Secciones
Servicios
Destacamos
MIRIAM CONDE
Miércoles, 1 de enero 2020
El historiador y profesor Roberto Blanco ha publicado un estudio sobre un diario de 1852 que relata el viaje de misiones más antiguo conocido de un fraile de la orden de San Agustín de Valladolid, Raimundo Lozano, que recorrió 30.000 kilómetros en 165 días ... desde Valladolid hasta Filipinas. Hace trece años, ya reveló una investigación similar de otro fraile agustino, el vallisoletano Eduardo Navarro, que en 1864 siguió un trayecto similar al de Lozano y en el que invirtió treinta días menos de duración. Estos dos manuscritos se encontraban en el Convento de los Agustinos Filipinos, cuya biblioteca posee «más de 16.000 libros sobre Filipinas», según informa el historiador.
La travesía de ambos monjes comenzaba en Valladolid a través de postas de caballos hasta llegar a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde salían en fragata hasta las islas Canarias. Días más tarde, llegaban al cabo de Buena Esperanza (en el extremo sur de África), un lugar «complicado e incómodo» por la lluvia y las tormentas que sacudían la zona, donde había «naufragios de otros barcos españoles y otras nacionalidades» y donde la duración del trayecto «se podía demorar entre quince y veinte días». Roberto Blanco recuerda que «incluso Dolores Armijo, la mujer del escritor y periodista Mariano José de Larra, se ahogó en este cabo». Y no era «extraño» que falleciesen personas en el camino, como ocurrió con un fraile dominico que viajaba en el barco camino de Manila. «En el manuscrito de Navarro se menciona la muerte de este joven religioso y cómo después de la ceremonia preceptiva se arrojó su cadáver al mar», apunta Blanco.
Después pasaban por el océano Índico, un recorrido «que se ralentizaba por la disminución de la intensidad del viento», cuenta el investigador. Tocaban tierra en Indonesia –Raimundo Lozano en la isla de Lombok y Eduardo Navarro en la ciudad costera de Anyer–, donde hacían una parada de «dos o tres días» para reponer agua y alimentos para toda la tripulación.
Navegando por los diferentes mares, a Navarro «le llamaban la atención» algunos animales que «nunca había visto» como determinadas especies de pájaros o 'el pez ballena'. De esta forma, pintaba en acuarela esos dibujos, pero también fachadas de edificios, como la iglesia de San Agustín de Manila situada en la zona de Intramuros, la más antigua existente en Filipinas y declarada PatrimonioCultural de la Humanidad por la Unesco.
Por su parte, Lozano incluía anécdotas de las celebraciones que ocurrían a bordo para luego contárselo a su familia al regresar a España. «En sus páginas, narra cómo celebraban San Agustín mediante la representación del asalto de Joló, un episodio de las luchas de piratas», añade el investigador.
Estos dos frailes «se quedaban muy sorprendidos» con la comida «tan diferente» que se encontraban por el camino. «El chocolate era una de ellas», cuenta Blanco. Después de la parada en Indonesia se subía en latitud hacia Filipinas, «normalmente por dos rutas, bien por el oeste de Borneo o bien, más hacia el este, por las islas Célebes y la zona de las islas Molucas (también conocidas como islas de las Especias) y tardaban hasta un mes por la escasa presencia del viento», asiente.
Una vez en Manila, el pasaje, integrado mayormente por funcionarios, militares, hombres de negocios y frailes (37 en el viaje de Lozano), se distribuía por Manila y el resto de las provincias del archipiélago. «Lozano relata que al menos dos religiosos, compañeros suyos de viaje, fallecieron al poco de llegar a Manila posiblemente por su inadaptación al clima del país», expresa el investigador. Además, a Blanco «le resulta curioso encontrar en estos textos inéditos la afirmación de sus autores de que nunca volverían a utilizar ropa de invierno, por ser innecesaria en aquel clima tropical». Lozano y Navarro, tras su labor de misiones en el continente asiático, sí regresaron a España en alguna ocasión. El primero falleció en Filipinas en 1897 y el segundo, en España en 1910.
Roberto Blanco es investigador y profesor especializado en la historia de Filipinas, sobre la cual ha publicado decenas de libros y artículos académicos que se pueden encontrar en las librerías y en la página web Academia.edu. El Convento de los Agustinos Filipinos –«uno de los únicos tres de España que sobrevivieron a las desamortizaciones de Mendizábal junto al de los recoletos de Alfaro y el de los dominicos de Ocaña»– es uno de sus habituales, donde ha descubierto «por casualidad» la mayor parte de información para sus trabajos. Ha recurrido también al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la agencia estatal española para la investigación científica y el desarrollo tecnológico.
Otro de sus campos de trabajo es la historia divulgativa, plasmado en un libro editado por Susaeta sobre la historia de Filipinas, así como un atlas ilustrado sobre el primer siglo de conquista de América. También ha trabajado la relación entre la Iglesia y el Estado en los siglos XVIII y XIX en Filipinas. Todo esto lo compagina con la docencia en el IES Delicias, donde es profesor de Historia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.