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Quienes conocían a José María Méndez Bayón coinciden en destacar su enorme sentido del humor. Su condición innata por sacar una sonrisa al otro, ya fuera en casa, con su círculo más cercano, o en el trabajo. Daba igual: lo importante para este médico anestesista vallisoletano, que falleció este miércoles a los 62 años en un accidente de tráfico muy cerca de Logroño, era provocar una carcajada a quien se cruzara en su camino. «Era preciso, responsable, dedidado a sus pacientes y comprometido con su profesión: la anestesología», recuerdan desde el Hospital Viamed Los Manzanos, donde trabajaba desde hace casi dos décadas, puesto que compatibilizaba con la Fundación Hospital Calahorra.
Deja José María Méndez -afincado en el municipio riojano de Nalda, casado y con dos hijos- en su segunda casa un «recuerdo imborrable». No entendía la vida de otro modo que no fuera en clave de humor. Si había algo que le caracterizara era un gran carisma. «Tenía un enorme sentido del humor», cuentan estas mismas fuentes, al tiempo que subrayan su afición por la lectura, «en la que se sumergía en los momentos de ocio».
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A ese «recuerdo imborrable» al que aluden desde Los Manzanos hace también referencia el Sindicato Médico de La Rioja. «Falleció en un fatal accidente mientras se dirigía a su puesto de trabajo. Acompañamos en el sentimiento a sus familiares y amigos y nos unimos en su duelo por la pérdida de nuestro compañero», lamentan.
Licenciado en Medicina y Cirugía, Anestesiología y Reanimación por la Universidad de Valladolid, José María Méndez se consideraba -así queda reflejado en una entrevista para la revista de Viamed Salud en marzo del año pasado- una persona «trabajadora, tranquila, esencial en su trabajo, amigable, perfeccionista y con buen sentido del humor». Su premisa era «cumplir lo mejor posible con el trabajo» y no quedarse atrás en lo que a innovaciones, avances y «novedades» en su área se refiere. «Nunca hay que quedarse atrás en ese sentido», opinaba.
Precisamente, por su forma de ser logró ganarse el cariño de compañeros y pacientes. «Jamás te olvidaremos», «siempre de buen humor y sonriendo, amenizando tantas horas de trabajo», «gran profesional y persona» o «un hombre muy afable» son solo algunos de los mensajes que han llenado las redes sociales para despedirse de seguidor del Fútbol Club Barcelona que ejerció en Castilla y León -en el Hospital General Yagüe de Burgos- antes de partir a tierras riojanas, entre 1998 y 2004.
Ese sentimiento de agradecimiento era recíproco. Decía que, para él, lo mejor de la profesión era que los pacientes quedaran satisfechos. «Comprobar que todo ha salido según lo previsto y observar cómo los miedos a la entrada del quirófano se tornan en calma y relajación al comprobar que su problema ha sido resuelto sin complicaciones», apuntaba Méndez, con familia también en el mundo de la medicina. De hecho, el hecho de que su hermano «estuviera ya en Medicina a mitad de carrera» influyó en su elección «Se le veía contento. Me empecé a aficionar ojeando los atlas de anatomía que tenía en su habitación», admitía hace diez meses, mientras reiteraba que «no cambiaría Anestesia y Reanimación por otra especialidad».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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