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A prepararse para el trato con los más mayores ha dedicado los últimos de sus 65 años años Adriana Ion. Atrás dejó Rumanía en 2002, en busca de un horizonte laboral que halló en Madrid, una meta que tiempo después hizo posible que le siguieran su marido y sus cuatro hijos. A Valladolid llegó en 2010 para trabajar como interna, una etapa a la que seguiría una estancia en Córdoba recogiendo fruta en el campo primero y en una lavandería después, para finalmente retornar de nuevo a la ciudad castellana en 2017, esta vez con el título de Educación Secundaria y el de formación sanitaria como auxiliar de enfermería, un viejo anhelo perseguido con ahínco que le ha permitido hacer sustituciones en residencias y ganarse la vida en servicios de ayuda a domicilio.
«Desde siempre mi ilusión ha sido trabajar de auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos, y más siendo útil en estos tiempos donde se está viendo tanta necesidad», apunta Adriana Ion, contratada en plena pandemia en el marco de Incorpora, el programa de inserción sociolaboral de la Fundación la Caixa, una iniciativa que se desarrolla desde hace más de diez años en Valladolid en colaboraciónn con la Asociacion El Puente Feaceps, Cocemfe. Fundación Rondilla y Procomar Valladolid Acoge. Desde que comenzó el estado de alarma, el programa Incorpora ha facilitado noventa contrataciones para empleso de primera necesidad en Castilla y León a través de 59 empresas.
Especiales coronavirus
Durante varias semanas el coronavirus apartó a Adriana de su ocupación recién estrenada en un centro de mayores de la capital, al que ya se ha reincorporado y donde su contrato expira a primeros de junio. «En caso de que no pueda seguir aquí, estoy dispuesta a irme a trabajar a una residencia de cualquier pueblo viviendo en una casita de alquiler», explica quien a lo largo de su vida ha trabajado en jardinería, limpieza doméstica, labores agrícolas y cuidado de mayores.
En año pasado Adriana Ion logró realizar la primera sustitución en una residencia de mayores, una experiencia que «afianzó su interés por trabajar en este tipo de centros, y ahora con la covid-19 ha habido escasez de profesionales para trabajar en geriatría», explica Carmen Muñumer, técnica del programa Incorpora.
«Tenía el deseo de trabajar en una residencia o en algún lugar donde necesitaran mi ayuda y al final se ha logrado; porque me gustaría decir que tenemos que amar a los que nos rodean. Cuando empecé a trabajar en una residencia en plena pandemia era consciente de que podía enfermar, pero Dios puso este miedo en mis manos y pensaba que tenía que ser fuerte porque el amor no entiende de miedo, así que puse todo en sus manos», comenta Adriana, quien a falta de unos pocos meses para su jubilación, se aferra a una convicción: «Dios me ha dado este don para atender a los mayores, con ellos hay que ser humilde, respetuosa, compasiva y paciente. Y no solo cuando trabajas como auxiliar de enfermería, sino como manera de vivir».
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