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«Cuando llegamos nos quedamos boquiabiertos. Nos encontramos con una ciudad fantasma, destruida, devastada, donde no había posibilidad de supervivencia», esa fue la primera impresión que se llevaron los seis bomberos de Valladolid nada más llegar el pasado viernes a Adiyaman, la ciudad turca ... donde han estado cuatro días realizando labores de rescate tras el terremoto.
«Mirases donde mirases veías edificios y más edificios convertidos en montones de arena. Pensábamos que ibamos a poder ayudar más, pero ha sido imposible encontrar a alguien con vida», dice Raúl Herranz, uno de los seis efectivos que trabajó «a destajo» para tratar de encontrar algún superviviente.
La sensación con la que regresan después de cuatro jornadas trabajando de sol a sol es «agridulce, una mezcla entre frustración por no haber podido localizar a nadie con vida y de satisfacción de saber que, aún así, lo hemos dado todo», dice en representación del resto de su cuadrilla.
La ONG 'Acción Norte' ha gestionado la misión humanitaria que ha hecho posible que Raúl Herranz, Julio Gutiérrez, Daniel Liras, David Peláez, Mario Arranz y Víctor Rodríguez hayan podido llegar hasta la ciudad turca a la que fueron destinados para ayudar.
«El viaje hasta allí fue complicado», cuenta Raúl. «Teníamos muchas ganas de llegar y ponernos a trabajar cuanto antes, pero nos tuvieron mucho tiempo en el aeropuerto de la ciudad. Perdimos doce horas muy valiosas», asegura. El trayecto hasta Adiyaman supuso para ellos una imagen que no van a olvidar. «Era muy difícil circular por las carreteras, había mucho atasco y decidimos ir andando el último medio kilómetro hasta el campamento base», añade.
Esos 500 metros a pie fueron demoledores para ellos. Mirasen donde mirasen encontraban la misma imagen. «Era una gran avenida, muy parecida al Paseo Zorrilla, pero con todos los edificios destruidos», retrata Herranz. En ese camino hasta el punto de encuentro para militares y bomberos se iban encontrando con la total desesperación de decenas de familias.
«En cuanto nos vieron con el uniforme empezaron a llamarnos a reclamarnos, nos pedían ayuda desesperados. La gente nos decía 'tengo aquí a mi familia' y te señalaban montañas de escombros. Ha sido muy duro», señala el bombero.
Tanto él como sus cinco compañeros del servicio de Bomberos de Valladolid iban a rescatar a personas vivas, pero en la zona que les fue asignada se toparon con la realidad de una ciudad arrasada. «Hacía falta un milagro y, finalmente, no ha podido ser», dice Raúl.
El viernes comenzaron los turnos de rescate para los que estaban preparados con cámaras térmicas, herramientas y una ayuda imprescindible, la de varios perros de Mallorca, Asturias y Zamora especialmente adiestrados para la búsqueda de personas. «Algunos eran capaces de detectar y diferenciar a las personas vivas de las muertas, su labor en este terremoto ha sido imprescindible», dice el bombero, que ha participado por primera vez en una misión de ayuda de estas características.
Los equipos de Acción contra el Hambre trabajan en Turquía y Siria tras el terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter que sacudió la zona y continúan atendiendo a las necesidades prioritarias de la población afectada.
Tal y como explican, lo más urgente es el refugio y las necesidades de agua, saneamiento e higiene. Hay un grave problema de riesgo sanitario en la zona de la catástrofe, por eso, entre lo que más necesitan están los pañales para bebés y ancianos, kits de higiene, calefactores e iluminación.
Las personas afectadas se están enfrentando a muy bajas temperaturas y tormentas mientras están viviendo a la intemperie, ya sea en tiendas de campaña o en sus coches, tras haber perdido sus hogares.
Además, del envío de bienes de primera necesidad se está organizando un programa más amplio que incluye la salud mental y el apoyo psicosocial.
Agradece la labor de los guías y traductores. «Nos ha costado despedirnos han sido como hermanos para nosotros durante estos días», dice con emoción.
Recuerda Raúl cuando se les aceleró el corazón tanto a él como a sus compañeros, pues por un momento creyeron detectar a una persona con vida. «Al final el perro ladró, fue una falsa alarma pero aún así estuvimos horas y horas cavando, metidos en sitios donde apenas cabíamos y donde se querían meter los familiares de las víctimas. Están desesperados por encontrar a los suyos con vida y es muy impactante ver cómo la gente cava con sus propias manos porque buscan a un padre, a una madre, a un hermano. Es terrible», asegura Raúl.
Junto a sus compañeros han rastreado una zona «comparable a un barrio entero de Valladolid» que ha quedado completamente destruido. «Para que la gente se haga una idea, en la mayoría de edificios el forjado del techo pegaba con el del suelo, no había huecos posibles donde hubiera alguien con vida», explica.
Desde el amanecer hasta que se hacía de noche, se iban turnando. Picando entre los escombros. «Cuando alguien preguntaba si había alguien ahí. Se hacía un silencio inmediato, paraba todo el mundo, incluso la maquinaria pesada, que ya ha entrado en algunas zonas donde se da por imposible que se encuentre a nadie con vida», añade.
De estos días en Adiyaman no olvidarán la imagen de la personas que se han encontrado a su paso. «Los abrazos con tanta fuerza que nos han dado como muestra de agradecimiento, por estar allí con ellos. Es imposible que se te olvide cómo se arrodillaban delante de nosotros hombres grandes como castillos, cómo lloraban. El querer ayudarles nos daba ánimo y fuerza, hemos dado el 100%», dice Raúl, quien tampoco olvidará la imagen de un padre con tres hijos pequeños que le pedía poder venir a España con ellos. «No hacía falta entender el idioma para saber lo que estaba diciendo».
Es fundamental la ayuda humanitaria que se pueda enviar a una ciudad devastada. «Están viviendo en la calle. No tienen nada y agradecen de corazón todo lo que les hemos podido ayudar. Simplemente el dejarles cargar el móvil con el generador que teníamos, el dejar un casco a un niño unos segundos para sacarle una sonrisa y que olvide la pesadilla que viven«, relata emocionado Herranz.
No tienen luz ni agua corriente, hacen hogueras para calentarse y aún así los bomberos de Valladolid vuelven con una lección, la de la resistencia del espíritu del pueblo turco. «Me ha sorprendido para bien el carácter y el agradecimiento de la gente, su hospitalidad pese a que se han quedado en la calle y el cariño que nos han mostrado», asegura en nombre de sus compañeros.
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