Jeff Bezos y Amancio Ortega: dos de los magnates con raíces en Valladolid

Y, cuando no es el origen, es la atracción de la tierra. La familia Botín, sinónimo de banquero de éxito, mantiene una gran finca en Villalba de los Alcores. Es una herencia de Carmen Yllera, que fuera esposa de Marcelino Botín, hijo del creador del Banco de Santander y tío de Emilio Botín. Marcelino creó la que hoy es la fundación privada más importante de España. Ningún heredero va ya por la finca pero las aportaciones benéficas siguen llegando a la parroquia de Villalba de los Alcores.

Rizando el rizo de las coincidencias, la mejor biografía del rey del textil ('Amancio Ortega, el hombre que creó Zara') la escribió en 2008 Covadonga O'Shea, cuñada de Emilio Botín. Y la mejor forma de conseguir un ejemplar hoy es a través de Amazon, la plataforma digital de Bezos.

En octubre llegará la emisión del serial sobre la vida de Amancio Ortega en ocho capítulos que prepara Amazon Prime, la división fílmica de Bezos. Le encarnará el actor Javier Gutiérrez.

Menos fortuna tiene el Coto de Castilleja, la finca de recreo del filósofo José Ortega y Gasset en Mayorga de Campos donde endulzó su regreso del exilio portugués y que visitaba cada año. Destinada a ser un emblemático centro de paisajismo y cultura bajo el amparo de la Fundación Ortega y Gasset-Marañón, el proyecto de 2013 sufrió el frenazo de la gran crisis. Aún no ha arrancado, aunque en la villa confían en que algún día marque un antes y un después.

Hace unas semanas, Jeff Bezos anunció que dejaba la cúspide de su imperio mercantil. Lo que ha alentando las esperanzas de los vecinos de Villafrechós de que recuerde que su abuelo, Salvador Bezos, salió de la villa en busca del sueño americano.

Villafrechós se sumaría así a esta particular ruta de hombres con fundaciones emblemáticas con vinculación vallisoletana.

Los jardines del Coto de Castilleja son un oasis en Mayorga, en plena Tierra de Campos. Una finca de más de 200 hectáreas en cuyos jardines remansaron las ideas y vivencias de José Ortega y Gasset cuando regresó del exilio. Desde allí cimentó su amistad con Gregorio Marañón.

Sede inmejorable para un proyecto como el Centro de Estudios sobre Patrimonio Cultural, Natural y del Paisaje que la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón presentó en 2013. «Podía ser el antes y después. Estamos hablando de millones de euros. Pero todo se ha quedado a la espera», reconoce el alcalde de Mayorga, Alberto Magdaleno.

La propia fundación ya se había gastado dos millones de euros en acondicionar este escenario que incluye joyas arquitectónicas de gran valor, incluida una iglesia del siglo IX.

La localidad, limítrofe con León, estaba llamada a ser la sede periférica de su sede central en Madrid. La idea era ofertar amplios programas de conferencias, seminarios y talleres. Un lugar que mezclaría a expertos del medio ambiente y estudiosos de la sostenibilidad, la arquitectura o la restauración de edificios. Todo con un marchamo de ponentes internacionales y bajo la tutela de la Universidad de Valladolid, con la que se firmó un convenio de colaboración. La presentación del proyecto contó incluso con la presencia del expresidente del Gobierno, José María Aznar.

Magdaleno soñó con que un proyecto así «pondría a Mayorga en el mapa» y la convertiría en una referencia cultural y académica. Hoy y con el silencio del paso de los años, el alcalde admite que solo les queda esperar «mejores circunstancias para ponerlo en marcha pero siempre con la alfombra roja preparada para proyectos como estos».

Para la mayoría, Amancio Ortega Gaona es un empresario gallego. En La Coruña creó su enorme multinacional textil (Zara/ Inditex). En realidad nació en León (Busdongo, 1936), aunque su sangre no puede ser más vallisoletana. Es el mayor de los cuatro hijos de Antonio Ortega, ferroviario de la capital del Pisuerga y de Josefa Gaona, nacida en Valoria la Buena.

Y la localidad, casi en el límite con Palencia, está muy presente en su vida, mucho más allá de que le sirva para dar nombre a sus yates: el actual 'Valoria B' (47 metros de eslora) sustituyó al 'Valoria', a secas, en 2018.

