Yoli Fernández Herreras y Miguel Fernández Palomar, en su casa de Valladolid. Alberto Mingueza

Valladolid

Una historia de amor más fuerte que la ELA

Miguel cuida de su mujer, Yolanda, a la que le diagnosticaron la enfermedad hace año y medio, y cifra «entre 50.000 y 60.000 euros» el desembolso que ha llevado a cabo para mejorar la vida de su esposa

Marco Alonso

Valladolid

Lunes, 12 de junio 2023, 00:18

La vida del matrimonio formado por Yolanda Fernández Herreras y Miguel Fernández Palomar dio un giro el 15 de diciembre de 2021. Ese día Yoli fue diagnosticada de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y esta cruel enfermedad está avanzando a una velocidad tan rápida que ya ... no anda, no habla, no puede comer, tampoco beber y ni siquiera es capaz de usar las manos. «Tengo que cubrir yo todas sus necesidades e intento aparentar que es algo normal», explica Miguel, que lleva 26 años casado con Yoli y se ha volcado en cuerpo y alma para facilitar el día a día a su mujer en el peor momento de su vida. «Si le pica un mosquito, yo le tengo que rascar el grano; si tiene una legaña, se la tengo que quitar; si tiene mocos, le tengo que limpiar la nariz... Todo», añade este jubilado de Renault, que ha aparcado todos sus planes para cuidar a su esposa. «Me estoy quedando poco a poco sin Yoli. Es duro, pero tengo que seguir por ella porque se lo merece», incide.

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Yoli ya solo se puede comunicar con el uso de un dispositivo generador de voz a través de seguimiento ocular y, utilizando esta tecnología, demuestra su amor a Miguel con frases cargadas de sentimiento que no pierden emotividad aunque estén pronunciadas por un robot. «Te mereces tanto que no voy a tener tiempo de compensarte», dice Yoli mediante el aparato, en una declaración tan desgarradora que hace brillar los ojos de Miguel con especial intensidad.

Y con el amor como combustible, esta pareja transita por la travesía de la ELA siguiendo un itinerario que fue complicado desde el inicio. «Todo comenzó con un dolor en el hombro izquierdo. Creíamos que era por una mala postura al dormir y su médico le dijo que podía ser artrosis, pero ella no se lo creyó y tuvimos que irnos a lo privado porque la seguridad social no nos atendía para estas cosas. Nos gastamos un montón de ahorros para que nos atendieran en la privada», señala este vecino de Pajarillos, que cifra entre 50.000 y 60.000 euros el desembolso que ha tenido que realizar para adaptar su vida a las necesidades de su mujer. «Hemos comprado el Tobii –el aparato que usa Yoli para poder hablar–, una silla de ducha, una grúa, una cama articulada elevable, una silla eléctrica, una silla manual, adaptar la ducha, un sillón relax y no me ha quedado otra que cambiar de coche. Lo estamos pagando todo a plazos», explica Miguel, que está dispuesto a perder todo lo que tiene con tal de mejorar la calidad de vida de su mujer. «Tenemos el piso, que lo podemos vender y nos vamos de alquiler», señala.

Tras conocer toda esta historia, la pregunta era obligada: ¿Qué hace la Junta de Castilla y León para ayudar a Yoli y a las personas que están en su misma situación? Miguel responde con un dato. «A nosotros nos dan 38 euros al mes», indica poco antes de explicar qué pide él a las administraciones. «No queremos dinero. Queremos servicios que nos cubran nuestras necesidades de atención», sentencia Miguel poco antes de que la voz metálica del aparato que permite hablar a su mujer irrumpa en la conversación con una frase que resume lo que pide Yoli a las administraciones competentes. «Qué sean más humanos. Qué sean más humanos», sentencia, por dos veces, esta mujer desde el salón de su casa, que su marido ha modificado para hacerle la vida más fácil.

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El caso de Yoli podía haberse llevado a cabo a través del programa INTecum, que se abrió a enfermos de ELA el pasado marzo, pero Miguel afirma que no ha podido acogerse a esta iniciativa. «Esto no me vale porque está condicionado a una serie de requisitos que no cumple todo el mundo», explica este marido abnegado al que le cambia la cara cuando habla de las personas que sí les ayudan. «La Asociación Elacyl –que recibió un apoyo económico por parte de la Junta de 400.000 euros para 2023 y 2024– cuenta con personas muy entregadas y les debemos muchísimo porque siempre están ahí. También tenemos a la familia, sobre todo a Yoli, Nunci, Mamen, Mónica, Marcos y Raquel y a una gran amiga, Paloma, que nos ayuda económicamente», enumera Miguel.

