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Cuando uno piensa en el último adiós le viene a la cabeza una despedida rodeada de familiares, amigos y seres queridos lamentando la muerte de alguien importante; por lo general no se piensa en la ausencia de compañía en el momento de morir y menos ... aún en la soledad cuando nadie reclama los restos de una persona una vez que ha fallecido. ¿Qué sucede entonces cuándo nadie se hace cargo de las cenizas? ¿Dónde se custodian? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Existe alguna ley que lo regule?
«No son muchos los casos pero sucede y es principalmente cuando las personas no tienen a nadie o la familia renuncia por escrito a recoger esas cenizas y en esos casos el propio cementerio es el que se hace cargo de la custodia de forma permanente», explica Fernando Fernández.
En el cementerio tienen potestad para disponer de la cremación de los restos procedentes de la exhumación general, así como de los procedentes de unidades de enterramiento sobre las que se ha extinguido ya el derecho funerario y no han sido reclamados por los familiares para una nueva reinhumación, todo ello se realiza de conformidad con el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria.
Por lo tanto, las cenizas se depositan primero en el columbario del tanatorio y con el paso del tiempo y por cuestiones de gestión de espacio pasan al osario común, ubicado en el cementerio de El Carmen (uno de los tres que gestiona el Ayuntamiento). Allí permanecerán de forma indefinida. «Se trata de dar un espacio digno y de respeto a los restos», asevera Fernández, quien argumenta con datos el carácter «puntual» de la cantidad de cenizas que son custodiadas al no ser reclamadas. «En 2021 eran cinco, dos más en 2022 y ahora mismo tenemos cuatro en lo que va de año», concreta el gerente.
En esa idea de dignificar el descanso eterno trabajan desde los tres cementerios municipales (Las Contiendas, Puente Duero y El Carmen) y está previsto que de cara al próximo año se construya un espacio propio dentro del campo santo de Las Contiendas, destinado a las familias que deseen esparcir las cenizas en un lugar de respeto. «Con la creación del Jardín del Reposo se da la posibilidad de que las personas que lo deseen esparzan las cenizas de sus seres queridos para cerrar el duelo, algo que no suele suceder si los restos permanecen en casa. Es importante dotar de este tipo de espacios para ayudar psicológicamente a las familias que lo necesitan y que puedan regresar siempre que quieran a un lugar donde permanecerá una placa que recuerda a sus seres queridos e incluso a sus mascotas», expone Fernández. No tienen la percepción de que haya aumentado el número de cenizas de las que nadie ha querido hacerse cargo, ya que lo califican como algo «puntual».
Son pocos los casos de cenizas que nadie reclama y lo normal es que las familias acudan a recogerlas en el plazo de un mes «cuando se han arreglado todos los papeles posteriores a la defunción, pero no siempre es así. Ahora mismo tenemos unas cinco o seis urnas guardadas de forma permanente porque nadie se hace cargo, en la mayoría de los casos se trata de personas que no tenían familia o casos en los que los trabajadores de servicios sociales no han podido contactar con ningún pariente, entonces los gastos los sufraga la propia persona mediante su pensión o los recursos de los que disponga», expone José Manuel Sánchez , propietario de la Funeraria La Libélula.
En su caso, los primeros cinco años los restos se guardan en un columbario particular del que dispone la funeraria, «pasado ese tiempo y por cuestiones de espacio las trasladamos a un almacén donde permanecen para siempre», señala. La opción más económica en cuanto al enterramiento sería la de optar por una incineración directa.
«Hay opción de hacer un pequeño acto pero no hay velatorio, tanatorio, ni flores, ni todo lo que uno se imagina cuando piensa en ello, tiene un coste de unos 1.500 euros frente a los 3.000 de un entierro normal y notamos que cada vez la gente opta más por la opción más barata», admite Sánchez. «Primero por motivos obviamente económicos y después porque se opta por lo más práctico y porque las funerarias se encarguen de todo», añade. Según donde las opciones cambian. «Nosotros damos servicio en un 60% a zonas rurales y en un 40% a ciudad y se nota porque en los pueblos se sigue optando por el entierro tradicional y en ciudad por la incineración».
Tienen entre manos la creación del Bosque de la Eternidad, un espacio «a unos veinte minutos de la capital», dice Sánchez sin revelar la ubicación, «para que las familias tengan un espacio disponible porque muchas veces no saben qué hacer con ellas, ya que no se pueden esparcir en sitios públicos y debe hacerse a más de tres millas de la costa como se estipula en el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria, que es la legislación que regula todo lo relacionado con las cenizas», finaliza Sánchez.
Puede que sea una tema poco planteado, algo tiene de tabú la muerte, pero lo que sí han notado desde Nevasa en los últimos años es «un ligero incremento del número de incineraciones». Son más económicas que la inhumación, pues los costes pueden rondar los 1.000 euros en el caso de la cremación y rozar los 3.000 en el caso del servicio completo del entierro tradicional. «Como en todo, hay ventaja en el hecho de poder elegir y es importante anticiparse, por lo que se recomienda siempre contratar estos servicios previamente», asegura Fernández, algo que supondría un gran ahorro.
«De tenerlos contratados, los precios están estipulados en unos 2.265 euros (incluye la incineración si se desea) pero de no ser así podría fácilmente aumentar hasta los 4.000 euros», añade el gerente de Nevasa, la empresa que gestiona los camposantos municipales de Valladolid.
De hecho, desde 2012 España es uno de los cinco socios de la Unión Europea que mantiene el tipo máximo de impuestos en los entierros y servicios funerarios relacionados con el último adiós. Es decir, en nuestro país se gravan todas las actividades relacionadas con la muerte a las mayores tasas que permite la legislación, el 21%, y solo nos superan Hungría, Croacia y Grecia. Mismamente al otro lado de la frontera, en Portugal, el tipo de IVA es inexistente, del 0%, cifra que mantienen también países como Italia, Irlanda o Finlandia, entre otros.
Una rebaja fiscal como la que se planteó en el Congreso en 2020 y que finalmente no llegó a materializarse supondría un alivio para muchas familias a la hora de afrontar un duro momento personal y un esfuerzo económico importante cuando se intenta dar la despedida más digna posible al finado. En términos generales el precio medio de un entierro ronda los 3.000 euros de los cuales 600 irían destinados a impuestos.
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