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Iker Sánchez, ludópata en rehabilitación, frente a un salón de juegos en Plaza España. Ramón Gómez

«Me gasté más de 100.000 euros en apuestas; perdí el rumbo de mi vida»

Iker Sánchez, de 23 años, explica su lucha por salir «del pozo»: «Me fundía el sueldo de 1.200 euros en una sola noche»

Eva Esteban

Valladolid

Martes, 29 de octubre 2019, 07:35

Cuando Iker Sánchez (San Sebastián, 1995) echa la vista atrás no recuerda cómo fue el primer día del resto de su vida. Era un «crío». Tenía 16 años y los bolsillos vacíos. Estaba con sus amigos tomando un refresco en un bar de Donostia, algo que hacían «casi todos los días». Era el punto de encuentro habitual. Había una máquina de apuestas. Era un caramelo envenenado. Picó el anzuelo. Cierra los ojos, frunce el ceño e intenta visualizar qué se le pasó por la cabeza para invertir la paga en aquel dichoso aparato. Sospecha que jugó un resultado «exacto». «Antes solo me dedicaba a eso», argumenta.

Era un chico alegre, extrovertido y «solitario familiarmente hablando». ¿Y en los estudios? «Eso regular», responde. El brillo de sus ojos le delata. Coge aire, respira hondo y, sin mediar palabra, contesta:«Ya me acuerdo. Supongo que empecé porque no quería trabajar; quería vivir de las apuestas, me veía con 40 años viviendo de ello», reconoce. Cuando introdujo el primer euro en la máquina ya sabía cuál sería su condena. Estaba abocado al fracaso y no podía remediarlo. Su familia era «propensa» a las adicciones. «Mi padre empezó a beber, mi madre y mi abuela jugaban al bingo, uno de mis tíos era adicto a la heroína... Yo sabía que eso podía pasarme factura, pero no les culpo. Asumo mi responsabilidad y si hoy estoy aquí es por mi culpa», sostiene.

La vida de Iker entre los 16 y los 22 años estuvo guiada únicamente por el ritmo que marcaban el juego y las apuestas. También plantó en su casa su propio cultivo de cannabis para compensar las pérdidas con la venta de cannabis. Consiguió trabajo como fresador, se independizó y hacía «lo que le daba la gana». «Me hinchaba a canutos todos los días. Podría fumarme quince tranquilamente todos los días; había días que empezaba a las nueve de la mañana», comenta. Pero la hierba le salvó de la ruina. «Gracias a eso», cuenta, nunca acumuló deudas. Cada tres meses recogía la cosecha y, con ello, obtenía «cinco o seis mil euros». Estaba «tranquilo» porque ese era dinero «seguro». Con él podría pagar el alquiler del piso y comprar comida.

Estima que en esos seis años las apuestas deportivas le han hecho perder «más de 100.000 euros». «Sales de fiestas, te gastas no sé cuánto, invitas a todos... No me privaba de nada», indica. El sueldo se esfumaba en un abrir y cerrar de ojos. El mismo día que le ingresaban la nómina, se «fundía el salario» –«era normal, unos 1.200 euros», dice– en las máquinas. Jugaba «lo que tenía a mano». Un día cuatro mil, otro doscientos. Eso era «lo de menos». «Me levantaba a las nueve de la mañana y podía estar en el casino hasta que cerrara a las cuatro de la madrugada», explica.

Talleres para prevenir el juego 'online' entre adolescentes

La Diputación de Valladolid ha puesto en marcha un programa de talleres de prevención del juego online y las apuestas deportivas destinados a jóvenes y adolescentes de la provincia, dentro de la estrategia 'Apaga y vámonos' del Plan Provincial de Adicciones 2019-2022. En los meses de noviembre y diciembre, se llevarán a cabo cuatro talleres de cuatro horas cada uno en las localidades de Villanueva de Duero, Cigales, Boecillo y La Seca. Así, el objetivo, según apuntó el Diputado de Igualdad de Oportunidades y Servicios Sociales, es «prevenir el mal uso de las TICs». En caso de que la demanda sea superior a la capacidad de los talleres, la institución «incrementará» el servicio.

«He perdido contra mí mismo. No sé en qué estaría pensando, perdí el rumbo de mi vida, era un ingenuo». Ese pensamiento invade aún la mente de Iker. Asume, cabizbajo, que el camino que emprendió hace año y medio para recuperar su vida será duro e interminable. Cargará con el estigma de la ludopatía «toda la vida». Por eso, ni él ni ninguno de los «colegas» con los que comparte rehabilitación en la Asociación de jugadores patológicos rehabilitados de Valladolid (Ajupareva) puede acercarse a una casa de apuestas, a una máquina. Es complicado. Cada vez más. «El juego está ahí, en Internet o en la calle, la cosa es que si no quieres, no juegas», sentencia.

Presiona con fuerza la dureza que tiene en el pulgar de su mano izquierda. Sonríe. Nunca ha dejado de hacerlo. «Para algo bonito que tengo...», bromea. Iker, obseso del fútbol, fiel seguidor del Real Madrid pero con el corazón txuri-urdín, se enfrenta al partido de fútbol más importante de su vida. La remontada está cerca. Si todo va bajo lo previsto –el tiempo medio de terapia en la asociación es de dos años–, en seis meses se colgará la medalla de ludópata rehabilitado. Cuenta que Ajupareva le salvó la vida. Le sacó del pozo «sin fondo» en el que estaba encerrado y le recordó quién era ese chaval risueño que desde pequeñito celebraba los goles de la Real Sociedad, su Real. También la llamada a su madre el último día de abril del año pasado.

«Ama, necesito tu ayuda»

«Ama, necesito tu ayuda». Al otro lado del teléfono y a 335 kilómetros de distancia, en Valladolid, estaba su madre. Al día siguiente, Iker se subió al tren, el que le llevaba a Castilla en busca de una segunda oportunidad. No tenía dinero para comer y vivía, desde hacía un mes, en un local alquilado por sus amigos, donde se reunían para jugar y beber alcohol. Ahora, su «objetivo» es ser un chico «normal». Hay días puntuales, como cuando el Liverpool eliminó al F.C. Barcelona en Champions, que se le activa el «bichito» y le dan «tirones». «Días así sí que dices: 'joder', pero luego pones una balanza y ahora todo merece más la pena». Mira de reojo al salón de juegos enclavado en Plaza España. Le cuesta mantener la mirada. «Ha sido bastante duro», comenta. Pero sabe que este martes, Día Nacional Sin Juego, es un día para celebrar la vida, esa que ha «recuperado».

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