Aquel día de 2004, Francisco Jesús Santana Gabarri (Valladolid, 1991) metió diez goles en Segovia. «Me salió un buen partido, sí». Pero la jornada no terminó con mieles y alegrías, sino con una amargura que todavía hoy, veinte años después, recuerda con su puntito de ... rabia. «No sentó muy bien que les goleara… y empezaron los insultos desde la grada». Los recuerda a la perfección. «Gitano de mierda». «Vete a la chabola». «Con ese color de piel, a ver si te duchas».
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Jesús tenía entonces trece años. Ahora es entrenador en el club San Pío X. «Al principio te callas, pero como tengas un poco de temperamento, explotas y actúas de la forma en la que no tienes que actuar», asegura hoy, en vísperas del 8 de abril, el Día Internacional del Pueblo Gitano, y justo la semana en la que Quique Sánchez Flores, entrenador del Sevilla, ha denunciado improperios racistas durante un partido contra el Getafe. «Estoy absolutamente orgulloso de que cada poro de mis venas pueda respirar gitano. Pero una cosa es ser gitano y otra que lo utilicen como un insulto racista», dijo Sánchez Flores. «Y más, en un espacio de respeto y convivencia como debería ser el deporte», añade Jesús.
El Secretariado Gitano ha lanzado con motivo del 8 de abril la campaña 'Conócenos', con la que invita a mirar «más allá de los prejuicios y las falsas suposiciones». «Conocernos es la mejor manera para combatir los estereotipos, los prejuicios y luchar contra las situaciones discriminatorias que aún persisten hacia los gitanos y las gitanas».
«Siempre se nos asocia con cantar y bailar… pero los gitanos también participamos en muchos otros ámbitos de la sociedad», dice José Ángel Escudero (Valladolid, 1992), «muchas veces campeón de Castilla y León de petanca», jugador de la selección española de esta disciplina. El año pasado, tercer clasificado en el campeonato de España individual celebrado en Santa Susana (Barcelona).
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«El pueblo gitano es parte fundamental de la cultura española. Sin la aportación gitana, no se entendería del mismo modo nuestra gastronomía, nuestra música, el baile, la lengua, la pintura, el deporte…». Por eso, dicen, es vital que existan ejemplos, historias cotidianas que sirvan de reflejo de «una sociedad intercultural que debemos construir entre todos».
Historias como las de Jesús, José Ángel, Abraham, Antonio… deportistas federados en Valladolid.
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«Yo he jugado desde pequeño. Aprendí en las calles de Huerta del Rey. Y luego hice carrera en el fútbol. De media punta», cuenta Francisco Jesús Santana, entrenador del equipo juvenil del San Pio X, líder en su categoría. «Si vamos primeros, es porque futbolísticamente no andamos mal, pero sobre todo porque somos una familia. Lo importante es el equipo. Puedes tener una estrella y acabar estrellado. Pero si todos vamos a una es más fácil levantar la cabeza en los momentos importantes del partido», dice Jesús, quien desde el primer momento se presentó a sus jugadores «como un hermano mayor. Mi teléfono está siempre disponible para ellos las 24 horas, los 365 días del año», asegura el míster.
Entrenan los martes y jueves, de 20:00 a 22:00 horas. «Después me voy a un gimnasio, donde trabajo en limpieza y mantenimiento». A partir de la próxima semana tendrá que hacer malabares con los horarios. Ya está como camarero en una finca en Olmedo y ahora empezará en un gran almacén de la construcción. Eso influirá en los entrenamientos.
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«Pero no lo quiero dejar», afirma convencido. Porque el fútbol es su pasión. Y porque, asegura, es un deporte que puede ayudar a superar muchos prejuicios. «Si no eres fuerte de cabeza, el fútbol te puede hacer mucho daño. Hay jugadores gitanos que no han podido salir adelante por esa presión. Y otros que, hasta pasado un tiempo, no han dicho con la voz alta que son gitanos, como Dani Güiza o Reyes», asegura Jesús, quien lamenta el estereotipo.
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«A veces, hasta los propios árbitros lo tienen. No todos, pero algunos van con una idea preconcebida sobre el jugador gitano. Le exigen más, están más encima de él», cuenta Antonio Escudero, entrenador de Pucela Kaló, un equipo de fútbol sala integrado exclusivamente por personas gitanas. «¿Insultos desde la grada? «Llamarme gitano no es un insulto. Lo soy, con orgullo. Todo depende con la intención con la que lo digas, si de verdad usas esa palabra para insultar. Y eso se sabe perfectamente», apunta Juan Antonio Jiménez, jugador del Pucela Kaló.
