Secciones
Servicios
Destacamos
Los Hospitales de Valladolid detectaron en 2024 tres casos de maltrato infantil cuyo diagnóstico principal fue el «síndrome del bebé zarandeado», también conocido, como «síndrome ... del bebé sacudido». Solo trascendió uno de ellos, con resultado fatal: en julio del pasado año fallecía en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid un bebé de tres meses, donde fue derivado desde el Centro de Atención Primaria de La Pilarica ante las sospechas de una posible fractura en la cabeza compatible con un zarandeo. El Juzgado de Instrucción número 2 de Valladolid, que decretó la libertad provisional del progenitor tras su detención en el centro hospitalario, investiga los hechos como un posible caso de maltrato infantil.
Para Mercedes Garrido, pediatra de Atención Primaria en el Centro de Salud Tórtola de Pajarillos que forma parte del grupo de trabajo de Pedriatría Social -antes denominado de maltrato infantil- de la Asociación de Pediatría de Atención Primaria de Castilla y León, casos como estos son únicamente «la punta del iceberg», dado que solo se contabilizan aquellos que se detectan, que suelen ser los más graves. «Hay casos más leves que pueden pasar desapercibidos», explica la pediatra, que pone el foco en la importancia de la «detección precoz para poder intervenir con la familia» y evitar la aparición de un síndrome con consecuencias «muy graves».
Las manifestaciones clínicas, explica la doctora, pueden ser muy «amplias» dependiendo de la gravedad del caso. La sintomatología más leve abarca desde «irritabilidad del menor, vómitos o problemas de alimentación». Mientras que en los cuadros clínicos más críticos pueden presentarse «convulsiones, pérdida de conciencia, somnolencia, dificultades respiratorias o hemorragias retinianas».
Es con la aparición de estos «síntomas neurológicos graves» cuando se somete al menor a otras pruebas complementarias como «un escáner, una resonancia o una exploración oftalmológica», lo que permite llegar al diagnóstico de la lesión: un 'traumatismo craneal no accidental o por maltrato', como se conoce científicamente al 'síndrome del bebé zarandeado'. «De esta manera no se pone tanto el foco en el mecanismo con el que se han producido las lesiones, que es el zarandeo, sino en la consecuencia de un acto que sería el traumatismo craneal o encefalopatía», matiza la doctora.
Pese a la sintomatología característica de este cuadro, estas lesiones «no son exclusivas del síndrome del niño zarandeado», por lo que otro aspecto clave para determinar que ha habido intencionalidad o negligencia es la explicación de los progenitores: «Muchas veces la sospecha nos la da que lo que cuentan los cuidadores o los padres, no se correlacionan con la gravedad de las lesiones que estamos viendo».
Mercedes Garrido
Pediatra de Atención Primaria
Es en estos casos cuando se inicia el protocolo por maltrato, que supone dar parte a la Fiscalía, al Juzgado de Menores y a los Servicios Sociales, encargados de investigar si existe una responsabilidad penal y de garantizar la seguridad de los menores, lo que en algunos casos implica la retirada de la guardia y custodia como medida provisional hasta que se esclarecen los hechos.
«En lo que se resuelve el tema a veces pasan muchos años en los que se ha desestructurado a una familia», apunta Aitor Curiel, médico forense que ha intervenido en una veintena de casos judiciales por maltrato infantil en los últimos tres años años como perito de parte y que aboga por la «rapidez» en la resolución judicial, dado el «daño irreparable» que en muchos casos se produce al separar a los progenitores del menor durante «dos o tres años».
Curiel explica que las lesiones que puede presentar un bebé compatibles con este síntoma también responden a otras casuísticas, como «una caída, un golpe no intencionado o lesiones derivadas del parto no diagosticadas hasta ese momento». Por lo que probar la intencionalidad o la negligencia suele ser algo complejo y que muchas veces depende de la «inercia» que tome el proceso, en función de las pruebas y os informes médicos.
La mortalidad y las secuelas a largo plazo son las consecuencias más graves de este síndrome, que afecta en mayor medida a los bebés de hasta seis meses por sus condiciones anatómicas, pero que se puede dar en cualquier menor de dos años. «Es muy importante que los padres tengan conciencia de que el zarandear a un bebé puede tener unas consecuencias graves. La mortalidad es alta, de un 25%. Y un tercio de los que sobreviven pueden quedar con secuelas de gravedad, como una discapacidad intelectual o convulsiones», advierte Garrido.
Es por esto que la pediatra alude a la importancia de la detección precoz para prevenir este y otros tipos de maltrato infantil, ya que «es más habitual» tener indicios o sospechas que permitan intervenir antes de llegar a una situación crítica que comprometa la salud del menor. En muchos casos de manera accidental o por desconocimiento: «El hecho de que haya un maltrato o una sospecha de maltrato, no significa que haya una intención de hacer daño».
Un caso habitual es la mala praxis de unos padres primerizos ante un llanto incesante. «Los profesionales sanitarios que estamos en contacto con la familia, pediatras o matronas en las visitas prenatales, tenemos que dar a los padres educación sanitaria para que tengan habilidades suficientes para saber cómo manejar una situación de desesperación con un bebé que está llorando intensamente», ejemplifica.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.