El dolor de la enfermedad se entremezcla con la rabia que siente Miguel por el desamparo que asegura sentir por parte de la administración. «Tengo momentos en los que me doy cuenta de que estoy seco por dentro de tanto llorar. No quiero que ella me vea y me hago el valiente, pero yo de valiente nunca he tenido nada», se sincera este hombre de 73 años, quien trata de exprimir al máximo cada momento que pasa con su mujer. «Ha hecho el testamento vital y está convencida de que quiere la eutanasia antes que la traqueotomía», desvela con pesar porque no se imagina una vida sin su mujer. «Yo estoy en contra de todo eso porque quiero tenerla a mi lado todo el tiempo que pueda, aunque sé que ella está en el corredor de la muerte. Sabe su sentencia final y, a su problema generado por el deterioro, tiene que añadir el sufrimiento de la incertidumbre. ¿Será mañana? ¿El mes que viene? ¿Dentro de un año?», añade.

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Y esta es una historia de amor más fuerte que la ELA, la de un cariño que antes cristalizaba en besos y abrazos y que ahora llega a través de la voz metálica que sale de Tobii. «No puedo ni besarle porque se me está paralizando la boca, pero cada día le quiero más», dice Yoli, quien solo espera que esa humanidad que pide a las instituciones se traduzca en ayudas efectivas para mejorar la calidad de vida de los familiares y enfermos que luchan contra esta enfermedad, que conmemora su Día Mundial el próximo miércoles 21.

Un enfermedad dura para paciente y cuidador

En el estudio 'La Ela: una realidad ignorada', realizado por la Fundación Luzón se señala que «los cuidadores están sometidos a graves riesgos sobre su salud mental, como trastornos depresivos y desequilibrios emocionales, sexuales, malestar psicológico y tasas elevadas de depresión y estrés. A modo de ejemplo, la prescripción de fármacos para la depresión, la ansiedad y el insomnio es hasta 3 veces mayor entre los cuidadores de personas dependientes que en el resto de la población», indica el estudio, en el que se cifra que «hasta el 40% de los cuidadores de pacientes de enfermedades neurodegenerativas admite tener problemas económicos derivados de su labor, y el 27% considera que su vida profesional se ha resentido por el mismo motivo», concluye el informe.

Verónica Olmedo Vega ejerce de trabajadora social desde hace más de 17 años, en los que se ha dedicado a la atención a estos pacientes y familias en el Hospital Clínico de Valladolid. Esta doctora en Ciencias de la Salud ofrece asesoramiento social a entidades que se dedican a la atención a estos colectivos y señala que «los problemas físicos y mentales que acaba padeciendo el cuidador lo convierten en consumidor del sistema de salud».

Verónica Olmedo resume su labor y de la su equipo con estos pacientes de esta manera: «El servicio de Neurología del Clínico me deriva el caso desde el diagnóstico de la enfermedad y se inicia una intervención social de años con el paciente y familia. La ELA no sólo impacta en la calidad de vida de los pacientes, sino que además tiene un fuerte impacto sobre el cuidador, que en la mayoría de casos es un familiar. Se le ofrece el tratamiento y atención social desde el diagnóstico, interviniendo en la organización de roles y dinámica familiar, asesorando y orientando a los distintos servicios y recursos que tanto el afectado como sus familiares puedan necesitar una vez diagnosticada la enfermedad, movilización de recursos personales, familiares y comunitarios, apoyos en el domicilio, entre otros», explica.

La trabajadora social del Clínico explica que «no todas las familias responden igual ante la situación de crisis que genera una enfermedad grave e incurable en uno de sus miembros. Factores como la situación económica, las relaciones afectivas y los recursos internos y externos de los que dispongan condicionan la actitud de la familia para afrontar la enfermedad», indica Olmedo en un discurso refrendado por el estudio de la Fundación Luzón, en el que se señala que «la figura del cuidador es capital e imprescindible para que los enfermos tengan expectativas reales no sólo de vida digna, sino de vida tal cual. Sin embargo, a día de hoy en España, pocas familias se pueden permitir contratar a cuidadores externos. A pesar de que la mayor parte de los afectados de ELA presentan un elevado grado de discapacidad física, un tercio de los enfermos dispone de un único cuidador, que normalmente es una mujer (75%), ya sean cónyuges, hijas o madres», concluye el informe.

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