«El pueblo de mi madre no puede estar en malas condiciones», aseguran que le prometió 'Choliño' (así le llamaba su progenitora) al alcalde, Javier Calvo. El regidor, imbuido de la aversión de Ortega a cualquier declaración pública, se muestra agradecido, pero rechaza dar detalles de en qué se traduce ese cariño para su municipio. «Ni puedo, ni debo», zanja Calvo.

En las memorias de la Fundación Amancio Ortega figura el enorme apoyo que ha recibido su región de origen. Aparte de becas para estudiantes en España y en Estados Unidos y Canadá, Castilla y León ha recibido material hospitalario de última generación por valor de 18 millones de euros desde 2017, de los que 3,6 millones se han repartido entre el Clínico, el Río Hortega y el Comarcal de Medina del Campo. Además de las ayudas a la compra de material sanitario en la emergencia de la covid, que la institución ha repartido también por el resto de España.

¿Y para Valoria? En el balance de 2020 figura que la Fundación «ha colaborado puntualmente con el Ayuntamiento en la financiación de intervenciones urbanísticas muy concretas dirigidas al acondicionamiento y a la mejora de distintos espacios públicos del municipio».

Aunque su alcalde (PP) se muestra hermético, el único edil de la oposición, Enrique Sancho, asegura que «las cantidades se han aprobado en los plenos». Las últimas ayudas del magnate se están destinando al adoquinado de la almendra central de Valoria. Muy cerca de la antigua casa de la familia Gaona, en la plaza Queipo de Llano. La oposición echa en falta «que se dedicara parte de esos fondos a algún proyecto de carácter social», reclama Sancho.

Enlazaría así con otros apoyos más directos en tiempos pasados que permitieron inaugurar en 2009 la guardería infantil que lleva el nombre del dueño de Zara, que pagó los 160.000 euros de las obras. Como reconocimiento, en la misma fecha se inauguró el centro cultural Josefa Gaona, en honor a su madre, y cuyo coste, medio millón de euros, se financió con los planes provinciales de la Diputación de Valladolid.

En aquel acto, la familia estuvo representada por Josefa Ortega, la hermana menor de Amancio Ortega Gaona.

La junta parroquial de Villalba de los Alcores, que custodia la iglesia de Santiago Apóstol, sabe que su imponente templo tiene garantizado su mantenimiento gracias a las aportaciones anuales de la Fundación Botín. «Siempre hay cosas que mejorar y la techumbre ya pide un arreglo», avanza el párroco de Villalba, Carlos Fernández-Robles.

En la memoria histórica de la Fundación figura que, desde finales de los años 70, se envía una cantidad anual, que hoy día suponen unos 3.000 euros. En este tiempo, la cifra global «ronda los 80.000 euros», según confirman en la institución cántara. No hay un epígrafe específico sino que se incluye en el capítulo de 'Colaboraciones'. Es un mecenazgo que se basa en un sentimiento arraigado hace más de medio siglo.

El origen de la relación de esta exitosa saga de banqueros con la localidad se remonta a 1907. El mismo año que nació su hija Carmen, después esposa de Marcelino Botín, César Yllera compró la finca El Encinar, un enclave de 400 hectáreas a cuatro kilómetros de Villalba de los Alcores. Con el tiempo, Marcelino heredó de su padre, fundador del Banco de Santander, la doble faceta de financiero y filántropo benefactor del patrimonio y la artes que le llevaron a crear la Fundación Botín.

Carmen Yllera y Mariano Botín tenían un gran aprecio por este coto de caza en el que pasaron largas temporadas hasta los años sesenta del siglo pasado. Los más viejos del pueblo aún recuerdan el generoso apoyo del matrimonio, que daba empleo a 15 o 20 jornaleros en su propiedad.

La muerte de ambos dejó un tanto en el olvido la finca. «El dueño actual es un sobrino del matrimonio que vive en Madrid. Según el guarda, lleva bastantes años sin venir», explica el alcalde de Villalba, Manuel Rodríguez.

Aunque han pasado muchos años, «la gente del lugar cuenta que siempre estaban dispuestos a ayudar a cualquiera que tuviese necesidad», recuerda el alcalde de Villalba, Manuel Rodríguez. Esa memoria y agradecimiento popular tiene su reflejo en el callejero de este pueblo de 360 habitantes con una calle dedicada a Marcelino Botín y Carmen.