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Enrique Serrano Cañadas (Madrid, 1962) es un apasionado de su trabajo y su curiosidad y ganas de saber, no conocen fronteras. Él es catedrático de Geografía Física de la Universidad de Valladolid, en la que trabaja desde hace 23 años. Su labor investigadora se centra ... en el estudio de la geomorfología y la geoecología de medios fríos, glaciares y periglaciares y de montaña. Desde 1991 lleva participando en distintas expediciones en ambos polos de la Tierra. En concreto ha viajado hasta en siete ocasiones a la Antártida y otras 4 a diversos puntos del Ártico. De hecho, acaba de regresar de su última expedición en la que ha pasado 12 días investigando el retroceso del hielo en la costa occidental de Groenlandia.
Este pasado septiembre, un equipo compuesto por cinco expertos en geografía de las universidades de Barcelona, Valladolid, Complutense de Madrid y el CSIC, acompañados por un biólogo de la Universidad de Santiago de Compostela, se embarcaron en la segunda misión de campo (la primera fue en 2022) del proyecto NeoGreen. Su objetivo era obtener nuevas muestras que arrojaran luz sobre la evolución de la capa de hielo, que cubre esta gran isla del océano Ártico. Se focalizaron en el estudio de dos áreas libres de hielo en la zona occidental, con la idea de obtener datos cruciales sobre el avance y retroceso temporal y espacial de los glaciares durante la neoglaciación. La investigación de campo ha tenido lugar en la península de Nugssuaq, en la costa occidental de Groenlandia. La entrada a la zona de estudio se realizó vía helicóptero desde Uummannaq, un pequeño pueblo de la costa noroeste de la isla, a 700 kilómetros del Círculo Polar Ártico. «Hay un retroceso rapidísimo de la capa de hielo. Morrenas [conjunto de materiales arrastrados por el glaciar durante su desplazamiento] que pensábamos que podían ser del siglo XVIII, están resultando ser de los años 50-60. En estas décadas se inició un rápido retroceso que se ha acelerado aún más recientemente», señala este investigador de la UVa.
Cartografía geomorfológica
Bajo la coordinación de Marc Oliva, geógrafo de la Universidad de Barcelona, el equipo ha tomado 40 muestras de roca y suelo para comprender los diferentes períodos de retirada de los hielos en los últimos 10.000 años. El papel de Serrano ha sido crucial en esta expedición, a la hora de elaborar la cartografía geomorfológica y en la reconstrucción relativa de la evolución glaciar. «Cuando se retira el glaciar se produce en el suelo una alteración química y bioquímica. Por tanto, mediante el estudio de estas muestras del suelo podemos detectar cuánto se ha alterado la superficie y relacionarlo con la presencia o no de glaciares», informa. «Por otro lado, las muestras de rocas ayudarán a determinar cuándo fueron depositadas en una zona por el hielo, lo que ofrece una visión detallada de los períodos de glaciación y deglaciación», añade.
Una vez finalizado el trabajo de campo, llega la fase de análisis, que son muy laboriosa. «Todavía no disponemos de los resultados de la expedición del año pasado. Creemos que nos llegarán en breve. Los análisis de las muestras que hemos tomado en septiembre esperamos tenerlos para enero o febrero y a partir de ellos, veremos el destino exacto del próximo año. También está la fase de redacción de los resultados. El hecho que nuestro trabajo aporte algo, es una satisfacción muy grande que da continuidad a la labor de campo», comenta.
A lo largo de su dilatada carrera, Enrique Serrano ha centrado sus investigaciones en el ámbito polar, específicamente en la evolución glaciar y en el permafrost, que es la capa de suelo bajo la superficie terrestre que ha permanecido congelada ininterrumpidamente durante cientos o miles de años. «Aparte del objetivo puramente científico y profesional de tomar las muestras y elaborar un mapa, que es mi labor principal, vivir en plena naturaleza es una oportunidad única. En los ámbitos polares, ya sean del norte o del sur, lo humano prácticamente no está presente y eso nos permite integrarnos en la naturaleza. Es una satisfacción plena. Este viaje me ha aportado conocimientos de mi campo y de otros aspectos que, aunque no sean objeto de mi estudio, como pueden ser la fauna y la vegetación, al final integran también el paisaje», indica Serrano, quien reconoce que también tenido que enfrentarse a condiciones meteorológicas adversas propias del otoño ártico, como bajas temperaturas, rachas fuertes de viento y congelación de las aguas. «Eso es lo más duro de todo. El viento nos llevó la tienda de campaña, el arroyo donde solíamos lavarnos se congeló y, además, la lluvia y la nieve nos dificultaba en ocasiones la recogida de muestras. Pero aunque eso pueda resultar incómodo, compensa con creces porque el lugar donde teníamos el campamento era de una belleza indescriptible», concluye.
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