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«Flamenco, drogas, pagas. Ya estamos un poco cansados de esos tópicos porque la mayoría no somos así. Yo soy un tipo pluriempleado, que lleva un equipo de fútbol y que da charlas para recordar que cada persona es dueña y señora de sus sueños. Y que quien sale torcido puede ser verde o amarillo, sin importar el color de su piel», afirma Jesús, mientras a su lado, tres de sus jugadores, payos, Adrián Heras, Ismael Prieto y Héctor Melero, celebran las bondades de su entrenador. «Me gusta inculcar que todos somos iguales, que no hay diferencias en la plantilla». Que la única piel que importa es la rojiblanca de la camiseta del San Pío.
En ese mismo club juega Abraham Jiménez (Valladolid, 2007). Cada día de entrenamiento, coge su patinete en Pajarillos y con él atraviesa la ciudad hasta Girón. «Lo hago porque me gusta. El fútbol es mi sueño». Comenzó con apenas cuatro años en el San Isidro y después de una temporada en el Betis, fichó por el San Pío X. De su posición inicial como delantero se ha mudado a la de lateral izquierdo. Desde allí, con el brazalete de capitán, divisa un terreno de juego en el que el fútbol es catalizador de otros valores. «El deporte te ayuda a conocer gente, a compartir un objetivo con otros distintos a ti. Además, si no haces deporte, te oxidas», dice Abraham, quien asegura haber recibido siempre el apoyo de su familia.
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José Ángel Escudero
«Han pagado la ficha, me han comprado el material, me han llevado a Madrid, a Santander a los campeonatos». Esto no siempre es así. Y esa es una barrera con la que a menudo se topan los niños gitanos que quieren avanzar en la práctica deportiva. De hecho, no muchos llegan a la élite en los diferentes deportes. Mucho menos en el femenino. «El entorno gitano es más cerrado y hay familias que todavía no ven bien que un joven se vaya fuera solo para participar en un campeonato o a vivir a otra ciudad lejos porque le ha fichado un equipo mejor», lamenta José Ángel Escudero.
Esto puede cortar algunas carreras deportivas. También porque hay canteras menos receptivas. José Ángel no solo ha encontrado apoyo familiar, sino que sus padres también forman parte del club de petanca Las Torres de Castilla, compuesto por 16 personas. De hecho, José Ángel suele formar pareja con su padre. «En ocasiones, sí que nos hemos encontrado con comentarios despectivos. Por ejemplo, gente que pregunta, ¿contra quién jugamos ahora? Y cuando ven que somos mi padre y yo dicen: ah, contra los gitanos. Y no es la palabra, es la forma despectiva con la que se dice», cuenta José Ángel, quien empezó a jugar a la petanca de niño, cuando veía a sus padres, sus amigos y unos vecinos echar partidas en el parque de la Paz. Él es uno de los pocos petanquistas federados (apenas 180) que hay en Castilla y León, comunidad donde este deporte tradicional tiene menos implantación que en Cataluña, Valencia o Andalucía, las grandes potencias de la petanca. «Allí hay más jugadores gitanos», cuenta José Ángel.
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En otras disciplinas, sin embargo, la presencia calé es casi testimonial. Como en el kick boxing. «No somos muchos, yo creo que somos los únicos», dicen Antonio Escudero y Samuel Jiménez, vallisoletanos del 2007 que se enfundan los guantes en el club Odín. Entrenan martes y jueves en el gimnasio Shotokán, en el paseo de Zorrilla, con Roberto Tomillo como entrenador. No es raro verlos entrenar en la calle, en el entorno de Las Viudas, por las tardes. Salen a correr. Cardio. Hacen rutinas al aire libre.
«El deporte es vida. Cuando tienes un problema, te pones a boxear y se te quitan las preocupaciones. El deporte nos saca de pensar en cosas malas», cuenta Samuel. «Yo empecé a practicarlo con siete años. Veía a Conor McGregor y me motivé», añade Antonio. Durante un tiempo, abandonaron un deporte que ahora han retomado con intención de «ir a por todas». Dentro de poco tienen competición en Madrid. «A veces te dicen: no vas a llegar a nada. Pero eso te sirve de motivación para callar muchas bocas», concluyen.
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