María Burgos (en la fotografía pequeña), junto a una imagen de los disturbios en Chile. El Norte

Una joven vallisoletana, atrapada en el centro de las revueltas y de la violencia en Chile

«Llevamos cinco días encerrados en casa, oyendo sirenas, disparos y gritos», asegura la universitaria María Burgos

JOTA DE LA FUENTE

Valladolid

Domingo, 27 de octubre 2019, 08:29

«Hoy hace cinco días que mis dos compañeros de León y yo estamos encerrados en casa, oyendo sirenas, caceroladas, disparos y gritos. Se han cancelado todo tipo de actividades a lo largo y ancho del país, incluyendo la universidad. Estamos viviendo las noches bajo ... toque de queda con amenaza de disparos a matar si los militares nos ven por la calle entre las 20:00 horas y las 6:00 de la mañana». Este es el testimonio alarmante de María Burgos, una joven vallisoletana que se encuentra en Concepción, foco de las principales revueltas y protestas generalizadas que se vienen produciendo desde hace una semana en Chile.

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María Burgos García es una joven de Valladolid, alumna del cuatro curso del grado de Biología de la Universidad de León. Toda su etapa escolar vallisoletana la pasó en el colegio San Agustín. Hace un año, como tantos alumnos de las universidades de Castilla y León, acudió a la reunión donde se ofertaban las diferentes becas de movilidad internacional. Entre ellas, tres eran para Concepción, la segunda ciudad más poblada de Chile, después de Santiago. Estas plazas las escogieron ella y dos leoneses compañeros suyos, Francisco Paniagua y Mercedes Pérez. Los tres se han visto envueltos en esta odisea inesperada y de incierto final y solución, después de tres meses cursando allí el semestre en la Universidad de Concepción.

El pasado fin de semana fueron previsores ante los avisos de sus propios compañeros de facultad. «Esperamos una hora de cola tras la verja de una tienducha para poder comprar algo de comida y hoy hemos salido dos horas para reponer latillas para toda la semana, ya que tras el discurso amenazante del presidente de la República con aumentar el número de militares y el uso de la violencia, el país está parado y con ello el suministro de comida. Causalmente, ha habido un aumento de los saqueos y de las barricadas, seguidos del gas que las disipa y que ya inunda la ciudad. Apenas vivimos a cuatro manzanas del centro de la revolución. Pasamos las tardes en el jardín trasero escuchando los disturbios mientras intentamos distraernos», relata María.

Cortes de luz, sonido de disparos desde casa, incendios, columnas de humo, toques de queda:ese es el panorama diario de estos muchachos, en unos días imposibles de estudiar o aprovechar el tiempo. Anteayer, «mientras intentábamos amenizar nuestra tarde en el jardín, empezamos a ver una columna de humo que ocupaba una manzana entera. Una hora después, a las 21:00 horas, cortaron la luz de toda la ciudad. Ha sido una hora donde solo se escuchaba el miedo por el aumento del vandalismo».

Ayer tuvieron que arriesgarse de nuevo para conseguir algo de dinero en efectivo y hacer alguna compra de urgencia. Salieron de casa y les pilló una manifestación de pleno. Tuvieron que refugiarse en un pequeño local ante la presencia de militares con tanquetas que trataban de disolver la concentración con agua a presión.

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La aventura chilena de estos tres universitarios no comenzó con buen pie. El día antes de partir, el 28 de julio, recibieron un correo por parte de la universidad de destino en el que les advertían de que el comienzo de las clases se retrasaba. En vez de comenzar a primeros de agosto no lo haría hasta septiembre. Dado que los billetes y los vuelos no eran reembolsables, partieron de camino. «Al llegar aquí coincidimos con otros 18 universitarios españoles que se encontraban en nuestra misma situación. Todos habíamos tenido los mismos problemas con la Universidad de Concepción para llevar a cabo los trámites de la movilidad», lamenta María.

Nada más llegar a Concepción, se despejaron todas sus dudas sobre por qué tanto inconveniente. «De vez en cuando nos veíamos envueltos en manifestaciones que se organizaban a la puerta de la Universidad e inhalábamos el gas lacrimógeno. Había huelgas y parones en el campus. Ya se veía que el ambiente andaba caldeado». Iniciado el curso, y con apenas seis semanas de clase, comenzaron los graves disturbios que mantienen paralizado el país.

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María Burgos lamenta que la televisión ofrezca escasa y mala información. «Nos informamos gracias a los compañeros de clase y el grupo de 'whatsapp' con los responsables de la oficina de relaciones internacionales de aquí. Hay que ser precavidos. Hay bulos y recortes. No parece que vaya a mejorar la situación. El consulado nos ha recomendado mantenernos encerrados, pero no se ha comunicado ni preocupado por situarnos en el mapa. El único plan es esperar, aguantar el miedo y desear que este mal trago se pase rápido y, a poder ser, con una mejora de los derechos del pueblo chileno», concluye esta joven vallisoletana que comienza a plantearse volver a España en febrero, con el riesgo de complicarse el curso académico.

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