído de casa», comentan mientras los niños juegan por el área y los más pequeños con la pulsera naranja que reparte Protección Civil para evitar que se pierdan. Por allí, no lejos de la zona de reparto, se encontraba el protagonista de la faena, inconfundible, siempre vestido de blanco y su sombrero de paja. Jesús Martín, un año más, triunfó con el plato: «Ha ido todo bien, sin ningún contratiempo. Este año hemos empezado un poco antes y hemos acabado como una hora antes, lo que ha sido mejor, porque así la patata se ha macerado un poco».
Un total de 450 kilos de carne, 830 de patata, más pimentón, sal y «guindilla para que sepa a camspo». El equipo es el grupo de voluntarios de siempre, «que da mucha seguridad a la hora de trabajar porque cada uno ya sabe lo que tiene que hacer y así tengo que mandar menos», comenta el responsable del guiso, quien añade que le gustaría cocinarlo en el mismo recinto, aunque no se lo permite la normativa contra incendios.
Pero aún así, los nervios no hay quien se los quite. Con la guasa que le caracteriza, Martín declara que le puede la responsabilidad, porque «si dejas sin comer a todos estos, a un guantazo que te dé cada uno son 5.000». Una responsabilidad que comparte con el afanado alcalde que sirvió el guiso a sus vecinos, pero sin probarlo, «porque los nervios no me dejan comer».
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