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La inserción laboral que educa a una generación para transformar un barrioEl patio del colegio Cristóbal Colón es más que un lugar para jugar al fútbol, al baloncesto o al deporte que se preste. En ese campo de cemento rojo, de esos de dejarse las rodillas jugando con un balón, hay algo más. Lo ven todos ... los días desde su ventana los vecinos de la calle Gallo, cuyo bloque de edificios se levanta imponente sobre ese campo pintado con líneas de balonmano. Allí llaman la atención unos pequeños invernaderos instalados en la banda. Dentro hay, sobre todo, hortalizas. Pero también hay unos espacios para hierbas aromáticas. Y, alrededor, los alumnos del centro trabajan con rastrillos, azadas y regaderas para cuidar este pequeño huerto. «La mejor clase que tienen es la práctica. Aquí se mezclan dos tipos de educación, la presencial, con innovación, y la creatividad. Todo lo que aquí aprenden tiene que tener su servicio fuera, en el barrio o con su familia», explica Alberto Rodríguez 'Bertoni', director del centro.
Y ese barrio es Pajarillos, donde está este colegio, que tiene un 100% de alumnado que pertenece a minorías. «Hay que saber la realidad de un centro de estas características, que ya está etiquetado. La jornada de puertas abiertas es complicada y apenas vienen familias. Hay población que no le interesa el colegio y otra que no tiene mucho interés en la educación. El objetivo que tenemos es que los alumnos se matriculen cuanto antes en el sistema educativo –especialmente en las etapas de educación no obligatoria, como Infantil– para evitar el fracaso escolar», añade. Eso, y el absentismo, son sus grandes problemas. Pero el Cristóbal Colón intenta dar la vuelta a la situación con varias propuestas. «Me atrevería a decir que es de los proyectos educativos más potentes que he conocido. Trabajamos con propuestas que atraen alumnos al colegio y también a los absentistas», asegura Bertoni.
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¿Y funciona? Pues eso parece. «El absentismo sigue muy alto, pero impactamos con proyectos potentes en los días donde faltan más alumnos y parece que algunos sí responden», apunta el director. Proyectos que, define, «trabajan las competencias y resultan atractivos». «Es crear un colegio que sea muy motivante a través de métodos de arte, de robótica, de matemáticas, de escritura a través del teatro, del cine y también de preconocimiento de una profesión, con huerto, cocina, mecánica de bicis o perfumería natural», añade.
Y es aquí donde entran esos pequeños invernaderos.
Allí aprenden una profesión, a adquirir esas competencias. Algo que los 180 alumnos del centro hacen desde los ocho años. «Desde entonces reciben un estímulo semiprofesional. Por ejemplo hacen una jardinería muy educativa y luego fuera hacen cursos de jardinería. Otros han terminado trabajando de jardineros. Las plantas aromáticas se utilizan para hacer perfumes naturales en el colegio. La idea es crear un proceso de inserción laboral, a través de la filosofía del aprendizaje servicio, para adelantarnos al posible fracaso escolar. La mejor clase que tienen es la práctica», reitera Bertoni.
Lo que pasa dentro del colegio es de gran importancia, pero casi más lo que ocurre fuera. «En esta zona es muy importante el horario extraescolar. Por eso lo que hacen aquí también tiene una implicación con lo que sucede en el barrio –el centro también está situado al lado del 29 de octubre–. A través de Pajarillos Educa se quiere cambiar un barrio y crear una calidad de vida y de bienestar. El colegio está vinculado para ser el motor de un proceso de transformación del entorno, a nivel social, medioambiental y de empleo», asegura su director. Proyectos que se han hecho dentro del colegio y que luego han tenido su impacto en el barrio, como el de arte urbano que ha hecho que varios edificios del entorno luzcan murales en sus fachadas.
«La idea clara es que los niños sean el motor del cambio. De cambiar el barrio», incide Bertoni. Y esa intención quiere ir a más. El colegio tiene la pretensión de ampliar su oferta educativa a dos años más, para retener esa mentalidad durante primero y segundo de Secundaria. «El 90% de los niños de etnia gitana que salen del centro no terminan la ESO. Y es un número optimista. Siempre he pedido retenerles un poco más, porque son edades clave para los niños. No puedes dejarles con 13 años en la calle, porque si desaparece y luego vuelve con 16 ya es tarde, tiene demasiadas cargas en la mochila. Por eso tenemos ese proyecto de insercción, para adelantarnos al posible fracaso. También planes de cosmética y peluqiería y a través de Pajarillos Educa para mantener esa conexión tanto dentro como fuera», explica Bertoni.
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César Blanco Elipe
Conexión que empieza en ese campo de cemento rojo. O en la recolección de esa planta de lavanda. Una base que tiene la pretensión de educar a una generación que puede cambiar un barrio.
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