Secciones
Servicios
Destacamos
. «Siempre me llamó la atención la bata blanca... y no sé por qué.Vengo de una familia numerosa, éramos ocho en casa;mis padres, profesores de Primaria.No había nadie vinculado con la Medicina.Pero yo quería ser médica». Y lo consiguió. Cuenta que ... estudió duro para obtener una beca, porque sin la ayuda pública lo habría tenido muy difícil para pagar la Universidad. Concluyó la carrera en Makerere, la Universidad más importante de su país, situada a las afueras de Kampala, la capital. Hizo la especialidad: anestesista. Y descubrió que la medicina, además de salvar vidas, puede cambiarlas. Fue así como Irene Kyamummi, natural de Uganda, se convirtió en colaboradora del programa Child Health Project (CHEP), un proyecto que ayuda a reducir las altas tasas de mortalidad infantil que hay en África. La ONG Harambee ha premiado la labor de Irene con su galardón anual y este fin de semana ha celebrado una cena benéfica para recaudar fondos con los que financiar la iniciativa.
–¿En qué consiste el proyecto?
–Se llama Child Healt Project (CHEP). Lleva once años de trabajo en Kenia y tuve la suerte de involucrarme desde el primer momento, cuando me trasladé a ese país a trabajar. El objetivo es prestar atención médica a los niños de entre 4 y 14 años, una edad en la que un sector muy importante de la población se siente vulnerable por desnutrición, enfermedades infecciosas como la malaria, los parásitos...
–Y ante eso...
–Prestamos atención médica en cuatro colegios.
–¿En el mismo colegio?
–Sí. Por falta de medios, a los padres les cuesta llevar a los niños a los hospitales. Por los costes que supone. Porque el transporte no siempre es sencillo.A veces, por desconocimiento. O por que se confía en soluciones tradicionales que en ocasiones perjudican el tratamiento médico. Los niños, cuando hay una enfermedad importante, suelen llegar a los hospitales tarde, cuando ya no se puede hacer nada para salvar su vida. Ya llegan muy enfermos y en ocasiones no hay solución.
–¿Los hospitales son públicos?
–Sí. Pero hay que pagar los fármacos. Aveces los equipos no funcionan y, por ejemplo, para hacerse unos análisis tienen que ir a clínicas privadas. Y pagarlo... Nuestro proyecto está en Limuru, en Kenia. Allí la mayor parte de los padres de familia trabajan en las plantaciones de té. Se dedican a la recolección de las hojas de té. Y eso no supone mucho dinero, muchos ingresos para el hogar.
–Así que...
–Atendemos a los niños. Pero también nos dedicamos a educar a los padres (hacemos visitas médicas a muchas zonas rurales) con normas básicas de alimentación, de higiene para prevenir enfermedades. Y no solo es un problema de pobreza. En ocasiones sí, pero no siempre. En muchos casos, las familias tienen los medios, pero nadie les ha explicado cómo mejorar su alimentación.Hay familias que a lo mejor comen todos los días lo mismo, sin preocuparse por una alimentación variada, cuando podrían hacerlo. Existe un problema de base, y es que no siempre se ha educado para conseguir estos objetivos. Por eso, enseñar a los padres es tan importante. Sobre todo a las madres.
–¿Por qué a ellas?
–Porque ellas son la base de la educación en muchos hogares. El problema es que las mujeres abandonan muy pronto los estudios. A los 13 o 14 años ya no están en el colegio.Porque tienen que casarse, porque hay matrimonios concertados.
–Y ellas se implican en la prevención...
–Cuando empecé a trabajar, me di cuenta de que buena parte del sufrimiento de los pacientes se podía evitar, se podía prever. Con la prevención se puede llegar muy lejos en Medicina. El gran problema es que las familias no saben dónde tienen que llevar a sus hijos enfermos.Cuándo llevarlos. Suelen pensar:'Vamos a esperar, a ver qué pasa'. Y cuando buscan ayuda ya es tarde.
En Uganda, los datos de instituciones internacionales dicen que el índice de mortalidad infantil registrado en 2019 es de 55 bebés menores de un año muertos por cada mil nacimientos. En España son tres por cada mil, según Unicef.
–¿A cuántos niños atienden?
–En los once años en los que lleva en marcha el proyecto, hemos llegado a cinco mil niños de cuatro colegios. Contamos con un médico, una enfermera, una psicopedagoga, también con técnicos de laboratorio, para los análisis. A veces, tenemos que trasladar a los niños a una clínica, pero no es lo habitual.
–¿Cuáles son los principales logros obtenidos durante este tiempo?
–Hemos conseguido que baje mucho el absentismo escolar. Los niños ya no faltan tanto a clase por motivos de salud. Antes se ponían enfermos y no podían continuar con sus estudios. Hay menos desnutrición, también.
–Para el futuro...
–Mi objetivo es que este programa que ya funciona en Kenia pueda llevarse a mi país, a Uganda.
–Ha participado en una cena benéfica en Valladolid.
–Con tan solo 50 euros se proporciona atención sociosanitaria a un niño durante los diez años que dura el programa. Con ese dinero se cubre el coste de un seguro médico, que incluye un seguimiento con tres chequeos anuales, el suministro de medicinas y vitaminas, el transporte al hospital si fuera neceasrio y esa información que reciben sus padres y sus famil ias.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.