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Sigue sin poder dormir por las noches, con pesadillas frecuentes por lo vivido en estos dos meses en la UVI del Hospital Clínico de Valladolid, ... donde trabaja como enfermera desde hace más de diez años. Algo que solo compara a una guerra, aunque no haya vivido ninguna. Angustia, miedo, dolor, muerte, sufrimiento... Elena Gordo Ramos, de 47 años, no quiere preguntarse sobre el porqué de esta pandemia del coronavirus, prefiere hacerlo por el para qué. «Para qué todos paremos, porque llevamos una vida de locura, y veamos qué es lo importante de la vida: la familia. Igual estábamos en un mundo tan acelerado que necesitábamos parar», señala Elena Gordo, cuyo testimonio de estrés y carreras, de ojos con miedo y lágrimas, es impactante.
«Nunca he estado en una guerra ni sé lo que es, pero situaciones como las que hemos vivido allí me las imagino como las de los soldados, porque por un lado te estás jugando la vida de la gente, y por otro, estás en primera línea recibiendo las balas. Hacemos nuestro trabajo y ya está, pero estar todo el día en contacto con la covid es como yo les decía a los compañeros nuevos, que se vieran como artificieros que venían a desactivar una bomba que es la covid-19. Que tenían que tener el mismo cuidado para tratar al enfermo con la delicadeza y la profesionalidad que se merece que con ellos mismos, para no contagiarse», hace hincapié Elena Gordo, que destaca el trabajo que han hecho los más noveles.
«Ha habido muchos, primero porque se ha duplicado la UVI, de 11 a 20 camas, y después porque ha caído malo casi el 30% de la plantilla fija. Ellos me miraban asustados, yo les decía que no quería que cayesen malos por una mala praxis», subraya Elena Gordo, que recuerda situaciones muy difíciles, como la llegada a la UVI de muchos enfermos de una manera seguida. «Hubo una noche en la que yo hice cuatro ingresos, con gente nueva que se portado fenomenal porque han tenido que aprender a batacazos. Los antiguos lo hemos pasado muy mal porque teníamos que vigilar a nuestros enfermos y también a los de los nuevos, porque nadie nace aprendido. Ellos han tenido que pasarlo muy mal, porque un enfermo de UVI precisa muchos cuidados, muchas atenciones y hay que tener los ojos en muchas cosas, pues un fallo nuestro puede conllevar peligro para la vida del paciente. Muchos de los antiguos compañeros teníamos la sensación de ir apagando fuegos por los boxes. No quiero decir con esto que yo sea una 'superwoman', solo que les hemos dado un poco de seguridad en lo que estaban manejando».
«Gracias a Dios», Elena Gordo no ha tenido la decisión de tener que bajar o no a un enfermo de la UVI a planta, de hecho para ella tener la UVI llena suponía una cierta tranquilidad porque yo me decía que ya no podía hacer más». «Pero después ya empezaban a pedir cosas para montar otras unidades. Primero se habilitó la REA general como UVI y se llenaron 20 camas; después, otra unidad que estaba cerrada y que también se llenó. Había como unas cincuenta camas de UVI y ese fue el peor momento, cuando las tres zonas de UVI se llenaron. Los respiradores no sé de dónde los han sacado, porque hemos usado respiradores de la Prehistoria hasta que nos han empezado a llegar los nuevos», comenta esta enfermera del Hospital Clínico, que obvia más comentarios con respecto a los medios de que han dispuesto. «Nos hemos quejado donde nos teníamos que quejar», se milita a decir Elena Gordo, que en un principio, como el resto de sus compañeros, no sabía con lo que se enfrentaba.
«Decíamos que tampoco iba a ser tanto, hasta que empezamos a ver la realidad. Pero nunca lo hemos tenido claro, y a día de hoy tampoco, porque el mismo virus te dicen que va cambiando. Me he limitado a hacer mi trabajo lo mejor que sé y a cuidarme yo, porque si no me cuido, no puedo cuidar a los demás», añade esta enfermera, que ha visto caer a muchos compañeros enfermos «y no se imagina nadie lo que es eso, tener incluso un compañero en la UVI muy malo», relata.
A Elena Gordo, las actitudes de relajación que se están viendo estos días «es como una ofensa a nosotros y a nuestro trabajo, una falta de respeto, no se dan cuenta de lo que hemos vivido nosotros y los pacientes. Tomar todo ahora a la ligera, como que ya no pasa nada, cuando el covid sigue ahí...», afirma Elena. «Hay que seguir teniendo precaución sin ser paranoico, hay que cambiar el chip de cómo vivíamos antes, por lo menos un tiempo, para intentar volver a una vida normal entre comillas, porque la huella que ha dejado la covid-19 va a ser muy difícil de borrar. Es increíble que un ser tan pequeño haya podido paralizar el mundo entero», hace hincapié Elena Gordo, que todavía recuerda las miradas de algunos de los pacientes que iban a ser entubados.
«Les decíamos que les íbamos a dormir y nos preguntaban que cuanto tiempo iban a estar así. Esa pregunta me la han hecho al menos tres pacientes», incide la enfermera del Clínico, que, al igual que sus compañeras, ha tenido que usar técnicas como la lavadora de oxígeno, «una máquina que hace la función de los pulmones, saca la sangre del cuerpo, la oxigena y la devuelve al cuerpo».
«Nos hemos cruzado por los pasillos compañeras de turno, nos hemos mirado a los ojos y se nos saltaban las lágrimas, de no poder más ante lo que estábamos viendo. En una UVI no se corre nunca y hemos tenido que correr, ha habido segundos que se me han hecho horas. Cuando pase el tiempo y echemos la vista atrás, va a ser muy complicado para nosotros», prosigue relatando Elena, que en estos dos meses no ha tenido tiempo algunos días de trabajo ni tiempo para beber agua.
«Al principio cuando llegaba a casa no quería comer, solo beber agua, porque no había bebido nada por no parar, ni para ir al baño. Ha habido noches en las que, en las diez horas del turno, no hemos podido sentarnos. El personal de enfermería es el que está al pie del cañón y gracias a él, el hospital sobrevive. Lo que nosotros hemos vivido no se paga con dinero, porque nos hemos dejado la piel, y muchos la vida», agrega la enfermera de la UVI del Clínico, que agradece a su familia «la paciencia infinita que han tenido conmigo, porque ha habido días en que no podía ni hablar».
«Esto no ha terminado aún, hay que tener conciencia social. Esto es por salud pública, no por lo que digan los políticos», incide Elena Gordo, que también es delegada de Familia de la Archidiócesis de Valladolid junto a su marido, Ricardo Pindado.
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