Francisco Posada: «Los hoteles estamos en la UCI; o nos dan oxígeno o cerramos»
Francisco posada, presidente de la asociación de hoteles de valladolid ·
El portavoz de los establecimientos de alojamiento pide «socorro» a las AdministracionesAtiende a El Norte de Castilla en plena celebración de la Seminci. El alojamiento que dirige se enclava en el mismo centro de la ciudad. ... Esta semana, en una situación normal, sus 55 habitaciones estarían ocupadas. Llenas de vida. Al otro lado del teléfono se escucharía ese bendito 'disculpe, pero estamos completos', que a los recepcionistas les suena a gloria pronunciar y que hace muchos meses que no sale de su boca. Este año en el Enara solo duermen clientes en doce estancias. El suyo no es un caso aislado. Ni mucho menos. De hecho, prefiere que no se ponga su ejemplo, porque él representa a todos, acota. Pero su situación da idea de cómo están las cosas en la que se puede calificar como una de las temporadas altas en Valladolid, junto con la Semana Santa o los Pingüinos.
Francisco Posada, presidente de la Asociación de Hoteles, no puede esbozar una sonrisa. No le sale. Su cara es todo preocupación. Desde hace meses. «Pedimos socorro, esta es una llamada de auxilio que deben conocer todos los vallisoletanos; los hoteles estamos todos en la UCI y si alguien no nos da oxígeno, vamos a cerrar; nos encontramos desamparados», describe con contundencia. Aquellos créditos ICO solventaron los primeros aprietos «tres meses». Fue pan para ayer. Después, no ha habido nada. Solo la bonificación municipal del 95% en el pago del IBI, un desahogo que descargó a estas empresas de la obligación fiscal por los meses de clausura. Una pizca de aire entre tanta angustia.
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La covid-19 ha encontrado acomodo en esta actividad y se niega a abandonarla. Ha inoculado su veneno en la movilidad y el ocio, de los que se alimenta el sector. Tras el cierre obligado por el confinamiento y el estado de alarma, el pasado junio volvieron a abrir sus puertas. «Entonces había ilusión por retomar la actividad, por intentar recuperar algo de normalidad y estabilidad», recuerda. Pero esta segunda y virulenta ola de la pandemia les ha inundado por completo. Cuando ya pensaban que iban a poder achicar, poco a poco, los terribles daños que la enfermedad les había causado en el primer embate, llega, con igual o más fuerza, otra andanada. «Si no hay ayudas directas, no vamos a llegar a la orilla, muchos hoteles tendrán que clausurarse antes de final de año», augura Francisco Posada, mientras sigue esperando respuesta de la Junta a su solicitud de respaldo económico. De momento, no hay noticias del Ejecutivo autonómico. Urgen.
Posada ofrece datos. De los 2.500 empleados en los establecimientos de la ciudad, el 50% está en ERTE. «Vamos a llegar al 80% en breve o directamente de los ERTE va a desaparecer la 't' y vamos a ir a las listas del INEM», avanza, además de subrayar que cientos de trabajadores llevan meses sobreviviendo con 700 u 800 euros al mes. «Estamos hablando de muchas familias en Valladolid», afirma.
Miedo a moverse
Ya no hay clientes de negocios, la ciudad no acoge congresos, los eventos deportivos se esfumaron y del turismo ni hablamos. Solo visitantes residuales, estos últimos días relacionados con el cine. Todo con una normativa «cambiante» en aforos, confinamientos perimetrales y toques de queda que complica aún más la llegada de huéspedes. El teletrabajo, añade Posada, evita riesgos al que lo ejerce, pero deja vacías miles de camas en estas instalaciones. Y todo apunta a que Internet seguirá ahorrando viajes durante mucho tiempo. Hay miedo a moverse. El 'quédate en casa' manda.
«Para que un hotel pueda ser viable tiene que tener una ocupación media de entre el 60% y el 70%, ahora estamos todos entre el 10% y el 20%, con estas cifras no se pueden mantener abiertos; si no hay clientes no hay nóminas», recalca. El portavoz de estos negocios –cincuenta en la ciudad, de los que 40 pertenecen a esta asociación– cuenta que en el grupo de WhatsApp que comparte con otros directores y propietarios ya no caben las bromas entre colegas. En los mensajes prima la incertidumbre. «Hay mucho desánimo, porque no se ve luz al final del túnel, es complicado transmitir alegría y optimismo cuando ves tan negro el panorama;un año normal en octubre y noviembre ya estaríamos planificando el 2021; ahora vivimos al día para evitar tener que cerrar mañana», relata.
Considera Francisco Posada –49 años de edad, desde los 23 en esta profesión– que el Gobierno no ha tenido en cuenta que España es la segunda potencia turística del mundo. No pone peros a las medidas sanitarias –«lo prioritario es la salud», reconoce–, pero esa condición de tractor de la economía, ahora completamente averiado, debería haberse tenido en cuenta y ser compensado de alguna manera desde la Administración. Nadie les ha ofrecido herramientas para repararlo. Dinero, vamos. «¡A un sector que ha hecho tanto por este país!», lamenta.
En la cadena de los alojamientos se enganchan, además, muchas otras actividades. El efecto dominó hace estragos también esos negocios. «O pagamos nóminas o pagamos a los proveedores». Desde hace meses, los directores hacen encajes de todo tipo para poder atender ambas obligaciones. Pero ya no da. Sumas las facturas de suministros como luz, agua o gas... Todo gastos, ingresos ínfimos.
Insiste el representante del sector en Valladolid que los hoteles son la carta de presentación de la ciudades y municipios, así como los principales guías para sus visitantes. «Esta en un profesión vocacional, donde el detalle y la atención al cliente es fundamental», describe. Ahora el desánimo cunde, porque no hay materia prima, no hay visitantes, y no se les espera hasta dentro de mucho tiempo. La concentración motera de enero se anula, la próxima semana de Pasión está en entredicho con el nuevo estado de alarma y la actividad de los viajes de empresa no tiene visos de repuntar hasta que la nueva alerta sanitaria concluya. Incluso ni así. «Estamos agonizando», resume Posada, quien reclama apoyo a los propios vecinos de Valladolid para que consuman en las cafeterías y restaurantes de estos establecimientos, donde se cumplen con todo los protocolos. Al menos sería algo. Hasta ese punto llega la necesidad.
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