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Hallar o descubrir algo nuevo o no conocido. Esa es la definición de la RAE para la palabra inventar. A lo largo de la historia de la humanidad, los inventos más simples han supuesto avances descomunales. Muchas veces, de casualidad: el microondas, el chupa- ... chups, los post-it. Pero hay otros en los que existe un trabajo y estudio previo. Incluso de cosas que parecen inmejorables. Jesús Españadero dice que el columpio lleva 2.000 años sin variar. Él ha encontrado otra manera de impulsar a quien esté montado sin apenas hacer esfuerzo. El mecanismo funciona girando una rueda de un lado a otro unos 60 grados. Este jubilado vallisoletano de 64 años ha patentado lo que él llama ‘Nuevo Impulso’, un columpio normal y corriente pero con una salvedad: permite desde los laterales mover los asientos del juguete más famoso de los parques infantiles.
«Con 30 años columpiaba a mis hijos. Luego lo hice con mis nietos, pero con la edad me cansaba», explica. «Empecé a idear algún mecanismo hace un año que me permitiera hacer el mínimo esfuerzo». Se podría pensar que carreras como ingeniería, arquitectura o trabajos en la construcción guían a una persona a la hora de construir e inventar este tipo de artilugios. Sin embargo, los estudios de Jesús llegan hasta segundo de Bachillerato. «Lo hice obligado porque lo demandaban en un trabajo que tuve».
En una de las empresas de fabricación de juguetes de parques, un empleado le achacó no tener nada nuevo que ya estuviera inventado antes. «Su jefe, que tenía confianza con el empleado, me defendió, y aseguró haber recibido ‘un bofetón’ con mi invento y aseguró no haber visto nada igual. Llevo trabajando un año en ello», cuenta.
Le gustan mucho las matemáticas y reconoce que se le dan bien. «Siempre voy haciendo juegos y combinaciones matemáticas con las matrículas», comenta. Le han ofrecido probar su invento haciendo dos para una empresa, pero él no se fía. «Aunque descarten mi idea y destruyan lo que haya montado, sabrán cómo lo he hecho». Jesús derrocha modestia. Tiene claro que su ciudad debe ser la prioridad si su invento tiene éxito. «Quiero que sea Valladolid la que se lucre de ello. Que se diga: ‘Esto se inventó aquí’».
Asegura que si le llega a pillar con 30 años este «tesoro» sería el negocio de su vida. Aquí en España, según él, ser el primero en comprar un invento nuevo cuesta. «Si voy a un fabricante extranjero, me compra el invento enseguida», añade. A la hora de entregar fotos a este periódico ha sido reticente. La idea está patentada, pero le preocupa que particulares se la copien. «Voy a luchar hasta que esté implantado en España». Este otrora vendedor ambulante y tendero pasa apuros económicos como muchas personas jubiladas que no tienen para llegar a fin de mes. «Nunca me fui de vacaciones como tal, aunque yo siempre he sentido que mi vida eran las vacaciones», explica. «Tengo una pensión de 700 euros con 40 años cotizados. Me tuve que prejubilar. No llego a fin de mes y de vez en cuando mis hijos me ayudan. Me pasan 100 o 200 euros».
Esta creación puede garantizarle el dinero que él y su mujer necesitan. «Yo no quiero ser millonario. Con 500 euros cada mes me conformaría. Estoy jubilado y necesito una ayuda para la pensión», asegura. Durante el tiempo que estuvo construyendo y mejorando la estructura, algún amigo le ayudaba, pero por lo general quería mantener la expectación. Después de ir a la oficina de patentes, siguió mejorando el invento, al que añadió una rueda que sustituía a las cadenas, otro sistema de empuje que probó. «También estuve enseñando vídeos y haciendo encuestas sobre lo que creé. El resultado general es que les llamaba la atención y les gustaba. En los parques llamaban a más gente para que lo vieran», comenta. Además de esta invención, ha diseñado otros aparatos que vende al por menor y que le reportan un pequeño beneficio.
Pase lo que pase, seguirá mejorando el columpio para el disfrute de sus nietos, que además de su edad, fueron otra de las razones por las que se animó con este proyecto. Como tantos otros mayores, ahora sin apenas esfuerzo, columpia a los hijos de sus hijos, como alguna vez lo hicieron sus abuelos.
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