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Cuando el Reino Unido anunciaba un prometedor tratamiento con corticoides, concretamente con la dexametasona, el Río Hortega de Valladolid en realidad ya había constatado la eficacia clínica de este tipo de terapias en ancianos y personas con asma difícil, con la posibilidad de contrastarlo ... además con un grupo de control, con un fármaco menos agresivo y, por lo tanto, sin graves secuelas, con evidencias de que su uso no solo está indicado en casos muy graves y de mala evolución sino incluso de forma precoz y, además, con publicación en una revista especializada. «En realidad su trabajo y el del grupo de Valladolid es bastante distinto y el nuestro estaba, cuando lo anunciaron, mucho más avanzado. Ellos no lo han publicado, hicieron un comunicado de prensa, el suyo es aleatorio y por las circunstancias no pudieron comparar resultados con un grupo de control», explica la directora del proyecto y jefa de Alergología del Río Hortega, Alicia Armentia.
El corticoide inhalado que se administró en el estudio fue budesonida solo o en combinación con algún broncodilatador.
El trabajo fue enviado a Journal of Allergy Clinical Inmunology, y tras dos cribas, fue aceptado por tres revisores expertos extranjeros pero desestimado por un español. Se envió entonces a una revista Q2: Allergología et Inmunopatholgía donde fue aceptado sin correciones por todos los revisores.
La investigación recoge la experiencia de un equipo de médicos que configuraron uno de los grupos Covid-Residencias y también la de la Unidad de Asma Difícil del complejo vallisoletano de la Zona Oeste de Salud.
El trabajo de la Universidad de Oxford anunciaba que la dexametasona era capaz de reducir una de cada cada ocho muertes en los pacientes que requieren ventilación y una de cada 25 en los que necesitan oxígeno, según un ensayo clínico realizado en 175 hospitales de Reino Unido. El de Valladolid demuestra que el empleo precoz de los corticoides inhalados, los habituales de los asmáticos, protegen frente al virus.
Esta especialista en Alergología explica que, desde el comienzo de la crisis sanitaria, tuvo que compatibilizar el trabajo habitual como jefa del Servicio de Alergología del Río Hortega, único que atiende tal especialidad en Valladolid, con el destino en el citado grupo de residencias, «en el que estamos integrados 22 especialistas». Asmáticos y personas muy mayores, dos colectivos además de alto riesgo en cuanto al coronavirus se refiere, al menos inicialmente así apuntados.
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Óscar Chamorro / Álex Sánchez
Óscar Chamorro / Álex Sánchez
Óscar Chamorro Álex Sánchez
Óscar Chamorro / Rodrigo Parrado
«En Alergología nos preocupó cómo podríamos tratar los asmas inestables, que normalmente atendemos en la Unidad de Asma difícil de nuestro servicio. Como les atendíamos también a distancia utilizamos nuestros medios telemáticos a través de aplicaciones de móvil personalizadas que manejan nuestros pacientes. Luego fui enviada a las residencias de ancianos, de forma presencial, pero mantuve el contacto con los pacientes asmáticos todos los días por telemetría». El resultado de ambas experiencias permitió desarrollar el proyecto de investigación, «en el que hemos comparado los síntomas respiratorios de 134 personas mayores de las residencias afectados de covid y de 139 pacientes con asma no controlada, es decir, de la Unidad de Asma Difícil. También llamamos por teléfono a cientos de alérgicos graves. El resultado ha sido que hemos detectado que, tanto los pacientes mayores como los alérgicos, que habían estado tomando corticoides inhalados, aunque daban positivo en las pruebas de coronavirus, un gran porcentaje no presentaba síntomas de ningún tipo. Por ello, estimamos que el hecho de tomar corticoides inhalados puede ayudar a mejorar los síntomas en la infección e, incluso, que la población alérgica con tal terapia habitual tenga un mecanismo de protección frente al coronavirus».
Al fin y al cabo, los corticoides son antiinflamatorios y lo que termina por producir este virus es una respuesta exagerada del organismo.
El equipo implicado comenzó a recoger en bases de datos multitud de variables clínicas y terapéuticas para valorar, según la evolución de los pacientes, cuales habían sido más eficaces, generalizarlas y difundir los avances. Así, «hemos comparado los síntomas respiratorios en los mayores y en los pacientes con asma no controlado, que se consideran vulnerables al coronavirus, porque habíamos observado sorprendentemente que los tratados anteriormente con corticoides tenían mejor pronóstico frente a él. Estudiamos a todas estas personas vulnerables y a todos ellos se les administraba corticoides inhalados que no fueron suspendidos. De esta forma, se recogieron registros médicos electrónicos y se incluyeron datos demográficos, manifestaciones clínicas, resultados clave de laboratorio e imágenes radiológicas. La infección se confirmó siempre con pruebas PCR», detalla.
