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Javier Atienza. ALBERTO MINGUEZA
Javier Atienza, Médicos sin Fronteras: «Las consecuencias económicas de las guerras matan más que los bombardeos»

Javier Atienza, Médicos sin Fronteras: «Las consecuencias económicas de las guerras matan más que los bombardeos»

El cirujano vallisoletano volverá en unos días a Camerún para atender a las víctimas de un conflicto bélico que se ha recrudecido

Víctor Vela

Valladolid

Jueves, 29 de agosto 2019, 07:49

Tiene Javier Atienza (Valladolid, 1983) la maleta ya lista porque en apenas un par de días repartirá besos entre la familia, dirá adiós otra vez a los suyos, nos vemos en unos meses, hablamos mientras tanto por 'whatsapp', no os preocupéis que estaré bien. Le espera primero un curso en Alemania, después (desde el 7 de septiembre) una larga estancia en Camerún, país al borde de la Guerra Civil (si no está ya en ella) que sufre las consecuencias de un conflicto secesionista en las zonas anglófilas. Son ya miles de muertes, medio millón de refugiados, zonas prácticamente inaccesibles sin ayuda humanitaria. Y un sinfín de heridos. Allí ya estuvo Javier:estudiante primero en el San José, luego en las facultades de Medicina de Valladolid y Barcelona, cirujano de guerra en Yemen, Gaza, la República Democrática del Congo, ahora de nuevo Camerún.

–Y allí, ¿qué se va a encontrar?

Camerún, comparado con sus vecinos, es uno de los países más desarrollados del África occidental. Pero el conflicto en el que está inmerso (en la frontera con Nigeria) se ha recrudecido en el último año y eso ha provocado además un desplome de la economía. Tienen el 98% de paro. De momento no hay malnutrición, pero... Ylas tasas de violencia sexual y de ataque a las viviendas está creciendo. Los que se pueden marchar, se van. Y los que no...

Javier es uno de los integrantes del contingente de Médicos sin Fronteras allí desplazados para garantizar la atención sanitaria a una población con un difícil, casi imposible acceso, a la sanidad. Incluso en los casos más básicos. Hay hospitales, la mayoría atendidos por religiosos, que han tenido que cerrar:por seguridad, porque los médicos huyen desde las zonas de riesgo a otras ciudades... también a otros países. «En la mayor parte de África no hay asistencia sanitaria gratuita. Si vas a Urgencias con una apendicitis, lo primero que te piden es pagar el precio de las suturas, del cirujano, del anestesista. Si tienes dinero, te operan. Si no, te vuelves para casa». Esto, en tiempos de paz. Cuando azota la guerra, «la situación se vuelve dramática»: llegan los heridos de bala (de media, tres operaciones al día), las víctimas de los bombardeos, se multiplican las cirugías abiertas. «Hace unos años, la amputación era la única salida, pero es muy difícil encontrar prótesis y mucho más preferible salvar los miembros, sobre todo los superiores. Por eso hacemos tanta cirugía reconstructiva, plástica. Llegamos a pasar doce, trece, hasta 18 horas al día en el quirófano. Si la herida es de tórax o abdomen, pueden ser necesarias tres operaciones. Si es en las extremidades, más de diez». Junto a esto, la formación a los profesionales del país, «porque si no, se perpetúa la dependencia. Y el objetivo es conseguir que sean lo más independientes posibles en la atención a las víctimas».

¿El problema? Que el número de pacientes es enorme. No solo durante la situación de emergencia, mientras las balas vuelan y el conflicto está abierto. «Una guerra no es solo el bombardeo, sino todo lo que viene detrás: las violaciones, las decapitaciones. Lo primero que me encontré nada más llegar a Camerún fueron tres cabezas decapitadas al lado de la carretera. Pero después está la crisis económica, los problemas derivados de bajas condiciones sanitarias, la falta de agua potable». El germen de cultivo para que proliferen enfermedades, «como el cólera, la malaria», que también requieren atención médica.

Recuerda que eso ya lo vivió durante su estancia en el República Democrática del Congo, cuando durante seis semanas se dedicó a hacer reconstrucciones perineales de mujeres que habían sido violadas. En Yemen no conocían el cólera hasta que se desató la guerra. Después, «ante los problemas de higiene y las dificultades de acceso al agua, los casos eran muy habituales. Al final, las consecuencias económicas de la guerra matan más que los bombardeos», asegura Javier.

Defiende que «cualquier médico y profesional sanitario se tendría que plantear, al menos una vez en la vida», viajar a estas zonas en las que tanto se necesita su labor. «Yo fui para dos meses y al final me he quedado cuatro años. Más que una profesión, es un estilo de vida». Y eso, a pesar de las dificultades. «Cada vez somos más objetivo de todo. Yo viví el bombardeo de nuestro hospital del cólera en Yemen. Antes se tenía un gran respeto a la labor de Médicos sin Fronteras. Ahora hay que hacer frente a posibles secuestros, chantajes, a la voluntad que tienen algunos gobiernos de sacar beneficios incluso de sus pobres». Y, también, a los intentos de «criminalización» de su labor humanitaria. Lo dice Ana Tomás, delegada de MSF:«Nos preocupan estos discursos, que ya vemos en el Mediterráneo[suyo es el Ocean Viking que rescató a 356 migrantes]. Pero somos tozudos y estaremos donde más se nos necesite».

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