«Reformaron el colector y se nos han metido más agua que en la última inundación de hace ocho o nueve años, aunque sabemos que estamos en un sótano y que esto no deja de ser el antiguo cauce del Esgueva», lamentaba ayer Juan Valls, dueño del bar El Niño Perdido de la calle Esgueva, donde el agua inundó el local la noche anterior y llegó a alcanzar metro y medio de altura. «Hemos perdido el género, las cámaras, el mobiliario...», reconocía ayer al mediodía desolado, cuando la bomba aún achicaba agua por un ventanuco. «Ahora toca limpiar un poco, hacer inventario, esperar al seguro y volver a empezar», anticipa el hostelero sin poner aún fecha de apertura.
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