El departamento de Alergología del RíoHortega también trabaja en otra línea de investigación relacionada con el coronavirus. El grupo desarrolla «un proyecto de atención no presencial para personas en régimen de aislamiento que aplicábamos con éxito a los pacientes con asma muy grave, recogiendo a distancia su estado clínico. El diseño lo han realizado ingenieros expertos en telecomunicaciones de Biodata Devices y estamos pendientes de su financiación a través de becas o ayudas», explica la jefa de Alergología, Alicia Armentia.
La telemetría es algo que el Río Hortega comenzó a pilotar el pasado mes de enero para el control de pacientes asmáticos. «Tenemos dos proyectos fuertes en este sentido, uno multidisciplinar llamado ASMALERT, que predice riesgos ambientales, tanto biológicos (niveles de polen, esporas), meteorológicos (intrusiones de aire sahariano, micropartículas PM10 y PM2,5), contaminación (SO2, NO2, ozono, partículas diésel y otros contaminantes) que últimamente he ido modificando para introducir algoritmos matemáticos que permitan predecir una posible infección por coronavirus». Y un segundo que «es una aplicación llamada MYMOBILE que la hemos utilizado para monitorizar a nuestros pacientes de la unidad de asma difícil durante los meses de reclusión con éxito; de hecho, no hemos tenido ningún ingresado y que comenzó el año pasado para ayudar en el seguimiento a distancia –tanto por su gravedad como por la distancia que les separaba del hospital en caso de pacientes rurales– de los asmáticos graves».
Una experiencia que el Río Hortega propone trasladar para la atención no presencial para personas en régimen de aislamiento por covid basado en telemetrías, recogiendo a distancia su estado clínico».
Explica la doctora Armentia que, inicialmente, con los primeros casos cuando no había un claro consenso sobre el tratamiento de la infección, «una de las recomendaciones era la de no administrar corticoides, que solo eran utilizados en la fase más grave, con resultados pobres».
«Este coronavirus, como el virus sincitial respiratorio, que provoca bronquiolitis graves en los niños, parece seguir una vía inmunológica Th2, que es la misma que siguen también los procesos alérgicos, por lo que quizás el éxito radica en que podría haber una competencia que favoreciera o protegiera a las personas atópicas, es decir, es como si ambos quisieran entrar por una puerta pequeñita y el virus se la encontrara ocupada», explica esta especialista.
El resultado concluye que de los 139 pacientes con asma difícil, únicamente 13 (9,3%) dieron positivo en las pruebas de Covid-19 y el factor común de todos ellos fueron los corticoides inhalados. Por otro lado, de los 134 pacientes analizados en las residencias, 80 dieron positivo (60%), 28 de los cuáles habían recibido corticoides inhalados sin presentar ningún tipo de síntomas. Por lo tanto, «es posible que el tratamiento precoz con corticoides inhalados en la infección por coronavirus sea útil y que la población alérgica tenga un mecanismo de protección ante el coronavirus».
El trabajo ha podido contar además, a diferencia del del Reino Unido, con un grupo de control natural, simplemente el del resto de pacientes de edad avanzada o alérgicos sin tratamiento de corticoides inhalados. «Ellos no podían tener grupo control, no hubiera sido ético porque habrían tenido que dejar de tratar a personas que estaban muy graves, en estado de agonía incluso y no les quedaba más solución que aplicárselo a todos. Nosotros simplemente teníamos una experiencia ya en marcha, constatable. Luego se ha extendido como tratamiento en el hospital y en otros grupos, hemos compartido la experiencia también con inmunólogos, que les ha parecido muy interesante», explica Alicia Armentia.
Además, otro factor fundamental es el de los efectos adversos, mientras los corticoides inhalados no producen daños secundarios, la dexametasona «tiene algunos importantes como diarrea, alteraciones en la coagulación de la sangre, glaucoma que puede conducir a la ceguera, impotencia, miopatía grave, pérdida de memoria... y una larga lista; pero inhalados los corticoides van al órgano diana, al pulmón», destaca. Y hemos comprobado que «cuanto antes mejor, y en la dosis adecuada, alta ya en los primeros escalones de la enfermedad y luego ya se puede ir retirándolo».
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