«Fue horrible, una experiencia traumática que pudo costarnos la vida», reconoce el matrimonio, él de 78 años y ella de 76, que a media mañana del viernes sufrió un más que virulento atraco por parte de un asaltante que no dudó en emplear ... contra la pareja de jubilados, afincada en un piso de un modesto bloque en el corazón de Delicias, una «violencia desmedida». Fue «brutal», incide él. Tanto que este martes, cuatro días después, confiesan que tienen aún «más miedo» y que han optado por «no abrir la puerta a nadie que no les llame antes por teléfono». Y no es para menos si se tiene en cuenta que el individuo que les asaltó, y que pudo ser detenido cuando les mantenía retenidos a porrazos en una habitación, no dudó en «golpearnos sin conocimiento» mientras les amenazaba con matarles a ellos, a su nieto –del que, incluso, les dio el nombre– y a su hija. «Creímos que nos mataba si no llegan a entrar los policías gracias a que una vecina escuchó nuestros gritos y dio el aviso».
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Los dos, por fortuna, se recuperan ya de la paliza recibida a manos de un hombre de 41 años, A. E. Y., de origen marroquí y con antecedentes en su historial. El delincuente accedió a la casa gracias a un exceso de confianza, que ella misma reconoce ahora, por parte de la inquilina. «Mi hija suele venir a esa hora y la verdad es que cuando llamó al timbre abrí sin mirar pensando que era ella». Pero al otro lado de la puerta se encontró con un hombre, que solo llevaba el rostro cubierto por la mascarilla, que dio un empujón a la puerta y que arrastró a la mujer, de 76 años, del pelo por el pasillo hasta introducirla a golpes en una habitación. A su marido, de 78, no solo le agarró del cuello y la emprendió a puñetazos contra la cabeza sino que llegó a ponerle unas tijeras en el cuello. Y, ¿qué quería? Pues lo que hubiera. «Subió el volumen de la tele para que no se escucharan nuestros gritos mientras nos decía que nosotros vivíamos de puta madre y que ellos estaban muriéndose de hambre y que nos iba a matar si le mirábamos a nosotros y a nuestro nieto –con el nombre–», recuerdan sin poder aún evitar estremecerse.
«Fue salvaje», reiteran. El delincuente, que solo llevaba encima una bolsa negra grande para meter el botín, destrozó cajones y armarios, arrancó una cadena del cuello a la mujer y cogió la cartera del hombre. «Le dije que tenía lo que me quedaba de pensión para acabar el mes y poco más». Pero le dio igual. «Cogió zapatos, ropa, un anillo de mi mujer y poco más». El asalto, que comenzó en torno a las diez de la mañana, apenas duró «quince o veinte minutos». El tiempo, eso sí, pareció detenerse para las víctimas, a las que el aviso de la vecina y la rápida actuación de los policías locales, según reconocen ahora, «pudo salvarnos la vida».
Los agentes, «cuatro o cinco», accedieron a la casa a tiempo de encontrar al delincuente y a la pareja en una habitación. «Le detuvieron sin mucha violencia y a nosotros nos llevaron a curarnos». A ella, que presenta numerosos hematomas en el hombro, la escalda y la cara, llegó a arrancarle mechones del pelo mientras la arrastraba. Él sufrió múltiples contusiones en la parte superior de la cabeza. Y todo por casi nada. «Somos dos jubilados con una pensión modesta y no sabemos qué pretendía encontrar aquí».
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Las víctimas, eso sí, apuntan a que el delincuente pudo seguirles o conocer sus costumbres antes de dar al golpe. «Sabía el nombre de nuestro nieto, quizás por habernos escuchado en algún bar o comercio del barrio, y no paraba de decir que le mataría a él o a nuestra hija si hablábamos o le miramos». Su nieto y su hija, que ahora les acompañan para salir de casa, han cambiado ya la cerradura de la puerta. «Fue horrible, otra experiencia así y me muero», incide la mujer, quien confía en que el autor esté un «buen tiempo en la cárcel» y que «nadie más tenga que pasar por esto».
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