Son días complicados para las carteras de los consumidores. El precio de la luz, el de los combustibles, el de las materias primas… todo sube. También el precio del café, un producto considerado por muchos, como un gran indicador de la salud económica. Los insumos ... básicos para el desarrollo de la actividad hostelera, son cada vez más caros, lo que hace que las expectativas de recuperación del sector tras la crisis pandémica, sean cada vez más complicadas. Sin embargo, hay hosteleros (pocos), que han decidido echar un pulso a la inflación y seguir manteniendo el precio de su producto estrella, el café.
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Es hora punta. 10:30 de la mañana y el Café Ideal Nacional, en la Plaza Mayor de Valladolid, está abarrotado. Un cliente se para en el umbral de la puerta y ya antes de entrar, Rubén García le pregunta desde el otro lado de la barra: «¡Joven! ¿con leche? ¿calentito?». Es uno de los habituales. En cuestión de segundos, ya tiene el café servido. Rubén es el más rápido tras la barra. Su ritmo es frenético y su pericia con la cafetera, digna de admiración. No para. Lo mismo sirve un café, que cobra a un cliente, o le sirve un bizcochito que él mismo ha preparado por la mañana. Pero si la rapidez es esencial para preparar cafés, también lo es para servirlos. Ahí está al quite su amigo y socio David García, el encargado de atender las mesas y la terraza. Tampoco para un segundo y responde a las preguntas de El Norte mientras llena su bandeja y limpia mesas. Lo tienen lleno y su secreto es el precio que, en su caso, no está reñido con la calidad. Cobran un euro por café y siempre, siempre, lo acompañan de un bizcocho, una chocolatina, un caramelo o una galleta. Una buena mañana sirven entre 800 y 850 cafés. Al día sirven más de 1.000.
Rubén y David eran compañeros de trabajo en este bar, cuando a su jefe, hace cinco años, le llegó la hora de jubilarse. Estos dos amigos, decidieron coger el testigo de este negocio con solera, manteniendo la calidad y el precio de sus productos. «Siempre hemos tenido una fuerte carga de trabajo. El secreto para poder mantener el precio del café a un euro, es trabajar con volúmenes altos. Esta fórmula nos funciona, porque cada vez nuestra clientela fija es más grande», explica David. «Como todo el mundo, también hemos notado la subida de los suministros eléctricos. Las materias primas también han tenido subida, aunque de momento, podemos combatirla. Nuestra idea es mantener este precio todo el tiempo que podamos porque así nos va bien», confirma este hostelero.
Miguel Ángel Nicolás es conserje en un edificio de Plaza Mayor. Es cliente habitual del Café Ideal Nacional y agradece poderse tomar un café cada mañana a este precio. «Llevo diez años viniendo a diario. Rubén y David son gente encantadora y el hecho de que me lo cobren a un euro, es también muy importante. Es buen café. En otros sitios suelo pagar entre 1,4 y 1,50 euros y aquí, además, tienen el detalle de poner un trozo de bollo casero», dice este cliente satisfecho.
«Más valen muchos pocos que pocos muchos». Esa es la filosofía de Alfonso Bravo y de su mujer Rosa Cañibano, gerentes desde hace 19 años del Bar Bravo, en la calle San Ignacio. Ellos mantienen el precio de su café a un euro, «por lo menos desde hace 15 años». «Este precio es mítico. Creemos que es razonable para nuestros clientes, que son principalmente trabajadores. Estamos en el centro y nosotros vivimos de la gente que trabaja por aquí. Nuestros clientes se merecen que los tratemos bien, porque nos han apoyado mucho durante lo más duro de la pandemia, cuando sacamos una mesa fuera y pusimos el café para llevar. Es una forma de corresponderles. Somos una gran familia. Por aquí todos saben el precio de nuestro café y somos conocidos por ello», explica este matrimonio de hosteleros. «Nosotros capeamos la inflación sabiéndonos racionar. Teníamos un contrato de luz anterior a todo esto, que todavía nos mantienen. La renta es adecuada y además, nuestro proveedor de café también nos trata muy bien. El misterio es en trabajar mucho. Abrimos desde las 06:30 hasta las 18:30 horas», prosigue Alfonso mientras sirve una bandeja repleta de cafés.
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También en los pueblos
En el medio rural, también es cada vez menos frecuente encontrarse con establecimientos que cobren por su café un euro. El Bar El Castillo, en Traspinedo, es uno de ellos, aunque sus propietarios, los hermanos Luis, Fernando y Laura Bazán Puertas, no saben si lo podrán mantener durante mucho tiempo. Entre semana sirven unos 100 cafés al día. Los fines de semana, algunos más. «Con lo que ha subido todo, no sé si podremos aguantar mucho este precio», explica Fernando al otro lado del teléfono. «¿Recuerdas aquel episodio tan comentado en el que Zapatero dijo que el café costaba 80 céntimos?», pregunta este hostelero traspindejo. «Pues en aquel entonces nosotros lo estábamos cobrando a 70 céntimos», suelta con risa. «Hace por lo menos 3 años que subimos a 1 euro, pero ahora nos estamos planteando cobrarlo a 1,10, porque todo se ha encarecido. Este mes, por ejemplo, hemos pasado de pagar 300 euros de luz a pagar más de 500 euros. Los clientes agradecen el precio porque el café es de una buenísima calidad además, e incluso hay alguno que nos dice que ya es hora de que lo subamos, pero siempre hemos sido reticentes a hacerlo. En épocas de crisis la gente mira el dinero y yo creo que tenerlo más barato nos ayuda a vender más. Lo que ocurre es que la situación cada vez es más difícil. Los del pueblo están acostumbrados, sin embargo, los forasteros se quedan asombrados cuando les cobramos. Todos dicen que hace mucho tiempo que no tomaban un café a un euro», añade Fernando. La suya es una familia de tradición hostelera. El bar lo abrió su padre, Eleuterio, en 1977, con sus hermanos mayores. «Llevamos toda la vida de cara al cliente. Somos la cuarta generación de estanqueros», resalta Fernando
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En Palazuelo de Vedija encontramos otro oasis para los muy cafeteros, Dulcinea Bar Restaurante, un establecimiento que abrió sus puertas en 1955. «Cuando pasamos de la peseta al euro lo cobrábamos a 80 céntimos y algunos clientes nos decían que cobráramos la moneda entera. Empezamos a cobrar un euro y así seguimos. Solemos poner como detalle un caramelo de café o una galleta para acompañarlo», relata Dulcinea Irimia, su gerente, quien tiene pensado subirlo de cara al verano. «Tal y como están las cosas, posiblemente lo subamos a 1,10 euros. Más no, porque para un pueblo ya sería excesivo. A primeros de año nos subieron el precio del café y cada vez tenemos menos margen. El pueblo tiene unos 103 vecinos aproximadamente por las mañanas pongo unos 30 cafés y en el buen tiempo, el doble. En Palazuelo la hora del café es sagrada. Aquí somos muy cafeteros», concluye Dulcinea.
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