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El invierno demográfico (fenómeno provocado por la progresiva pérdida y envejecimiento de población en un territorio) no fue el año pasado tan gélido ni tan ... severo en la provincia, gracias al calor aportado por la llegada de población extranjera. El incremento en la entrada de inmigrantes (sobre todo procedentes de Latinoamérica) y el descenso en la marcha a otros países de quienes hasta hace poco vivían aquí (sobre todo búlgaros) o de aquellos jóvenes que durante la crisis se marcharon (especialmente a Europa) para conseguir un trabajo ha ocasionado que, por primera vez en seis años, el saldo migratorio en Valladolid sea positivo.
Llegan de otros países más personas de las que emigran. Y esta es una buena noticia para el padrón, que el año pasado sumó 1.263 altas por esta vía. El problema es que la cifra, con ser la mejor desde 2008, es aún insuficiente para compensar la pérdida demográfica que vive Valladolid por causas estrictamente naturales.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) reveló la semana pasada que Valladolid apuntó durante 2018 el peor saldo vegetativo desde que existen registros (1941). Nunca hasta ahora había sido tan enorme la brecha negativa (cada vez más abismo) entre nacimientos y defunciones. Nacieron 3.458 bebés en Valladolid (la cifra más baja desde que el INE lleva la cuenta) y murieron 5.068 personas. Esto supone que el padrón menguó en 1.610 habitantes con la mera dinámica natural. Sin embargo, para analizar la evolución demográfica hay que tener en cuenta otros criterios, como las inmigraciones. Yesos son los datos que ayer ofreció el INE.
Así, Valladolid perdió 1.610 habitantes por la diferencia negativa entre nacimientos y muertes (llegan menos personas al mundo de las que se despiden de él). Pero consiguió recuperar 1.263 porque fueron más los extranjeros que vinieron a vivir a Valladolid de quienes se marcharon a residir a otros países. De este modo, el saldo migratorio permite compensar en parte (pero todavía no cubrir) el boquete abierto en el padrón por la baja natalidad. En el conjunto del país, esta inyección que provoca la inmigración sí que consigue que se remonten las cifras... y España gana población por tercer año consecutivo. Pero la provincia vallisoletana no. Aquí todavía estamos en números rojos.
Eso sí, mucho menos preocupantes que en ejercicios anteriores. A lo largo de 2018, la pérdida de población en el padrón de Valladolid (la capital y los pueblos) fue de 347 personas. Adelgazó a un ritmo de 1,2 habitantes al día, cuando, por ejemplo, en 2015, el retroceso era de siete bajas diarias en los registros de población.
Hay un dato que refleja esta doble tendencia (menos nacimientos, más llegada de foráneos). En 2018, en Valladolid residían 496.745 personas con nacionalidad española.A 1 de enero de 2019, eran 495.325 (1.420 menos). Por el contrario, la cifra de habitantes con nacionalidad extranjera creció en 973, hasta los 24.090.
¿Qué ha ayudado a que se modere esta pérdida de población? La primera causa es el incremento en las entradas de personas llegadas de otros países. El flujo inmigratorio (que se frenó durante la crisis, hasta su mínimo en 2013, cuando Valladolid registró la tasa más alta de paro, casi el 23%) ha vuelto a crecer. El año pasado recalaron en la provincia 2.778 personas llegadas desde el extranjero.
Además, el perfil ha cambiado. Si hace diez años las principales procedencias eran de Bulgaria y Rumanía, ahora (además de Marruecos) son Colombia y Venezuela, con aportaciones en muchos casos de titulados universitarios. Precisamente son aquellas nacionalidades más nutridas hace diez años las que encabezan ahora las salidas al extranjero, con personas búlgaras y rumanas que se encaminan a otros países de Europa (como Alemania) para lograr un trabajo.
Para completar la fotografía demográfica hay que añadir un elemento más:los desplazamientos entre provincias.Y aquí la cifra también es negativa. El año pasado llegaron 5.614 y se marcharon 5.703. De nuevo Madrid es el principal punto de fuga de los vallisoletanos.
La gran herida demográfica sigue abierta en Castilla yLeón, que durante 2018 se convirtió, un año más, en la comunidad con mayor pérdida de población en términos absolutos (10.473 habitantes menos), por delante de Asturias y Extremadura (que la superan en retrocesos porcentuales). Zamora y León son, de nuevo, las provincias más castigadas y Valladolid, la que consigue compensar en mayor medida el retroceso natural con la llegada de población extranjera... aunque sin evitar aún los números rojos. En el conjunto de la región, las entradas han pasado de 2.240 a lo largo de 2017 a las 7.925 de 2018. Insuficientes aún para paliar la pérdida de habitantes por la baja natalidad. El saldo vegetativo fue negativo, con 14.199 más muertes que nacimientos. Solo Galicia tuvo peor relación en este indicador.
La inmigración parece, por el momento, la única solución a la incesante caída de la natalidad en España, que en la última década se ha desplomado el 30 %, en un país cada vez más envejecido, informa Efe. Si solo se contabiliza a los españoles nacidos en España, el pasado año la población se redujo en 98.595 personas. Así, la llegada de población extranjera permitió que España registrase el mayor aumento desde 2008 (276.186 personas más), lo que situó la población española en 46.934.632 personas, la mayor cifra histórica desde que existen registros. Con este dato se bate el récord anterior, al rebasar los 46.818.216 habitantes del año 2012.
En el conjunto del país destaca, como en Valladolid, el aumento de la comunidad venezolana, con 42.803 más (crece el 47% hasta las 133.934 personas), seguida de la colombiana (39.977) y marroquí (32.217). Además, se trata de población mayoritariamente joven. La media de edad de las personas de nacionalidad extranjera que llegaron a España en 2018 se situó en 32,1 años. La edad media de la población en España se sitúa en los 43,4 años en 2019, frente a los 33,5 años de hace 40 años. Las personas con más de 65 representan el 19,4% de la población total de España en 2019 (el 22,4%en Castilla yLeón). Este dato supone casi diez puntos más que hace 50 años.
El peso del envejecimiento es importante para comprender la lógica demográfica, que dibuja un círculo vicioso del que parece complicado salir. Porque las comunidades con peores cifras en saldo vegetativo (más defunciones, menos nacimientos, más habitantes envejecidos, menos cifra de natalidad y menos juventud)son también las menos atractivas para la llegada de población extranjera.
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