La Policía fotografía el lugar de los disparos en la calle Faisán. Rodrigo Jiménez
Sucesos en Valladolid

Tirotean a un inmigrante de 43 años junto a un piso okupado en el 29 de Octubre

Los autores huyeron tras disparar a bocajarro a la víctima con una escopeta en la barbilla, el abdomen y un brazo al mediar, al parecer, en una disputa

J. Sanz

Valladolid

Lunes, 2 de agosto 2021, 18:36

La ley del silencio que sobrevoló la barriada del 29 de Octubre a media tarde de este lunes no pudo impedir que tres testigos, solo tres, alertaran a los servicios de emergencia después de haber escuchado «varios disparos» en el entorno de la calle Zorzal ... y de ver, unos instantes después, a un hombre con varios impactos de cartuchos de escopeta caer desplomado en la esquina de las calles Águila y Faisán, todo ello en un recorrido de 150 metros de distancia entre el lugar del tiroteo y el cruce en el que finalmente fue atendida la víctima.

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El herido era un hombre de 43 años y de origen senegalés, B., que, al parecer, se encontraba en el interior de un destartalado bloque de la calle Zorzal, con entrada por el número 18, con una segunda persona. Allí, en el primer piso, se encuentra un más destartalado aún piso okupado que ya fue el escenario de otro tiroteo casi idéntico, y con una víctima del mismo origen, hace apenas seis meses. El lesionado recibió varios impactos, al parecer de postas, en la barbilla, el abdomen y un brazo y fue evacuado en ambulancia al Río Hortega con lesiones de carácter grave. El autor, al igual que ocurrió en el tiroteo anterior, logró huir y los agentes trabajan ahora en su identificación. Fuentes del caso explicaron que el herido pudo intentar mediar en una disputa contra otro compatriota y acabó siendo tiroteado.

Y no lo tendrán fácil los agentes, en principio, habida cuenta de la poca o nula colaboración de los testigos que se encontraban en el momento del tiroteo, registrado a las 17:12 horas en el interior del citado bloque de viviendas del número 18 de la calle Zorzal, con vuelta a Villabáñez (a la salida del túnel de vehículos de Vadillos). «No hemos oído nada», «no hemos escuchado nada»... repetían sin cesar las decenas de vecinos del mismo bloque y de los colindantes mientras observaban las labores de investigación en el amplio escenario de los hechos a cargo de los policías nacionales. Detrás, de fondo, sí se podía escuchar cómo algunos explicaban que a «uno le han pegado dos escopetazos en la casa del Yirim».

Trabajo estable e integrado

¿Quién es Yirim? Pues es el inmigrante afincado en el destartalada del primer piso del citado bloque que en la madrugada del 22 de febrero recibió dos disparos, en su caso efectuados desde un coche en la calle Villabáñez con una pistola de un calibre pequeño. Allí, en la casa que comparte con, al menos, seis personas más y que «recibe continuas visitas», en apariencia, de algunos toxicómanos en busca de un refugio donde consumir fuera de la calle, se refugió él aquella noche. Y en ella, esta vez en el portal, fue tiroteado a media tarde de ayer un compatriota suyo. El autor (o autores), que logró huir sin que testigo alguno aportara inicialmente detalles sobre su ruta de escape o paradero, empleó una escopeta y, según todos los indicios, disparó a bocajarro al hombre de 43 años, cuyo domicilio figura en otra calle del barrio y que, según todos los indicios, estaba de paso a las puertas del piso okupado del inmueble cuando intentó mediar en una disputa contra un conocido.

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El caso es que a las 17:12 horas se sucedieron los avisos de tres testigos, que informaron de que habían escuchado las deflagraciones de escopeta y que habían visto a la víctima caer desplomada en el cruce de las calles Faisán y Águila. El herido, al parecer, recibió los disparos en el portal del bloque de Zorzal, que también carece de cerradura en la puerta, y inició una huida marcada por un visible rastro de sangre que le llevó a adentrarse en la barriada del 29 de Octubre por la plazoleta de la calle Canario y continuar por Águila antes de caer en la esquina de esta vía con Faisán.

La víctima presentaba, al menos, tres impactos visibles en el abdomen, un brazo y en la barbilla. Fuentes de la investigación concretaron que tenía literalmente «un agujero» en la barbilla y que sangraba de manera abundante a la altura del estómago. Su ruta de huida alcanzó los 150 metros. Y nadie, o casi nadie, vio nada. «No, no hemos visto nada», insistían las decenas de vecinos de la barriada. Lo que sí apuntaron es a la deficiente situación del piso de Yarim, el superviviente al tiroteo del 22 de febrero, y a los continuos conflictos entre los inquilinos y visitantes del destartalado bloque con algunos de los residentes. «Allí hay mucha droga», aseguraron. En esa casa. Y a una posible refriega vinculada a las sustancias estupefacientes apunta precisamente la investigación. Esta y la llevada a cabo en febrero. Las fuentes consultadas, eso sí, desvincularon a la víctima de las drogas y destacaron que se trata de una «persona integrada con un puesto de trabajo estable».

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Sospechosos en plural

Lo cierto es que lo que sí es evidente son las malas condiciones del bloque en sí, que no ha entrado aún en el programa de rehabilitación del barrio, y del piso ocupado en particular. En su interior, repleto de basura y compartimentado en cuartuchos, no se oculta el consumo de drogas. Otra cuestión es su procedencia. La luz está evidentemente enganchada al cuadro del descansillo y su puerta son jirones de madera que apenas esconden el interior.

Los agentes, en cualquier caso, no se encontraron con demasiada colaboración por parte de los testigos e, incluso, fuentes policiales lamentaron que a su llegada, apenas unos segundos después de los primeros avisos, se encontraron con que alguien «había fregado» el portal donde se produjo el tiroteo. El caso es que los investigadores pudieron recabar distintas pruebas en el escenario y cuenta ya, al parecer, con una posible descripción de los agresores (en plural). Su ruta de escape, si la hubo, es por ahora una incógnita. Lo que sí parece claro es que los disparos se efectuaron con una escopeta y que los balines alcanzaron en varias partes del cuerpo a la víctima.

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El reguero de sangre que partía del interior del portal evidenciaba que el herido había salido del desvencijado inmueble y que había recorrido esos 150 metros por la barriada hasta llegar al cruce de las calles Águila y Faisán. Allí fue atendido por los sanitarios antes de ser trasladado al Río Hortega, donde continúa ingresado y, al parecer, está consciente a la espera que su posible mejoría permita a los investigadores tomarle declaración siempre que, como parece ahora, su evolución continúe siendo favorable.

Testigos mudos

La vivienda del primer piso del número 18 de la calle Zorzal, entre tanto, continuaba habitada mientras un amplio despliegue de policías locales y nacionales custodiaban e inspeccionaban el portal y los alrededores en busca de pruebas. «No sé lo que ha pasado», afirmaban con voz entrecortada dos de sus inquilinos. Nadie, o casi nadie, sabía casi nada de lo ocurrido en el bloque. La investigación está abierta.

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Se trata de la segunda agresión en apenas 48 horas en el barrio vallisoletano, después de que un varón de 47 años atacase a la dependienta de una tienda.

El detenido fue sorprendido por las empleadas de un establecimiento comercial cuando intentaba sustraer efectos ocultándolos entre su ropa, y en la huida lanzó un puñetazo a una de ellas en el pómulo derecho causándole lesiones leves.

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