Román García en el salón de su vivienda de la antigua pollería en la zona de Vadillos-Circular. Alberto Mingueza

Román vive en un antiguo bajo comercial en Valladolid: «¿Miedo? Ninguno»

El anticuario jubilado Román García es pionero en vivir en antiguos bajos comerciales y ahora acondiciona uno en el barrio de Las Batallas

J. Asua

Valladolid

Domingo, 20 de noviembre 2022, 00:01

En esto de pasar directamente de la acera al salón de casa Román García es pionero en la ciudad. Ahora ve la tele en lo que antes era un animado bar-pollería de la calle Bailarín Vicente Escudero, en la zona de Vadillos-Circular, y ... duerme en la estancia que hacía de bodega del establecimiento. Su automóvil lo aparca en la cochera contigua, con acceso directo a su hogar, y en ella, además, tiene un pequeño tallercito para restaurar esas delicadas antigüedades a las que dedicó su vida profesional. Todo comodidades, asegura este inquieto comerciante de almoneda ya retirado.

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Dice el activo jubilado que él está «de maravilla». «Tengo mi independencia, que eso vale mucho, aunque yo sea una persona muy sociable», matiza. Damos fe de ello. La fórmula la estrenó Román en Santander, donde vivió once años, parte de ellos en una antigua tienda convertida en casa en una céntrica calle de la capital cántabra. La experiencia le gustó y a su regreso a Valladolid un amigo le dejó el espacio donde reside ahora. «¿Miedo de vivir a la altura de la calle? Ninguno. Una buena puerta blindada, ventanas seguras y ya está solucionado; igual es más fácil que te entren a robar en un séptimo piso que en mi vivienda», considera sin dudas.

Una esquina atractiva

Con los mismos derechos y obligaciones que el resto de los vecinos de la comunidad, este pensionista ha visto en los bajos vacíos una oportunidad de vivir a su aire a un precio más asequible. Ahora está metido de lleno en las obras de transformación de un antiguo ultramarinos en el chaflán de las calles Covadonga con Navas de Tolosa –Ventafiel–, en el semicéntrico barrio de Las Batallas.

«Vi esta esquina y el local y me pareció que tenía muchas posibilidades, es una zona sin mucha aglomeración de viviendas, porque son edificios de tres alturas, da a sur y tiene sol todo el día», explica. La inversión total, entre reforma y compra del espacio, rondará los 80.000 euros. Por ese dinero: dos habitaciones, salón-comedor-cocina, un cuarto de baño y un pequeño trastero. Total: 55 metros cuadrados.

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El despacho de arquitectos Oigaestudio se ha encargado de elaborar el proyecto de reforma y tramitar esta conversión con el Ayuntamiento a través de una declaración responsable. «Hay dos perfiles de clientes: esas personas que tiene un local comercial que llevan años sin alquilarlo y optan por darle esta salida y también inversores que se han dado cuenta de que la tendencia tiene posibilidades en el mercado inmobiliario», relata, al tiempo que fija en los 800 euros por metro cuadrado el coste de reforma de un espacio comercial vacante de tipo medio.

Román. delante del local que ha comprado en Las Batallas para transformarlo en un hogar. Alberto Mingueza

De este mercado, Román sabe mucho. Rastrea sin parar las ofertas de venta de bajos en su zona y tiene ojo clínico para calzar posibilidades y precio. Afirma este analista a ras de acera, que los propietarios empiezan a ser conscientes de que el producto va a tener futuro. «Lo importante en esto es comprar el local a buen precio, porque luego, en la reforma, te puedes gastar lo que quieras dependiendo de los materiales; ahora los locales claves, como la esquina que he cogido yo se valoran cada vez más», desvela.

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Accesible para discapacitados

Y va más allá. «A la hora de venderlo puede ser una ventaja porque estas viviendas se prestan para que viva gente minusválida, ya que garantiza el acceso directo desde la calle y así te ahorras ascensores, escaleras y tal... yo creo que esto es un valor más para este tipo de viviendas», subraya García.

El arquitecto comparte esta última consideración de su cliente y destaca los beneficios que este producto residencial, denostado hasta hace unos años por eso de que era de menor categoría lo de vivir en un bajo, tiene para ciudades en la que la desertificación comercial está haciendo estragos. «Esa segunda vida residencial beneficia a esos barrios que han visto cómo se cerraban las tiendas de toda la vida y nadie las ha vuelto a ocupar», insiste.

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Es el caso de la esquina de Las Batallas que tras la clausura del ultramarinos especializado en productos de la comarca de Peñafiel no volvió a recibir ninguna oferta de algún tendero que quisiera reabrirla para otro tipo de negocio. Román García tiene ahora dentro de ella a una cuadrilla de albañiles y fontaneros que han despejado el espacio de estantes, cámaras y vitrinas para darle la configuración de un hogar con todas las prestaciones y con la ventaja, para los más independientes, de no tener que bregar con la música a todo trapo del vecino de descansillo.

Román lo tiene claro. Él lo de volver a subir escaleras y tener que dar explicaciones a los compañeros de edificio cuando se cruzan en el portal como que no. «Esta independencia que te da estar a tu aire es fenomenal», recalca este pionero y sociable jubilado vallisoletano.

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