La primera frase, de entrada, sorprende: «A la gente de Valladolid, el árbol no le gusta mucho», dice Ángel Asensio (Carrión de los Condes, 1957).
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-¿En serio? Pero si los vallisoletanos protestamos mucho por el exceso de gris, de cemento, de ladrillazo...
-Sí, ... pero nos gusta que el árbol esté en la acera de enfrente, no en la nuestra. Cuando te lo ponen cerca, llegan las protestas porque nos quita las vistas, la luz, porque tiene bichos. Quizá tiene que ver porque en Castilla el árbol era un enemigo. Había que roturar para cultivar y que cultivar para comer. Y el árbol no dejaba poner trigo o cebada. Quizá algo venga de ahí.
Asensio es el hombre que más sabe de los parques y jardines de Valladolid. Lleva más de tres décadas en el servicio municipal que se encarga de las zonas verdes de la ciudad. Ha sido su responsable durante todo este siglo XXI, bajo los mandatos de León de la Riva y Óscar Puente, con José Antonio de Santiago Juárez, José Carlos Muñoz, Jesús Enríquez y María Sánchez como concejales.
«He trabajado con todos, con el PSOE, el PP y Toma la Palabra». Y ahora le llega la jubilación. Asensio dice adiós a una pasión que heredó de su familia (sus abuelos se dedicaban a la agricultura), su padre, de Cabezón de Pisuerga, y su madre, de Piña de Esgueva, tenían viñedos y un almacén de vino. Pero llegó, profesionalmente, a este mundillo, casi de forma accidental.
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Cuando Ángel tenía tres años, su familia regresó a Valladolid. «Estudié en el San Agustín y en el instituto Zorrilla. Hice un buen examen de acceso a la Universidad. Pero en la cartilla de notas me encontré con los números tachados y que ponía: 'No apto'. Eran otros tiempos. El presidente del tribunal me dijo que si protestaba me atuviese a las consecuencias». Un amigo le propuso una solución.
«En las escuelas de ingeniero hacían sus propias pruebas de acceso y me presenté en Palencia. Saqué buena nota, me gustó lo que me habían preguntado. Allí me quedé». Primero se convirtió en ingeniero técnico industrial. Después, ingeniero agrónomo, en Madrid. Hizo cursos de doctorado, pero no la tesis. Montó un despacho de ingeniería y durante más de dos años trabajó en la Junta de Castilla y León. En 1987, dirigió la Escuela Taller de jardinería, que formó a más de 400 jóvenes vallisoletanos. «Muchos de ellos son oficiales en el Ayuntamiento y en las empresas del sector».
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Y en 1992, ingresó en el servicio municipal de Jardines, del que años después sería director. El primero que, desde el siglo XIX, no llevaba el apellido Sabadell, la gran saga de jardineros de Valladolid. «Entre 1992 y 2000 fui jefe de centro. Trabajé mano a mano con Andrés Sabadell». Recuerda que de él aprendió mucho, especialmente de rosales, de botánica y de especies. «Yo dominaba más la ingeniería civil, así que nos compenetrábamos muy bien. Hicimos un buen equipo».
Hace tres décadas, Valladolid tenía 1,5 millones de metros cuadrados de zonas verdes. Hoy son más de seis. Durante este tiempo, la ciudad ha sumado muchos jardines en el sur (con el desarrollo de barrios como Parque Alameda y Covaresa, la ley del suelo fija que el 10% de los planes urbanísticos se deben entregar ajardinados) y nuevos parques de inversión municipal. Como la prolongación de Canterac. Como el Tomás Rodríguez Bolaños. Y especialmente, Las Contiendas.
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«A Miguel Íscar se le conoce en Valladolid porque hizo el Campo Grande. Yo estoy convencido de que a León de la Riva se le va a conocer por Las Contiendas. No sé si él será hoy consciente de eso. Pero será así».
-¿Por qué?
-Es el parque más grande y tiene un diseño muy novedoso en lo que se refiere a jardinería. Se ha conseguido combinar la jardinería clásica con las soluciones basadas en la naturaleza. Es un parque que ha gustado. Tiene una utilización enorme. Las Contiendas se va a revalorizar con el tiempo y se recordará que se hizo en los mandatos de León de la Riva, con el empeño personal de Jesús Enríquez como concejal, que consiguió que la Junta financiara el 50%.
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-¿Es su parque favorito?
-Como jardín, me quedo con el Campo Grande. Tiene todo. Es una selva ordenada dentro de la ciudad. Puedes rodar una película ambientada en la selva y no se nota. Tener eso en el centro de Valladolid es un lujo. Y Las Moreras.
