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Tamara Bermejo, Petra Peña y Montse Ruiz presentan el libro de Estudios Espiritistas de Valladolid. Rodrigo Jiménez

El grupo de las 19 espiritistas de Valladolid: «Ni ouijas ni cartas ni adivinaciones»

La capital cuenta con un colectivo que, desde 2006, defiende una filosofía que contó a finales del siglo XIX con destacados representantes en la ciudad

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 27 de enero 2024, 00:11

«¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando te hablan de espiritismo», pregunta Montse Ruiz, responsable de la editorial vallisoletana Deméter. Y ella misma responde, en esta charla organizada el viernes en la Biblioteca de Castilla y León. «El espiritismo se asocia con grupos de jóvenes que juegan a la ouija junto a las tapias de un cementerio, con personas vestidas de manera exótica que entran en trance, con investigadores que graban voces en una cinta de casete». Con médiums que, previo pago, aseguran hablar con seres queridos perdidos en el más allá.

«Desde hace décadas hay personas que han querido hacer negocio con estas ideas a través del espectáculo, de la mentira, y eso ha desvirtuado la idea original del espiritismo», dice Tamara Bermejo, presidenta de la Asociación de Estudios Espiritistas de Valladolid. El colectivo, que agrupa a 19 personas (trece de ellas en la capital) y se reúne todos los jueves en el centro cívico zona sur, ha organizado una charla pública para derribar mitos y recordar las raíces de una filosofía que halló importantes representantes en la ciudad a finales del siglo XIX, cuando esta corriente se puso de moda.

«En aquella época, el espiritismo iba de la mano de movimientos como el socialismo, el feminismo, la abolición de la esclavitud, las escuelas laicas», explica Ruiz. Por eso, dice, tantas personas progresistas, socialistas, republicanas, abrazaron estas ideas. «Especialmente las mujeres. En una sociedad machista, en la que las mujeres no tenían derecho al voto, decir que todas las almas son iguales era una revolución, porque implicaba que también todas las personas lo eran».

Por eso había nombres como los de la escritora Amalia Domingo Soler, la dramaturga Ángeles López de Ayala… o la librepensadora vallisoletana Belén de Sárraga, periodista y pionera del feminismo, la primera mujer que militó en el Partido Federal, una activista (nacida en 1872) que ingresó en el espiritismo en 1895. De Sárraga (hija de un masón originario de Puerto Rico que se casó con una joven de familia humilde de Valladolid) compuso una loa a Allan Kardec, quien en 1857 plasmó la doctrina espiritista en 'El libro de los espíritus'.

La vallisoletana Belén de Sárraga, a la derecha, durante una entrevista en 1932. El Norte

«En su poema, De Sárraga hacía referencia a alguna de las creencias de la doctrina: la raíz deísta, las alusiones a la multiplicidad de mundos habitados, la preexistencia y subsistencia eterna del espíritu, sistemas de recompensas y penas en sucesivas reencarnaciones y la ley de solidaridad», cuenta Ruiz.

Bermejo lo resume hoy, casi 130 años después: «El espiritismo no son las cartas, la ouija, las adivinaciones… es una filosofía que cree en la persistencia del alma, en la reencarnación, que confía en la esperanza, la convivencia, la ayuda al prójimo», asegura Bermejo quien, además, es médium.

«En cierto modo, todos lo somos, a través de los sueños, de las pesadillas o la imaginación», asegura. Pero también matiza que hay personas que se abren más a esa otra realidad. «Es un don, un regalo por el que no se puede cobrar». En el momento en el que alguien pone un precio a esta mediación, hay que desconfiar.

«Si cobran, no entra un espíritu altruista, sino uno que se quiere aprovechar, que dice aquello por lo que le han pagado que diga», aseguran las integrantes de un colectivo que suele ofrecer una idea clara a quien intenta contactar con seres queridos que ya no están. «Les decimos que les dejen ir, que los recuerden con cariño, con amor, y nunca con la sensación de cuentas pendientes, porque si no, el espíritu no podrá partir».

«No hay deudas», defienden, «porque la reencarnación permitirá que se solventen». E insisten en que esta conexión espiritual ha de hacerse siempre sin folclore, sin disfraces, sin velas ni milagros («en la vida no hay milagros, sino acciones y reacciones»). Y sin una transacción económica de por medio.

