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Trifón Casado Tejedor era un hombre «muy particular, único» en su comarca. No pasaba desapercibido. Su nombre le hacía «muy especial». «La gente se quedaba extrañada, no había otro, era imposible confundirle con nadie», afirma su hija, Ana Isabel Casado. Le define como una persona «muy noble y sobre todo muy trabajador», aunque a veces «algo gruñón».
Disfrutaba de la soledad en su «querido» Villavaquerín, municipio vallisoletano de cerca de 160 vecinos, de donde procedía. Estaba divorciado, y hace nueve años, de forma voluntaria, decidió ingresar en la residencia de ancianos de Villabáñez –situado a apenas seis kilómetros–. «Le daba miedo hacerse mayor y decidió meterse allí. Ha ido empeorando poquito a poco, perdiendo sus condiciones físicas. Necesitaba una ayuda de todo, aunque realmente es ahora cuando ha necesitado estar en la residencia», señala.
Trifón Casado, de 86 años, sufría desde hace años un hipo crónico –una enfermedad que causa espasmos inspiratorios repetidos durante periodos de 48 horas o más– que le llevó a perder unos treinta kilos y le «condicionó y limitó muchísimo en su vida diaria». Tenía una salud «muy delicada», pero aún era «muy pronto para que se fuera».
Este villavaquerino falleció el pasado 7 de octubre en el Hospital Clínico de Valladolid víctima de la covid-19. Su hija desconoce cómo y cuándo se contagió, pero se siente «molesta y señalada» porque vecinos de la zona apuntaran hacia su progenitor como la persona que 'introdujo' el virus en el geriátrico de Villabáñez, donde a principios de este mes se detectó un brote que afecta una docena de internos –de un total de 22– y varios trabajadores, aunque ya se están registrando las primeras altas médicas.
Todo comenzó a primeros de septiembre. Trifón, antiguo empleado del campo, de la construcción y de una fábrica de chocolates cercana, ingresó en el hospital con una neumonía, pero le hicieron la prueba PCR y dio negativo. Una semana después regresó a la residencia y, tras nueve días de «estricto aislamiento», retomó la convivencia con el resto de internos. Días más tarde, en torno al 28 de ese mismo mes, varios residentes empezaron a padecer síntomas. «Desde que mi padre fuera a la residencia hasta que el resto se contagió han pasado muchos días para que fuera él quien llevara la covid y no dar la cara ni presentar síntomas. Además, le habían hecho el test y había dado negativo, por lo que creo que es prácticamente imposible que volviera contagiado», argumenta su hija, quien reconoce que «al principio yo también sospechaba que pudiera haberlo llevado él, pero pasó mucho tiempo y él estaba bien, así que lo descarto», añade.
Mientras la situación en el centro de ancianos se complicaba, Ana Isabel pensaba que su padre estaba «bien». Dos días antes, el sábado 26, acudió junto a su hija y su marido a visitarle –a través de una ventana, ellos desde la calle y él, desde su habitación–. «Le vimos animado, bien. Me quedé bastante tranquila. No le habíamos vuelto a ver desde que le dieron en alta por la neumonía».
Especiales coronavirus
Pero tan solo unos días más tarde se cumplieron sus peores pronósticos: Trifón no respondía a las llamadas. «No me cogía el teléfono y ya me puse en lo peor. Al rato me llamó la residencia para decirme que tenía fiebre y que habían oído ruido en el pecho en la auscultación que le hicieron», comenta su hija, quien incide en que «pensamos que era de nuevo neumonía».
Según avanzaba la semana, el estado de salud de Trifón Casado empeoraba. Estaba «muy malito» y ese mismo viernes, 2 de octubre, decidieron trasladarle al Clínico. Unas horas después le dieron el resultado de la prueba:positivo en coronavirus.
«El día 5 me dejaron ir a verle para despedirme de él porque me dijeron que estaba muy crítico. Estaba consciente, le preguntaba cómo estaba y me contestaba con la mirada. Jamás olvidaré aquel momento; fue una sensación horrible tener que despedirme y saber que no iba a volver a verle, que se va a morir y no puedes hacer absolutamente nada por evitarlo», recuerda Ana Isabel visiblemente afectada.
También quiere agradecer a los sanitarios el «inmenso trabajo que están haciendo». «Son fantásticos. Según entré a ver a mi padre me di cuenta del cariño y la profesionalidad con la que le estaban tratando. Tenemos que estar eternamente agradecidos por la labor que están haciendo estos meses», apostilla. Ahora, dice, lamenta no haber pasado «más tiempo» con él. «Teníamos una relación muy estrecha. No me parecía que fuera el pilar de mi vida, pero ahora que le he perdido me he dado cuenta de lo importante que era para mí».
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