Recuerda Asensio que hacer un nuevo gran parque, como Las Contiendas, no es fácil. «Se necesita un gran espacio». Y entiende que en los mandatos de Óscar Puente las prioridades han estado en otros ámbitos, como la movilidad o las inversiones en materia social. Aún así, destaca un factor importante bajo la coordinación de María Sánchez como concejala de Medio Ambiente. «Se ha mejorado mucho en la eficiencia del uso del agua. Muchísimo. Tenemos sistemas automatizados que nos permiten controlar desde un teléfono las posibles fugas. Esta es una inversión muy buena que no se ve, pero que te mejora muchísimo la labor», cuenta Asensio.
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Un paso más hacia una modernización que ha sido espectacular durante los años que lleva en el servicio. «Cuando empecé a trabajar en Parques y Jardines, en el Campo Grande había 18 señores regando con una manguera. Hoy dedicamos al riego a una persona y a tiempo parcial. Cuando entré había 38 empleados en el Campo Grande y ahora son una decena. Hemos mejorado de una manera enorme en la eficiencia. Si no, sería imposible gestionar seis millones de metros cuadrados». Por ejemplo, dice, en la siega. Donde antes eran necesarios equipos de cuatro o seis personas, ahora basta con una sola.
La plantilla del servicio incluye 128 plazas, pero no todas están cubiertas (hay que sumar tres empresas externas de jardinería, con 120 trabajadores, y otras dedicadas a juegos infantiles, fuentes y mobiliario). «Fijos habrá 85. Ahora se han contratado a 25 personas por seis meses. Pero hace falta más gente. En los últimos años ha habido serios problemas con las plazas públicas. El plan Montoro (que restringía las nuevas contrataciones) ha influido, pero no solo. Las sucesivas corporaciones en Valladolid han preferido cubrir otras plazas (por ejemplo la Policía Municipal, los Bomberos, Acción Social), también porque los ayuntamientos tienen hoy más competencias que antes», dice Asensio, quien desvela que, además, no es fácil encontrar buenos profesionales. «No se está formando gente. No encontramos profesionales. Va a haber un problema muy serio en breve. Por ejemplo, podadores. Hemos tenido que traer equipos de fuera contratados. Es una buena salida profesional, pero a veces son oficios que a los jóvenes les cuesta».
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Además, trabajar en Valladolid no es sencillo. «Es una de las peores ciudades de España para la jardinería. Tenemos heladas de muchos grados bajo cero en invierno y temperaturas de hasta 40 grados en verano. En plena primavera, temperaturas que bajan a cinco grados por la mañana y suben a 30 por el mediodía. Eso, para el reino vegetal es tremendo. Muy díficil. Tenemos un margen de maniobra pequeño. Fíjate, que puede haber heladas en mayo y septiembre. Eso, por ejemplo, nos limita la flor de temporada, como la petunia, el tagete. La flor de verano no la podemos poner antes del 15 de mayo porque corremos el riesgo de que se nos hiele».
Y a eso, se suma el cambio climático. Veranos más largos. Temperaturas más altas. Largos periodos de sequía. «Pese a esa mayor eficiencia, cadas vez vamos a tener menos agua. Y nos vamos a tener que acostumbrar a ver las praderas de vez en cuando marrones. No pasa nada. Son más feas, pero recuperan». Los tapices de césped dejan paso a nuevas tendencias de jardinería más xerófita (que necesita menos agua), más arbustos (como hacen en el sur), otros elementos decorativos (como piedrecitas) y praderas («aguantan más») con trébol, gramínea, dientes de león.
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En el futuro, augura Asensio, habrá que explorar más estas nuevas soluciones y apostar en Valladolid, como han hecho otras ciudades, como Vitoria, por los refugios climáticos. Es importante que las ciudades reverdezcan. Aunque, matiza, no son soluciones fáciles de aplicar. De hecho, no está convencido con las acciones llevadas a cabo desde la Agencia de Innovación con el programa Urban Green Up. Como los toldos de Santa María. Como la fachada vertical (ya retirada) de El Corte Inglés. «Creo que esas no son las soluciones. No se ha acertado. Pretender que esas verticales de la calle Santiago absorben CO2 es decir tonterías. Puede ser más bonito o más feo, pero eso no es eficaz. Se ha intentado, se ha tenido buena voluntad, pero no ha tenido éxito».
Ángel Asensio ahora se jubila. Después de más de tres décadas en el diseño, cuidado y vigilancia de las zonas verdes de la ciudad. «Me voy con la sensación de no dejar nada pendiente. Y si lo hay, queda gente muy profesional para llevarlo a cabo», dice Asensio, que solo apunta un deseo para la jubilación: «Espero no tener que llamar al 010 para quejarme», bromea el hombre que más sabe de los parques y jardines de Valladolid.
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