![Un anciano intenta suicidarse tras golpear a su mujer con una maza en la cabeza en Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/24/media/cortadas/coolla-kQ4E-U90784359152VCF-624x385@El%20Norte.jpg)
![Un anciano intenta suicidarse tras golpear a su mujer con una maza en la cabeza en Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/24/media/cortadas/coolla-kQ4E-U90784359152VCF-624x385@El%20Norte.jpg)
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Agentes de la Policía Nacional detuvieron a última hora de la mañana de este domingo a un hombre, J. G. V., de 85 años, tras golpear presuntamente a su mujer, L. F. R., de 83 años, con una maza en su vivienda ubicada en ... la calle Industrias de la capital vallisoletana, en el entorno de la Plaza Circular. Los hechos, que ocurrieron sobre la una del mediodía en el domicilio familiar, están siendo investigados por el Cuerpo Nacional de Policía. Ambos permanecen ingresados en el Hospital Clínico, si bien están fuera de peligro. Según confirmaron fuentes próximas al caso, la víctima está «bien», aunque con un «fuerte golpe en la frente».
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Fue una vecina del inmueble, Rosa, quien dio la voz de alarma. Apenas una hora después del suceso, continuaba visiblemente nerviosa. Aún tenía la voz resquebrajada. Las manos, agrietadas. Lo justificaba por los «gritos» que tuvo que dar, de la «fuerza» que tuvo que hacer para «suplicar» al presunto agresor que no se arrojara al vacío. Porque desde un ventanal situado a escasos metros de su casa, en el pasillo de la cuarta planta del bloque, intentó ayer suicidarse este anciano tras supuestamente pegar a su esposa con el citado objeto.
El presunto agresor, una persona «completamente normal, que según los vecinos no había tenido problemas, salió de la vivienda, ubicada en el segundo piso, y subió hasta la cuarta planta. Recorrió cuarenta peldaños. Varios minutos de trayecto para una persona como él, que acarrea problemas de movilidad –se ayuda de un bastón– desde hace varios años. Se dirigió hacia la ventana con la intención de tirarse a un patio interior del mismo edificio.
Pero Rosa y su marido truncaron sus intenciones. Cuando salieron de su casa para ir a visitar a un familiar el detenido tenía «medio cuerpo fuera». No sabían quién era. Tan solo que era un varón de edad avanzada. Echaron a correr –menos de seis metros separan la ventana de la puerta de su vivienda– y «cada uno le cogimos de una pierna». «Vimos quién era, no entendíamos nada. Nos pusimos a gritarle y a pedirle por favor que no se tirara, que estábamos para ayudarle y que podíamos hablar».
Hicieron «muchísima fuerza». A Rosa, ama de casa, le costaba contener las lágrimas al narrar lo ocurrido. Intentaba recordar cómo transcurrieron los acontecimientos, pero «todo fue muy rápido». Se tocaba el hombro. Lo tenía dolorido. «Yo creo que no será nada, pero ahora me molesta bastante», comentaba. Miraba fijamente al fondo del pasillo. Fruncía el ceño. Retiraba la mirada. Le venían 'flashes' a la cabeza. «No sé cómo hemos conseguido que no se tirara, pero lo importante es que estamos todos bien y que ha sido solo un gran susto», apostillaba.
Dijo que lo primero que hicieron cuando el hombre estaba fuera de peligro fue «darle un abrazo». Tenía las manos ensangrentadas. Los restos de sangre en el alféizar de la ventana dejaban constancia de ello. «Ha venido la científica, ha estado tomando muestras y no hemos tocado absolutamente nada, había restos de sangre, pero no lo hemos limpiado», aseveraba.
J. G. V. y su esposa, asturianos de nacimiento y vallisoletanos de adopción, viven en Industrias desde hace al menos quince años, «cuando él se jubiló», según el relato de sus vecinos. Antes, cuentan, residían en la céntrica calle Santiago. Poseen el piso donde ayer ocurrieron los hechos desde «hace muchos años», aunque lo arrendaban.
Fuentes próximas a la investigación aseguraron que no existen antecedentes por violencia de género. Era una pareja «normal». No obstante, allegados del matrimonio habrían indicado que últimamente presentaban algunos problemas de salud. Asimismo, mantienen una «buena relación» con los vecinos del inmueble. Son de trato «agradable». «Nos cruzábamos a veces en el ascensor y normal, como con cualquier otra persona; se interesaban por cómo nos iba, si estábamos bien de salud...», insistía Rosa.
Los vecinos no pueden creerse que este hombre, presuntamente, agrediera a su mujer. Al filo del mediodía la normalidad regresó a este edificio de Industrias. El segundo piso, donde se produjeron los hechos, estaba prácticamente desierto. La luz del pasillo no funcionaba. Está fundida. Tan solo una ventana de características similares a la que recurrió este octogenario para intentar tirarse al vacío iluminaba la planta. Un precinto policial prohibía el acceso a la casa del matrimonio. Tras la puerta de la vivienda contigua no había nadie. No suele haberlo. Sus propietarios acuden «muy de vez en cuando». Los escasos vecinos que ayer transitaban por las zonas comunes piden el mismo deseo: «Ojalá se recupere pronto y vuelva a casa».
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