El hostelero Antonio Romero, dueño del Tito's, cuelga el mandil
El granadino dice adiós a cuarenta años de dedicación a la barra y la cocina
«Se traspasa bar restaurante en el centro de Valladolid por jubilación», reza escueto el anuncio insertado en las páginas de El Norte de Castilla. Cuando se llama al teléfono móvil que acompaña el reclamo se oye la voz de Antonio Romero Jiménez, el que durante cuarenta años ha sido el 'alma mater' del Tito's, uno de los referentes de la hostelería vallisoletana en el cogollo de la ciudad.
La 'malafollá' de este granaíno, ese carácter adusto y duro que se atribuye a los naturales de la capital de la Alhambra y que él no niega, calzó bien con la sequedad de la meseta castellana desde el primer momento. Pero el idilio toca a su fin. «Las fuerzas empiezan a faltar, además este negocio ha cambiado mucho y yo ya soy de otra época», dice mientras pone una tapa de tortilla a dos clientes en el establecimiento que regenta en calle Los Molinos, adonde se trasladó desde el bar original de Menéndez Pelayo, frente al hotel Mozart, en el que fraguó su fama.
En tiempos de gastrobares y sabores fusión, este profesional ya no ve hueco. «Los clásicos se mueren», lamenta. Su hijo no ha querido recoger un testigo labrado a base de «tesón», horas y millones de kilómetros entre el mostrador, la cocina y las mesas y Antonio no encuentra profesionales que le ayuden a llevar una marca que pertenece a los tiempos del Cardenal, el Ansón o Panero, como rememora. Conclusión: llegó la hora de descansar.
Aprendió de Jacinto Carretero
La mili le trajo a Pucela allá por 1976, cuando gastaba solo 21 años, y esto le gustó. «La mili, no; la chica que conocí y que ahora es mi mujer», aclara con sorna. Con Merche comenzó su andadura y con ella concluye su camino. Emocionado –interrumpe la conversación con lágrimas en los ojos en dos ocasiones–, aprendió todo lo que sabe de Jacinto Carretero, un jefe que le enseñó los secretos del negocio. Comenzó de camarero con él en el primer Tito's de la Feria de Muestras, aunque antes se había estrenado en el Papus de la calle Pasión. Apadrinado por Carretero, que dejó la ciudad, decidió quedarse con el nombre y seguir en solitario. Y lo hizo con éxito.
En sus mesas se han sentado artistas, políticos «de todos los colores», abogados, deportistas... y también la prensa canalla tras cerrar, muy de madrugada, aquellas ediciones interminables. Muchos de los que han circulado por el centro de forma habitual han hecho escala en su casa para picar algo.
El bacalao, los callos, esas ensaladas de tomate del de verdad, sus chipirones encebollados o el jamón de primera división que siempre ha ofrecido quedarán en el recuerdo de los paladares locales. Igual que esa «mala uva» simpática que él admite, que le viene de origen y que triunfó en Valladolid.
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