
el norte
Valladolid
Viernes, 23 de noviembre 2018, 12:33
Pasaba su vida recorriendo el mundo, acudiendo a consejos de administración y visitando fábricas. Ahora Carlos Ghosn duerme en una pequeña celda y tiene derecho a dos duchas semanales, un sombrío día a día salpicado de visitas esporádicas.
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En el imponente edificio de doce plantas del centro penitenciario del barrio de Katsushika, en Tokio, el poderoso empresario, de 64 años, acusado de malversación, es vecino de criminales e incluso de condenados a muerte. Aunque no están en contacto, allí se alojan más de 3.000 detenidos.
Es imposible conocer las condiciones exactas de la situación de Ghosn, los abogados y antiguos detenidos describen el lugar como austero. Sus ocupantes siguen una rutina muy estricta: se levantan antes de las siete de la mañana, las luces se apagan a las nueve, reciben tres comidas por día y tienen derecho a 30 minutos de ejercicio.
«Puedes llevar tu propia ropa pero las corbatas, los cordones y los cinturones son confiscados para evitar toda tentativa de suicidio», explica Yoshiro Ito, un abogado experto que ha visitado el lugar en numerosas ocasiones.
Los detenidos pueden recibir libros y cartas, que son examinados obligatoriamente por las autoridades. Los presos famosos son mantenidos apartados y las celdas adyacentes permanecen desocupadas. «Hay tanto celdas individuales como de grupo, pero en los casos especiales como el de Ghosn, él estará solo sin duda», según el abogado.
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Takafumi Horie, conocido hombre de negocios japonés encarcelado en 2011 en el mismo centro por falsificación de documentos financieros, describió en un libro sus penurias. Lo más duro es «no poder hablar con nadie», señala, recordando una «soledad extrema».
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En su celda, del tamaño de tres tatamis, había una cama, un baño, una ventana con barrotes y una puerta sin pomo. «No poder abrir la puerta desde el interior me daba una sensación de opresión», testimonia el fundador del proveedor de servicios de internet Livedoor.
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Carlos Ghosn, franco-libano-brasileño, ha podido recibir la visita del embajador francés y del cónsul de Brasil, Joao de Mendonça. Este último contó a la AFP que «la entrevista fue muy breve, a través de un cristal» pero que lo había encontrado «en buena forma».
La vida es probablemente «muy dura» para él pero también para los policías de la prisión, afirma Toshio Sakamoto, que trabajó allí como guardia durante casi 30 años. «Es extremadamente conocido, rico y extranjero. Debe de ser difícil tenerle como detenido por las barreras del idioma y las diferencias entre el sistema judicial japonés y lo que él conoce», añade.
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«Es un desastre para el centro, que debe vigilar para evitar cualquier incidente, porque eso podría tener una amplia repercusión internacional. No me gustaría estar en lugar» de los vigilantes, afirma Sakamoto. En cuanto al edificio, construido en 1971, se refiere a él como «monstruoso», no tanto por su tamaño colosal sino porque «no sabes jamás lo que va a ocurrir allí».
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