Orígenes en Valladolid

Mery López Martínez fue, junto a su hermana María Luisa, una de las promotoras de esta asociación, fundada en Valladolid en 2006. «Nuestros padres estuvieron en Brasil y allí entraron en contacto con esta filosofía que tiene una idea clara: lo que hacemos, recibimos». Por eso promueven «la igualdad, la solidaridad, el amor al prójimo». «Alimentar el alma de hoy, que será espíritu mañana», dicen las defensoras actuales de una corriente de pensamiento que halló predicamento en la Valladolid de finales del siglo XIX.

Porque además de Belén de Sárraga, hubo otras figuras vallisoletanas que tuvieron voces relevantes en el movimiento espiritista decimonónico. Fue la época de mayor esplendor de un movimiento que incluso generó apasionados debates, con cruces de artículos (a favor y en contra) en la portada de El Norte de Castilla.

Portada de libro de Conrado Muiños Saenz. El Norte

El más furibundo, sarcástico y convencido opositor a las ideas espiritistas en Valladolid fue Conrado Muiños Saenz, un sacerdote de la orden de los agustinos que publicó el libro 'Polémica con los espiritistas', donde rebatía las ideas defendidas en prensa por el vizconde de Torres-Solanet o González Soriano. «Los espiritistas españoles se envanecen de que los católicos no nos atrevemos a discutir con ellos, interpretando por miedo lo que es desprecio solemne de tan extravagante y ridícula doctrina», escribía el religioso vallisoletano a mediados de la década de 1880.

Anuncio publicado en El Norte sobre la puesta a la venta del libor de Conrado Muiños Saenz, el 9 de julio de 1889. El Norte

«El que suscribe, que desprecia tanto como el que más la doctrina espiritista, no se tomaría la molestia de darle importancia refutando, si no considerase que a veces conviene hacer callar a los perros, no porque ofendan a la luna, sino porque molestan a la vecindad. En Valladolid, nadie se acordaba del espiritismo si no era para burlarse de sus adeptos», decía en un escrito firmado el 5 de mayo de 1886, apenas unos meses después de esos encendidos debates en las páginas de El Norte.

También en contra se manifestó el arzobispo de Valladolid, Benito Sanz y Forés, en la pastoral que, en su despedida rumbo a Sevilla, dirigió a los fieles vallisoletanos el 1 de febrero de 1890. En su misiva, hablaba de las personas impías, entre las que situaba a aquellos que «participan en reuniones de hombres inmorales, cuyas conversaciones corrompen las buenas costumbres, las comedias obscenas que se representan en los teatros, las teorías y prácticas del espiritismo y otras de este género».

Por ejemplo, la función que a finales de abril de 1877 tuvo lugar en el Lope de Vega, con una función de prestidigitación y espiritismo, «con la señorita Herrero de Limiñana».

Congreso espiritista internacional, celebrado en Barcelona. El Norte

Pero esa representación vinculada con el espectáculo se escapaba de los principios más serios que imprimían personas como Manuel Sanz Benito, filósofo español que durante 15 años (hasta 1902) fue catedrático (de Metafísica y luego Lógica Fundamental) en la Universidad de Valladolid. Sanz Benito fue uno de los secretarios del Primer Congreso Espiritista Internacional celebrado en Barcelona (del 8 al 13 de septiembre de 1888). También participó, al año siguiente, en una cita en París. Y el discurso que allí pronunció fue publicado en Valladolid, en 1889, en la imprenta de Andrés Martín.

Manuel Sanz Benito, catedrático de la Universidad de Valladolid y defensor de la corriente espiritista. El Norte

Recaló en la Universidad vallisoletana después de dejar atrás la de Barcelona, donde sufrió las críticas de estudiantes católicos, que protestaron por la «propaganda espiritista» que hacía desde su cátedra. En Valladolid (donde llegó a ser delegado provincial de instrucción pública y concejal del Ayuntamiento por el partido republicano) no fue tan activo en la defensa de sus ideas.

«Lejos de la idea que hoy podemos tener sobre aquellos espiritistas decimonónicos como simples buscadores de experiencias paranormales, lo que nos encontramos es un gran número de personas preocupadas por mejorar la vida de sus semejante, comprometidos con la educación laica y universal, con el feminismo, con la defensa de los derechos humanos, con una ideología republicana y federalista», concluye Ruiz.

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