Le tocó esperar cerca de una hora en los bancos exteriores de la Sala. Era la primera vez que pisaba la Audiencia de Valladolid y fue solo. Anass Ahnin, joven de origen marroquí y que desde su llegada a España solo acumula infortunios, había sido ... citado para declarar en calidad de testigo sin saber prácticamente lo que era eso. Solo comprendía que era la víctima y así se lo transmitió a los magistrados nada más entrar para relatar los hechos del pasado 10 de marzo en el antiguo Rancho Grande, en el Páramo de San Isidro. «Yo no soy testigo, soy la víctima», recalcó antes de acceder, en chanclas y gorra, a la Sala y nada más iniciar su testimonio.
Publicidad
En el interior se encontró, seis meses después, con su presunto agresor, en prisión desde los hechos. Era Ramdane Amraqui, también de origen marroquí y acusado de intento de asesinato por propinar al menos cuatro martillazos en la cabeza de Anass cuando ambos residían de forma ilegal en el Rancho Grande. Pero antes de que la víctima rememorara lo sucedido en medio de un edificio a medio construir y pasto de la okupación, declaró el acusado.
Este se enfrenta a una pena de nueve años de prisión (ocho por tentativa de asesinato y uno por amenazas), si bien se limitó a afirmar que no recordaba los hechos y que esa noche había consumido 'karkubi' (droga alucinógena originaria de Marruecos, elaborada a partir de la fusión de hachís y el medicamento rivotril) y 'base' (una alternativa a la cocaína más barata, similar al crack). No reconoció tampoco el martillo ni nada de lo ocurrido esa noche ni las anteriores, cuando también hubo algún incidente en el interior del Rancho Grande. «No he dicho que yo antes hubiera matado a gente en Marruecos. Me fui de ahí porque me iba a tocar hacer el servicio militar obligatorio», relató el intérprete de Ramdane sobre los presuntos gritos que profirió antes de atacar a Anass.
Tribunales en Valladolid
Quien sí se acordaba de lo sucedido fue la víctima, más ducho con el castellano. «Ese día llegué a la hora de comer y vi al acusado durmiendo en nuestra habitación. Tuvimos una discusión porque no queríamos que viviera con nosotros al ser una persona violenta. No confiábamos en él y le pedí que saliera», declaraba Anass. Tras ese conato de enfrentamiento, Anass y las otras dos personas que vivían con él en esa época (ahora se han mudado a Italia según uno de los agentes) prendieron un hornillo y empezaron a comer. «Noté que me caía algo sobre la cabeza», apuntó la víctima durante el juicio.
Publicidad
Era el primero de los martillazos que recibía presuntamente a manos de Ramdane. Fueron al menos cuatro según certificaron los forenses. «Perdí el conocimiento», continúuó.
Ese relato lo completó un agente de la Policía Nacional, que llegó cuando la víctima yacía en el suelo. Se le encontró ensangrentado junto a un martillo con restos de haber golpeado una cabeza (pelos y sangre). «Nos llamaron por una reyerta. A la llegada paramos al acusado, pero en ese momento no sabíamos qué había pasado. Dijo que tenía problemas. Me encontré a la víctima sangrando abundantemente. Fueron los tres testigos quienes nos señalaron al autor. Nos apuntaron que era problemático y que había desertado en su país. En ese momento estaba tranquilo; esperaba las consecuencias», declaró el agente de la Policía Nacional.
En la prueba pericial, los tres forenses que intervinieron en el caso confirmaron que las heridas en la cabeza de Anass eran compatibles con las de un martillo. Definieron cuatro, de gran intensidad, porque a la víctima le afectó hasta las vértebras y la movilidad y sensibilidad de las extremidades del lado derecho. «Esas heridas concretas que tenía no le hubieran causado la muerte, pero golpear una cabeza con un martillo, sí», concluyeron.
Publicidad
Durante estos seis meses, Anass ha continuado en Valladolid. Hace unas semanas aseguraba que buscaba una oportunidad, aunque ya no quería volver a vivir en el Rancho Grande. Sigue de okupa en los entornos del Parque de las Norias, después de protagonizar una mediática okupación en la calle Olmedo.
Asegura que no puede trabajar por culpa de las secuelas a raíz de la agresión y sus únicos ingresos vienen de la «chatarra». Podría recibir, en caso de que fuera condenado el acusado, alrededor de 6.000 euros por unas secuelas que los forenses no pudieron certificar al no volver al hospital. «Le debieron quitar las grapas unos amigos con unos alicates», manifestaron los peritos.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.